Por Zoé Valdés/La Gaceta de la Iberosfera.
Hace apenas pocos días mientras veía el telediario de Antena 3 y oí a su corresponsal en Nueva York, José Ángel Abad, referirse a Guantánamo como «una isla»; bien, ése es el nivel de los periodistas y comunicadores, no hay májná. Confundir Guantánamo con una isla cuando en las últimas décadas tanto se ha mencionado y no conocer su ubicación y estructura geográficas significa mucho para poder entender el tema que se está tratando.
Guantánamo es una ciudad situada en el oriente de la isla de Cuba, más precisamente en el sudeste, además es la capital de la provincia de Guantánamo, a los oriundos de esa zona se les denomina guantanameros; de ahí también el origen de lo que se ha convertido en una de las canciones más emblemáticas cubanas, La Guantanamera, que jamás tuvo carácter revolucionario fidelista como se ha querido inocular en las mentes. La Guantanamera contaba y cantaba con frecuencia, desde mucho antes del año del error (1959), los escándalos y crímenes pasionales diversos que iban sucediendo en la sociedad cubana. Después, con el advenimiento del castrato, como con todo, politizaron la letra, y en el mejor de los casos le montaron los versos martianos. Imagino que Abad haya oído en numerosas ocasiones las disímiles estrofas de La Guantanamera y sepa identificarla de sólo oír la melodía, e inclusive tararearla. Sin embargo, ya ven, ignora que Guantánamo no es una isla, tal como él aseveró en vivo a toda España, tal vez para prestarle más tono trágico a las deportaciones que todavía no han ocurrido con personas ilegales en los Estados Unidos.
En Guantánamo se encuentra la base naval norteamericana de Guantánamo, conocida como Guantanamo Bay, arrendada por los Estados Unidos desde 1903 y que, dado todo lo que confiscó el régimen de los hermanos Castro a los Estados Unidos y a ciudadanos norteamericanos, es normal que la negociación para la devolución del territorio al régimen tiránico se haga cada día más improbable. Ojalá no se consiga nunca mientras dure esa tiranía en el poder.
Mucho se habló de «prisión política» y de «presos políticos» (en verdad terroristas) en Guantánamo, vigilados dentro de la base; sin embargo, muy poco o nada se mencionaba entonces las numerosas cárceles castristas del otro lado de las cercas, en esa misma Cuba, donde se torturaba y asesinaban a presos políticos por montones, lo que continúa ocurriendo. Mientras a los terroristas allí detenidos se les veía bien vestidos con sus uniformes naranjas, bien comidos, y bien tratados, y el mundo entero se angustiaba por ellos, del otro lado, el del castrismo, en las cárceles los opositores presos eran obligados a vestir uniformes de presos comunes con la intención de prohibirles el rango diferenciado y merecido de preso político. Nadie se angustió, nadie protestó, nadie dijo ni pío. Bueno, nadie no, yo sí lo hice, lo que me costó que me cerraran puertas de periódicos como El País, entre otros.
Mucho menos todavía se ocuparon, con anterioridad, en el año 1994, cuando la conocida Crisis de los Balseros, que Bill Clinton se negara a recibir a miles de cubanos, y para colmo negociara con el régimen del que estos cubanos huían a que fueran enviados a la base naval donde los ubicaron en carpas, bajo condiciones deplorables, comparadas con las de los terroristas encarcelados tras el 11S, mucho después. Años más tarde me tocó antologar con la editorial Bitzoc aquellas Cartas de los Balseros cubanos desde la base naval de Guantánamo, la mayoría habían sido interceptados en balsas en medio del mar y devueltos a la isla, a la base. Una joven mujer embarazada de ocho meses dio a luz a su niña en uno de esos campamentos, pienso siempre en ella. Otra madre había perdido a su hijo pequeño devorado por los tiburones, pues se le había resbalado de las manos en el momento en que lo alzaba hacia la embarcación estadounidense que ella suponía que venía en su rescate cuando en verdad iba a recogerlos para devolverlos a Guantánamo.
Creo recordar que los únicos que viajaron allí acompañados de autoridades estadounidenses, para intentar dar consuelo a esos cubanos fueron Celia Cruz, Willy Chirino (las imágenes están en YouTube) y no sé si también Gloria Estefan, que me perdone, pero no recuerdo bien. Es conocida la imagen de Celia besando su tierra —aunque del otro lado de las cercas y las minas antipersonales— tras tantos años sin que se le permitiera regresar, ni para el entierro de su madre…