Por Zoé Valdés.
El Líbano fue considerado en otros tiempos la Suiza del Oriente Medio, un gran país civilizado en medio de una cierta barbarie. Especialistas se atreven a confirmar que ése hoy en día ya no sería más el caso.
La enorme explosión a escala de bomba atómica registrada en Beirut el 4 de agosto del año en curso fue la gota que derramó la copa.
La corrupción, el salvajismo político, más una inmigración descontrolada desde Siria, país en guerra, bombardeado por Estados Unidos en tiempos de Obama, más las guerras anteriores con Israel, hicieron del Líbano una tierra de resistencia dejando atrás al país emergente y puntual que había sido.
Los libaneses se caracterizan por ser muy laboriosos, la prueba es el mismo país al que han tenido que reconstruir en más de una ocasión y siempre consiguen hacerlo para mejor.
Los cubanos recordamos a los libaneses de Cuba antes de 1959 y después del desastre castrista, también muy trabajadores y esforzados, siempre avanzando en la dirección del crecimiento, hasta que la tiranía castrista lo impidió.
El Líbano es, qué duda cabe, un país admirable. Pero desdichadamente un país admirable también puede ser destruido por los extremismos y por la corrupción galopante, por el asedio de una inmigración para la que ellos no tendrán jamás una negativa, pues son personas amables y no cerrarán nunca sus puertas a los fugitivos de una guerra en la que se han visto involucrados sin comerla y sin beberla; me refiero a la guerra siria.
Francia intenta mediante el presidente Emmanuel Macron encontrar soluciones para instaurar un nuevo gobierno, para un cambio limpio y seguro. No será fácil.
Estados Unidos lo intenta, por el momento no ha sido posible con la mano tendida del gigante norteamericano. Resultaría casi seguro de que con Donald Trump en un segundo mandato el peligro sería menor y la protección más fuerte.
El Líbano, así lo expresan a diario sus ciudadanos, no puede salvarse solo. Pudieron frente a varias guerras, pero frente a los políticos corruptos y al autoritarismo de Hezbollah, y a la crisis económica que los ha hundido en la pobreza, resulta una afrenta mayor que los aniquila a diario.
Que la Santa Harissa, Nuestra Señora del Líbano, ponga su mano.
Zoé Valdés es escritora y artista. Fundadora y Directora General de ZoePost.
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Amén. Dios permita y se levanten, un pueblo de gente hermosa y honrada. Muy buen artículo.