EDITO

LGI. Veni, Vidi, Vance

Por Zoé Valdés/La Gaceta de la Iberosfera.

El hombre es alto, apuesto, de unos ojos de un azul intenso y límpido; pese a su edad, cuarenta años, muy joven para el cargo que recién ha obtenido en la política mediante elecciones. El hombre posee una historia y una infancia, la que contó en su exitoso libro titulado Hillbilly Elegy, una memoria familiar y de una cultura en crisis (2016), que fue también llevada de manera triunfante al cine. El hombre es un político victorioso, de ahí la razón que me llevó a pensar que un título adecuado para este artículo sería el citado dictado o frase de Julio César que Plutarco descubre en sus Vidas Paralelas: Veni, Vidi, vinci. En este caso, Veni, Vidi, Vance, dado que se trata del vicepresidente de Estados Unidos de Norteamérica, del Partido Republicano: James David Vance.

JD, como le llaman sus más cercanos, está casado con una hermosa mujer hija de inmigrantes, nacida en Estados Unidos. Su nombre es Usha Vance, ejerce de abogada, y se ha convertido en la segunda dama de Estados Unidos cuyos orígenes y religión son hindúes. Los Vance tienen tres hijos pequeños, con los que han viajado últimamente, aunque lógicamente por razones estatales.

Volvamos al hombre, a JD Vance, y su participación en París, en la Cumbre de la Inteligencia Artificial (IA)… Llegó invitado al palacio del Elysées, anochecía, y ahí estaba la rueda de periodistas esperándolo, más unos pocos edecanes de segunda de palacio, nadie más. Las imágenes de un vicepresidente norteamericano completamente perdido al constatar que ninguna autoridad de peso le recibía a las puertas de la sede de gobierno dio la vuelta al mundo. ¿Cómo había sido posible que el presidente Emmanuel Macron hiciera semejante desaire a un vicepresidente de Estados Unidos, de quien todos conocen sus orígenes rurales, y que se estrenaba en su cargo con esta visita? Ni una sola explicación, o sea más bajo y peor.

Al día siguiente, JD Vance acudió a cumplir con su intervención relacionada con la IA frente a los mandatarios y burócratas europeos. Los dejó a todos con la boca abierta, Úrsula Von der Leyen pestañeaba incómoda, aunque su cabeza se mantenía más rígida que un palo, queriendo no trasmitir ningún signo emotivo, se podía presentir que rabiaba por dentro. Vance les cantó las cuarenta de la manera más refinada que puedan imaginar —si no han visto el discurso véanlo—. Sereno, templado, con un inglés refinado, de esa alcurnia que proviene de la gente que desde sus modestos orígenes ha tenido que esforzarse mucho y lo ha conseguido de forma magistral.

Tras llamar a todos por su falta mayor, como censores, y asegurarse de que entendían que Estados Unidos no les dejaría la más mínima posibilidad de hacerles firmar nada que fuera en contra de las libertades y de su nación, el vicepresidente se marchó sin esperar a oír los discursos de Von der Leyen y Macron. El tortazo estuvo tan bien dado, que todavía deben de estar frotándose las mejillas y el trasero. Un adiós cordial a la prensa que aguardaba en la plazoleta, es todo. Había vencido como vencen siempre los norteamericanos cultivados, con una lección de fuerza progresiva, cadenciosa…

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One Comment

  1. Máxima.

    Acertadísima la concomitancia de las tres uves y su observación sobre el enorme JD. Vance.

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