Cultura/Educación

Marxismo y Castrismo Cultural: ¿Afinidades electivas o relaciones peligrosas?

Por WALDO GONZÁLEZ LÓPEZ.

 

«La cultura cubana está llena de contradicciones, pero en el caso del intelectual, ellas se multiplican. El nacionalismo es una jaula que tiene bajo control casi todos tus actos».

«Palabras al intelectual dependiente».

Ángel Velázquez Callejas

 

Ante todo, escojo como título de mi texto dos momentos de la literatura y el cine que recuerdo con placer: la autobiografía de Goethe Afinidades electivas —que leí recién salido de la adolescencia, cuando devine amante de este género o función, tal prefería Alfonso Reyes— y Relaciones peligrosas —memorable filme de Sthephen Frears, quien reuniera, en 1988, a dos grandes de la actuación en el cine y el teatro: John Malkovich y Glenn Close.

Y si a algunos lectores les parecen gratuitas ambas referencias, les respondo que no lo son, porque el marxismo y el castrismo tienen más afinidades que diferencias, aunque en el primero hubo mentes que, al margen de su torpe ideario comunista, sí estudiaron y leyeron mucho más que el inculto cubano, amante del deporte, canalla y bandolero [¿hace falta decir su maldito nombre?], quien, desde sus tiempos de ¿estudiante de Leyes en la Universidad capitalina?, se preparó para tiranizar nuestra patria, fechoría que acometiera durante casi seis décadas, dejando para colmo a su aún más ignorante familia —incluido su medio hermano, Alias «La China»— al timón de nuestra amada Isla, al pairo desde 1959, perdida en su loca navegación ¿sin final? por los mares del mundo.

Y en la segunda referencia, el título alude a la grave situación que acontece en el mundo de hoy, que ya no no es ancho y ajeno, parafraseando el título de la mejor novela del narrador peruano Ciro Alegría, pues el comunismo amenaza dominar América Latina: nuestra mayor preocupación. A propósito, ya que lo menciono, desde joven intuí que «el Fidel Castro que yo [no] llevo adentro» —antiparafraseando al colega Enrique del Risco, poseedor de un humor sin tacha— era un maldito canon impuesto, tal dantesca herencia, en el pensamiento y conducta de los cubanos, sobre todo, de la «otra orilla»: la Isla.

Por mi rechazo al cobarde y traidor comandante sin batallas y por la intensa/extensa lectura del valioso haz de ensayos de Ángel Velázquez Callejas —reunidos y publicados por Ediciones Exodus, en sendas ediciones: la agotada de 2007 y la del 2017, ahora a la venta en Amazon—Totalitarismo en Cuba, Castrismo cultural y El último hombre, propongo este texto, anotando al paso que el autor ha editado una intensa/extensa bibliografía, donde descuellan, entre otros: José Martí: del hombre arrogante a homagno, El libro del poeta en actos; Nietzsche, el mecenas; El ojo cinematográfico: Meditación y Poética del despertar; Teoría e historia, Formación del capitalismo en Cuba y Estética, escritos sobre arte, literatura y pensamiento.

A lo largo de sus jamás cansinas 240 páginas, el libro se desplaza entre cenitales ensayos que se compartimentan, tal amplio continuum, con otros no por más breves, menos importantes, pues complementan aquellos.

Así, en la primera parte, «Sobre el nacionalismo cubano», leemos «El espacio para el totalitarismo: una fenomenología del castrismo cultural», «El último hombre», «La orden cultural», «Psicología del nacionalismo», «Violencia del nacionalismo», «¿Qué es la Revolución cubana?», «Mito del inconsciente literario» y «Palabras al intellectual dependiente».

La segunda, «Sobre el Castrismo», se integra con «La revolución patriarcal y el poder de los Castro», «El miedo a la libertad», «Cuba, la vía comunitaria», «El totalitarismo», «Cuba, el eterno retorno del salvador», «La conciencia ontológica» y «¿Qué es la sociedad civil cubana?»

