Por Zoé Valdés/La Gaceta de la Iberosfera.
El osorbo (brujería) que le han echado a Cuba, aquella isla, no tiene comparación con nada. Lleva años en semioscuridad, pero ya hace unos días estuvo (nadie sabe hasta cuándo) completamente a oscuras de una punta a la otra. El presidentico títere nombrado a dedo por el tirano alcohólico anunció que no estaban en condiciones para alumbrar nuevamente al país, ¿cuándo han estado en condiciones de algo que no sea de destruir? ¿Cuándo se ha sabido algo certero en Cuba desde 1959 hasta la fecha? Nunca. De modo que es probable que los cubanos vuelvan a tener electricidad para las calendas griegas, lo que ya es un decir. Mientras tanto, los niños mueren de hambre, y los presos políticos enfermos, a los que no se les da la atención médica requerida, se les termina asesinando en las cárceles, como el caso de Gerardo Díaz Alonso, de 35 años, que ha dejado una familia con dos hijos pequeños.
Cuba arrastra más de medio siglo de comunismo, o sea, de eso que llaman «justicia social». Thomas Sowell describió y aclaró el concepto de la siguiente manera: «La envidia alguna vez fue considerada como uno de los siete pecados capitales antes de convertirse en una de las virtudes más admiradas bajo su nuevo nombre: Justicia Social». La envidia, cuando se disfraza de justicia social, no sólo puede acabar con el alma de un país, sino con el país mismo, con su ecosistema, con su existencia física real. Lo convierte en algo amorfo moralmente, en una mancha oscura, que no se deslíe más que a fuerza de plomo o drones. ¿Tendremos que reclamarle al Mossad y a Benjamin Netanyahu que a cambio de alguna parcela de tierra, de la isla de Pinos, antiguo proyecto con Israel en suspense, le meta candela como al macao a estos siniestros «justicieros sociales» panzudos?…
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