Por Zoé Valdés/La Gaceta de la Iberosfera.
Todavía se encontraba tibio el cuerpo sin vida de Jean-Marie Le Pen y ya las hordas izquierdistas e islamistas se habían dado cita en una de las plazas más representativas de París, La Bastilla, para armar su alharaca, brindar con champán, gritar consignas comunistas y antisemitas; sí, lo sé, no es muy coherente acusar de antisemita y de nazi a un muerto, mientras ellos mismos muestran un odio bestial contra los judíos, contra la vida, contra el orden, contra la ley, contra todo lo que les parezca libre y pacífico. Son el odio sedimentado dentro y en lo más hondo de una sociedad sin asideros.
No tuvieron ningún respeto, ni siquiera guardaron los tres días que en Francia se guardan a la hora de referirse a una persona fallecida digna de ser criticada. No acataron miramientos hacia una figura que escribió e hizo parte de la historia en Francia, injuriaron a sus simpatizantes; pero sobre todo agredieron y vituperaron a sus descendientes, a sus hijas, nietos, y demás familiares y amigos. Ofendieron, porque es lo único que conocen, la ofensa. Agraviaron porque son la indecencia contra un país en manos de sus más acérrimos enemigos: el islamo-comunismo.
La intransigencia de la ultraizquierda resulta cada vez más difícil de tolerar; no hay nadie, o bien pocos, ahí enfrente que se atrevan a detener esa capacidad incontrolable y abismal de obstinado desprecio, además del fanatismo que les define.
De nada valieron las palabras educadas y de apaciguamiento en las redes sociales del primer ministro, François Bayrou, y del ministro del Interior, Bruno Retailleau, ambos de partidos políticos distintos, uno del Movimiento Demócrata, y el otro de Los Republicanos, porque esos salvajes no oyen, no hablan, no leen… No saben más que emborracharse, endrogarse, mentir, repetir insolencias y burradas.
La procacidad es la forma elegida por ellos para afrontar las diferencias, los sentimientos bajos son usados como herramientas, como obstáculos insalvables e incalculables. Lo expresaba así Guillermo Cabrera Infante: «Esa ideología es más que una idea, es un sentimiento. No se puede discutir con ideas frente a un sentimiento»…