La tercera y última, «Sobre el cambio en Cuba», se compone por «El cambio», «De la ausencia de un espacio creativo», «Por una democracia fundamental», «El espacio simbólico del poscomunismo», «La conciencia trascendental», «La ascesis muscular: el problema racial en Cuba» y «La libertad y la voluntad del inconsciente», a los que se suman el Epílogo con Las palabras de presentación: «El espejo del ultimo hombre», a cargo del Dr. Antonio Correa y la ultima subsección: «El totalitarismo en Cuba», con los textos: «Ensayos sobre existencia y  trascendencia» del Mtr. Ariel Pérez Lazo, y «Un libro necesario. Reseña crítica», por Rafael Piñeiro.

Ante todo, concuerdo con el especialista en Economía Política Jorge Amado Sanguinetty, quien, en su breve, pero intenso prólogo, con razón afirma que

 

este es un libro valiente e importante […] porque trata de temas que rara vez son mencionados por los intelectuales cubanos, [como] las raíces profundas y las causas de la larga permanencia del castrismo […] y su proyección [internacional], porque incorpora explícitamente el papel de esa entidad amorfa que llamamos cultura y que muchos ignoran en el fenómeno castrista y sus derivaciones […] y porque esta colección de ensayos constituye un reto directo a los intectuales […] para abrir nuevos caminos en la investigación del devenir de la sociedad cubana en sus diversos aspectos. Y es que «el torbellino de ideas, conceptos y proposiciones que el autor […] presenta, muestra con cierto dramatismo el amplio espectro temático disponible para pensadores cubanos» [como de otras geografías añado yo: WGL].

 

Ciertamente, el volumen del doctor en historia Velázquez Callejas servirá de punto de partida para otros textos, pues su rango incitador —no lo dudo— proyectará con aun con mayor energía el ensayismo cubano escrito en nuestro exilio, con estudios decisivos sobre nuestra aun vejada Patria.

De hecho, al concluir mi lectura, recordé el axioma lezamiano: «Solo lo difícil es estimulante; solo la resistencia que nos reta es capaz de enarcar, suscitar y mantener nuestra potencia de conocimiento».

Porque el libro de Velázquez Callejas resulta —tal más o menos lo llamé y comenté, recién concluí mi rigurosa lectura— un volumen de alta valía, que, en agudo haz, aúna varias disciplinas, por lo que requiere un hondo estudio, y he aquí otra virtud suya.

En tal sentido, su rica contenidística me evoca un particular momento recordable, por lo mucho que me alegró cuando —recién llegados Mayra del Carmen y yo a Miami, el primero de julio del 2011— descubrí un espacio que nos satisfaría, por los miles de tentadores libros que se ofrecían en los atestados estantes, muchos de los cuales adquiriría en el ámbito que siempre denominé Centro Cultural: la Editorial-Librería Universal, infaltable punto de encuentro con colegas que no veíamos desde décadas atrás o, con quienes, como nosotros, habíamos llegado de la Isla hacía poco tiempo.

En ese ya desaparecido y hoy nostálgico ámbito, pude adquirir los mejores volúmenes de diversas materias, de las que era y soy asiduo lector: Historia, Sociología y Arte, como por supuesto valiosos libros de poesía, ensayo, narrativa (novela, cuento y testimonio), entre muchos otros publicados por Juan Manuel y su esposa Marta O. Salvat, quienes, a través de sus variadas colecciones, nos mostraban en las cubiertas de sus cuidadas ediciones los rostros de no pocos de mis autores preferidos, pero prohibidos en nuestra carcelaria Isla Gulag, como Jorge Luis Borges y Guillermo Cabrera Infante, por solo mencionar a dos de mis entrañables autores.

De tal suerte, obtendríamos no pocos de los valiosos títulos que los Salvat, admirados aventureros e insólitos magos, ofrecían y deslumbraban con sus hermosos libros cuidadosamente editados, que adquiriría en las Ediciones Universal, como asimismo otros en las Ferias Internacionales del Libro, como en Books and Books y Altamira. Así, conformaría la que enseguida denominara mi Biblioteca del Exilio, con los apreciados regalos que, para nosotros, siempre han sido, son y serán los libros.

Mas, de regreso al tema que me ocupa, apuntaba atrás las disciplinas que agrupa, con sagacidad ensayística, Velázquez Callejas, apoyado en la vasta bibliografia utilizada en la creación de su sustancial estudio.

De tal suerte, ya en su primer texto «El último hombre», subraya un rasgo que sobresale en su análisis. Y es, justamente, el conjuntar, ¿acaso por primera vez?, elementos «raros» en la ensayística cubana, tales conceptos distantes/distintos, de culturas cercanas [espiritismo] y lejanas [estructuralismo].

