Por María Victoria Olavarrieta.
Una de las cosas que más me llamó la atención al llegar a mi “tierra prometida” fue la cantidad de homes que había por todas partes. ¿Qué pasaba aquí en Miami que no tenían a los abuelos en las casas, con la familia? Empecé a cuidar a una señora que vivía en uno de esos edificios para ancianos de bajos recursos. El primer día fui recibida por ella y varias de sus vecinas, el alboroto que me armaron fue tal que me volteé para ver si detrás de mí venía alguien importante. Las visitas allí escaseaban. Era todo un acontecimiento que alguien joven pasara a verlos. Las almas buenas, como la de Amelia, compartían a sus visitantes para aliviar la soledad de sus vecinos. Me fui de allí con mangos, un abanico, una banderita cubana y un montón de besos.
El hijo de la manager del edificio me contó lo que hacía para intentar aliviar la tristeza de una de las viejecitas. Ella lloraba porque nadie venía a verla desde hacía mucho tiempo; él, haciéndose pasar por el hijo médico, la llamaba por teléfono a cada rato. Ella después corría a decirles a sus vecinas del piso que su hijo la había llamado, que estaba trabajando en una zona pobre de Latinoamérica y que por eso no había podido venir más por allí.
Un domingo, como a las tres de la tarde, llegué a una residencia destinada a personas de la tercera edad, los vi bien vestiditos y más animados que otras veces. Cayendo la tarde, cuando me iba, una ancianita me pidió que fuésemos hasta la entrada. Ella quería lograr que un señor en silla de ruedas, que desde que yo llegué estaba allí, regresara a su apartamento. Tres horas fuera, un día de verano en Miami, puede ser agotador para una persona tan mayor. Cada domingo él se posesiona allí y a todos los que entramos nos hace invariablemente la misma pregunta: ¿Usted ha visto a mi hija?
Si los abuelos están en los asilos y los niños en las guarderías, ¿dónde están los adultos? En el gimnasio, en el mall y algunos hasta en el psicólogo. Yo vi llorar a muchas madres cuando me dejaban a sus hijos pequeños en el day care. Algunas me compartieron su batalla interior entre la culpa de separarse de ellos en edades tan tempranas, tantas horas al día y el esfuerzo por auto convencerse de que “hay que trabajar, para ganar dinero y darles una vida mejor”. ¿Cómo no va a haber depresión en los hogares donde hasta “la alegría del ajo” ( como decía Borges) escasea? En Miami no se toma tiempo para cocinar en casa, para sentarse a la mesa y compartir en familia, algunas parejas no hacen el amor cuanto quisieran por la falta de tiempo, “yo iba en Cuba a la Iglesia, pero aquí NO HAY TIEMPO, y yo, pidiendo tiempo para los viejos, en una ciudad donde algunos piensan que no se puede perder tiempo amando.
La primera infancia es el momento de crear buenos hábitos en nuestros hijos. Todos los educadores sabemos lo difícil que es reeducar. Estados Unidos en el único país del mundo desarrollado que no otorga a las mujeres que acaban de ser madres una licencia pagada para que críen a sus hijos, al menos, durante el primer año de vida. Los educadores complementan la educación del hogar, pero es un riesgo my grande dejarles casi toda la responsabilidad. Un día te encuentras conque tu hijo adolescente no tiene tus valores morales, desconoce las tradiciones familiares, no sabe ni el lugar exacto donde nacieron sus abuelos, se avergüenza de tu fe, y el tiempo que pasa compartiendo en familia es un fastidio para él.
Un niño promedio es llevado al day care aproximadamente a las 7:30 a.m. y recogido a las 5 p.m. A las 8 o 9 p.m. ya va a dormir. En esas tres o cuatro horas sus padres tienen que hacer todas las labores del hogar. ¿Qué tiempo de calidad le estamos dedicando a ser padres?
Cuando los hijos mayores llegan a casa, hacen tareas, ven televisión y juegan con cuanto nuevo juego sale al mercado. ¡Qué triste la vida de una familia en la que los padres no tienen tiempo para jugar con sus hijos, para escucharles sus historias de la escuela, para “perder” tiempo con ellos!
¿Para dónde crees que te van a llevar mañana los hijos que tú llevaste para el day care hoy?
Ten misericordia con tus padres, no los abandones en la ancianidad; ten misericordia con tus hijos, no los dejes tanto tiempo solos; ten misericordia contigo y no te mates luchando tanto por tener, un día te mueres y no pudiste ser… ni buen padre, ni buen abuelo, ni buen hijo.
La Compasión es una de las palabras más hermosas, y una de las más escasas en la actualidad. El ritmo tan agitado de la vida moderna es como viajar en un coche tan veloz que no puedes ver el paisaje.
Muy hermosa, profunda y pertinente la reflexión de la autora. Muchas gracias.