De otra parte, combina la relación de José Lezama Lima y el «concepto» metatranca, término utilizado, sobre todo, en la habitual jerga de los dramaturgos y actors de la Isla, quienes, en general, no gustan del lenguaje ¿esotérico? de ¿krítikos? que —¿armados? de ya viejas lecturas y para ellos, nuevas— destinan sus ¿análisis?, a sus colegas, solo para épater le bourgeois [epatar], y alejar a los espectadores, quienes no entienden sus inextricables galimatías y los rechazan, pues esos «especialistas» olvidan que, sin comunicación, no hay relación ni entendimiento, sino rechazo, y que demasiado texto atrabiliario en la crítica, distancia al posible lector y amante del incambiable acto mágico del teatro que es texto… y acción.

Otros méritos de su libro son sus varios criterios que aclaran aspectos sobre la cubanidad y los cubanos, tal cuando afirma que «no es la retórica, el discurso ideológico o político, lo que está agrietado en Cuba, sino el cubano y su forma de vida».

Más adelante, subraya: «el cubano ha vivido pensando que posee en verdad una identidad cultural, que es, sociológicamente hablando, una declaración de principios […] sobre la estabilidad y el consenso nacional».

Y es la propia identidad cultural, metáfora del inmovilismo, la que opera sobre los pensamientos del cubano, pues, aunque odian el Gulag en el que sobreviven, se les convierte, a un tiempo, operable/insuperable. Con tales premisas sobre la identidad del cubano, el autor lo definirá: «animal domesticado por el concepto de nación, de identidad cultural».

De donde, además: «lo cubano, la cubanía, la nacionalidad, tiene[n] en el fondo un sabor teológico y paradisíaco que trasciende la historia misma», aspecto que enlaza con la siguiente consideración relevante: «Todos han pensado Cuba como una geografía divina. Han soñado que Cuba es alfa y omega del mundo. La proyectan como el mundo en sí mismo. Han dado al concepto ‘patria’ una concepción universal, deseando hasta el extremo que la isla no sea simplemente una isla, sino una deidad para el mundo. En ese camino andaban Varela, Céspedes, Marti, Lezama… soñaban entregar el mundo a la isla. […]

No debemos olvidar que, tal recuerda Velázquez Callejas, Cuba quiso ser continente, pero recordemos también que ella se levanta sobre una teología insular: la idea de que […] siempre ha querido ser el mundo entero, a lo que añade quien escribe que, en ello, debió influir mucho un decisivo mito: el hallazgo de la Virgen de la Caridad por los tres Juanes. Según cuenta la leyenda, su imagen apareció en 1612 o a principios del 1613, en la Bahía de Nipe, la mayor de Cuba, situada en la costa norte de la región oriental de la isla. Fue avistada por tres esclavos: un muchacho negro de 10 años (Juan Moreno) y dos hermanos de sangre india (Juan y Rodrigo de Hoyos), que laboraban como esclavos en las minas de cobre de la región. […] El relato conservado en el  Archivo de Indias de Sevilla —consignado bajo juramento eclesiástico 75 años después del suceso— recuerda que el esclavo negro Juan Moreno contó cómo ocurrieron los hechos.

En particular, atisbo otra virtud en las acuciosas páginas del volumen: si bien la mayoría de los estudiosos de nuestra nacionalidad han asumido a nuestro Martí —tal titulara mi recordado Herminio Almendros su biografia de El Ciudadano de América para los adolescentes— con respeto y admiración, llegando a lo idílico-religioso; por su parte, Velázquez Callejas, sin mermar las enormes cualidades de aquél, y a diferencia de otros colegas que justipreciaron los signos esenciales del gran autor de Nuestra América, lo ubica con inteligente justeza; mas, sin tal apreciación seudo divina e impresionista de aquellos.

De tal suerte. uniendo fragmentos de su preclara visión sobre El Primer Cubano, conceptualiza que establece, frente a los avatares de la guerra y la muerte, un estoicismo democrático, pues aspiraba a comunicar no una teoría sobre la vida, sino una ejercitación sobre la misma. Él no concluye en un Apóstol de la independencia, tampoco en un Maestro espiritual […] no es un Apóstol porque ese título lo consignan quienes han hecho de la espiritualidad religiosa un círculo cerrado. Tampoco es un maestro espiritual que cree que la cultura es un reglamento de una orden. Y precisamente la política se sostiene en una orden cultural. Martí, es, subraya, el entrenador de una nueva ascesis que no tendría continuidad en Cuba.

Define asimismo que «la formación del pueblo de Cuba, como la de cualquier otra comunidad […], no puede ser entendida si no se asume un riguroso estudio de la corporeidad espiritual, del campo de la subjetividad».

En «Psicología del nacionalismo», otro momento atendible en el libro, argumenta con plena razón que el reconocimiento de la existencia de tal psicología es dar un «Gran Paso Adelante de apertura democrática sobre una de las aristas determinantes del hombre contemporáneo […] para zafarse de un lastre, sea en el arte, la literatura, la Historia o la vida cotidiana». Mas, tal creencia nos ha maniatado, pues el «nacionalismo es una etapa consustancial a la naturaleza del hombre moderno». Ello ha provocado, particularmente en Cuba, que muchos intelectuales asuman el nacionalismo como una fuente de filosofía para explicar la historia moderna del país.

Asimismo, en «Violencia del nacionalismo», resulta de no menor interés su análisis de la conversión de la sociedad en un gran «baile de disfraces», que impone una máscara colectiva a los ciudadanos, por lo que el nacionalismo deviene una ideología sociocultural, surgida en la psicología de sus líderes, para evitar cualquier proceso de crecimiento espiritual. Mas, el nacionalismo ha sido, y aun es, un truco para mantener apagada la vitalidad de la conciencia total, tal apunta, con óptica mira, el autor.

Ello enlaza con el nacionalismo que proporcionara el terreno fértil para cultivar la Psicología del Personaje, porque afirmar que hay una psicología del nacionalismo es, a un tiempo, reconocer que tal es otra de las falacias del Personaje (¿acaso es necesario nombrarlo?) que bien conocemos los cubanos de ambas orillas por haber padecido al dictador durante la mal llamada Revolución, lo que corroboramos con la siguiente afirmación del ensayista:

 

Hay una correspondencia vital (estrecha) entre la ideología del nacionalismo y la construcción de cualquier Personaje. La pose como magnificación, poder y manipulación, constituye la gradación significante de la psicología del nacionalismo. Este y otros elementos simbólicos del nacionalismo (patria, identidad cultural, memoria histórica) estarían torpedeando, entre la voluntad de ser y la voluntad del Personaje, la búsqueda esencial de la verdad.

 

De ahí, se llega al fanatismo que en Cuba padecimos los del exilio y, aunque, al fin haya muerto el tirano, tal ¿exaltación? aun la padecen muchos cubanos de la Isla, por la absurda idea de que nación, nacionalidad y pueblo son conceptos que han devenido verdad existencial, en tanto han creado los estereotipos de nuestra cultura. Y el Personaje que, depende la política, posee un sentimiento de inferioridad: recordar los ejemplos: Hitler, Mussolini, Castro, Chávez, Ortega, Maduro…. Por eso, el interés del Personaje por utilizar el poder, asumir una fachada, para dominar al otro. […] Fue el Personaje quien organizó en principio la idea del nacionalismo. […] A nombre de lo “nacional” se creó poder suficiente par dominar a los pueblos. En nombre de la “patria” Fidel Castro dominó al pueblo de Cuba.

En «¿Qué es la Revolución cubana?», recordamos que antes muchos en la Isla y aun no pocos imbéciles creerían/creen en la patriofobia, ese otro absurdo mecanismo de defensa [creado por el sátrapa] para proteger al nacionalismo cubano como discurso filosófico y artístico, legitimándolo jurídicamente y perpetuando ese encierro llamado insularidad.

En este ensayo, el autor continúa desmontando aspectos del mito castrista que tanto colaborara y decidiera en la increíble, pero cierta parábola ficcional en la que aun muchos ignaros creen: los «logros» de la involución cubana, tal corroboramos Mayra del Carmen y yo en mayo del año pasado, durante  nuestra visita de dos semanas a una decena de ciudades españolas, en muchas de las que constatamos el rechazo a los cubanos de Miami, pues no pocos «tontos útiles» de la Madre Patria, tienen nostalgia de la Isla que ni han visitado, sin jamás hablar de sus paupérrimos ciudadanos, ni haber pisado sus sucias calles, ni siquiera haber constatado la destrucción de la propia capital que ya no será la que fue…

Por ello y por otras muchas razones que todos conocemos, ya ni los cubanos de la Isla sienten el amor que antes profesaban a la Patria, desde tiempo atrás devenida «una constitución simbólica pasada de moda». Así —subraya Velázquez Callejas— esa «palabra sigue usándose y evocándose en todo momento, pero ya no tiene el efecto inmunológico social y cultural […] con que fue instituida en su momento».

Y añade con la convicción de quienes sabemos lo que afirma: «Patria es hoy solo una palabra hueca, sin contenido o significado alguno, que se menciona con el único objetivo de evocar el pasado y rememorar la historia».

¿Quién duda en la propia Cuba que la mayor aspiración de los jóvenes es venir al exilio miamense, incluso ahora cuando el gobierno estadounidense retorna a miles de cubanos del éxodo que arriban en “embarcaciones” caseras, con tal de escapar [término común en la jerga de la Isla] a cualquier país pobre del antes llamado Tercer Mundo?, término por cierto creado en 1952 por el francés Alfred Suavy.

Ese rechazo de los tontos útiles hispanos mencionados atrás, es causado por el torpe desconocimiento de la verdadera realidad de la Robolución cubana, en la que tales obnubilados continúan creyendo.

Otros ensayos abordan con intensidad la fenomenología castrista —filosofia y metodo investigativo para comprender la praxis del ser humano en el mundo, en este caso, ayuda al estudio del “fidelismo” en Cuba—, tan presente durante no pocas décadas —incluso ahora cuando yace bajo la piedra el innombrable canalla—, como los incluidos en la segunda parte: «La revolución patriarcal y el poder de los Castro», «El miedo a la libertad» y «Cuba, la vía comunitaria», en los que el autor remarca atinadamente uno de los mitos creídos por la mayoría de la masa, al afirmar: «Nos han hecho creer que somos objeto de salvación», como asimismo «El totalitarismo», en el que —a partir del clásico volumen Los orígenes del totalitarismo, clásico volumen de una de las teóricas políticas más influyentes del siglo XX: la alemana-judía Hannah Arendt—, el ensayista expone las consideraciones: poder, represión y privilegio, como la consecuente evolución del totalitarismo en la Robolución Kubana, en la que hallamos tres trágicos resultados que bien conocimos los cubanos del exilio, como los de la otra orilla, que aun los padecen: Periodización de la evolución de un régimen revolucionario a otro totalitario; Dependencia de todos los privilegios del Estado, y La Sociedad dominada por la represión.

Mas, el autor expone una verdad que los estudios anteriores no habían discernido, quedándose apenas en la simple denuncia, sin penetrar las ambigüedades de una orden cultural trasformada en régimen totalitario:  «Cuba es una cultura de masas que cuando pierde su protector entra en fase de muerte».

En el último ensayo, «La libertad y la voluntad del inconsciente», que cierra su motivador libro, Ángel Velázquez Callejas precisa, admonitorio, el siguiente ¿oráculo?:

 

Con la palabra libertad los antiguos y los nuevos próceres de la independencia nos han engañado sutilmente. Nos han sometido a creer que la libertad y la independencia configuran la existencia del destino y la trascendencia. De hecho, lo han logrado, han injertado en el tejido cultural de la sociedad una nueva forma de venganza entre los individuos. Han hecho de la fascinación histórica y el progreso una escalofriante narrativa ideológica del nacionalismo y los gobiernos totalitarios.

 

Hay más, mucho más, pero creo que bastan estos apuntes que comparto con los lectores en esta suerte de invitación a inmersionarse en los singulares ensayos que nos ofrece Ángel Velázquez Callejas en su importante libro Totalitarismo en Cuba. Castrismo cultural y El último hombre.

Waldo González López. Puerto Padre, Las Tunas, Cuba, 1946. Poeta, ensayista, crítico literario y teatral, antólogo y periodista cultural.

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2 Comments

  1. Waldo Gonzalez Lopez

    Me satisface enormemente que mi resena sobre el valioso libro de mi colegamigo Angel Velazquez Callejas, se publique por este prestigioso espacio, lo que agrdezco a mi tambien colegamigo Armando de Armas, como por supuesto a Zoe Valdes.

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