Por Zoé Valdés.
Tildar de “extrema derecha” a todo el que no piense como piensa la extrema ultra izquierda comunista (más de 150 millones de víctimas) se ha convertido en un hábito, en una costumbre, hasta para los mismo conservadores que lo aceptan más bien resignados. No me resigno, de ninguna manera.
De “extrema derecha” califica Le Monde a sabiendas sin importarle más que hacer daño, también lo hace CNN, y toda la prensa reaccionaria de izquierdas.
Pondré como ejemplo a tres presidentes entre los que por sus gestos o acciones podrían ser tratados de extremistas de derechas, y sin embargo nunca ha sucedido. De los tres sólo uno salió victorioso, a medias, de la injuria, echando la pelea contra el marxismo cultural.
El primero, Nicolas Sarkozy, durante su campaña a la presidencia, si mal no recuerdo, se le escapó aquella frase subrayada por los medios como racista, en la que aseguró que había que limpiar los suburbios a manguerazos, tratándolos de chusma. Para su beneficio lo dijo inmerso en una multitud dentro de un suburbio.
Otro ejemplo es el de Joe Biden, cuando “era” con toda evidencia racista, además de pedófilo, lo que es evidente y está registrado en uno de los diarios de una de sus nieta. No añadiré más.
“El exvicepresidente Joe Biden enfrenta preguntas sobre las afirmaciones de que participó en el movimiento de derechos civiles cuando era estudiante en la década de 1960. Shaun King, un destacado sustituto del senador Bernie Sanders (y excolumnista de Intercept), llamó la atención sobre las declaraciones a menudo confusas y, en ocasiones, contradictorias de Biden sobre el papel que desempeñó cuando era joven en la lucha por la igualdad racial en su estado natal de Delaware. Durante la primera candidatura de Biden a la presidencia, en 1987, el entonces senador se describía con frecuencia a sí mismo como un adolescente activista de los derechos civiles, solo para retirar esas afirmaciones más tarde. Más de tres décadas después, después de haber servido bajo el primer presidente negro, Biden parece haber cambiado de opinión nuevamente y ahora se describe a sí mismo como un participante en las protestas contra la segregación en su juventud.”
Y aquí más actual y más preciso:
“No eres negro si votas a Trump y no a mí”.
Y luego éste otro…
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Después tenemos el ejemplo de Pedro Sánchez, al que vemos en el vídeo en plena calle, cuando todavía podía salir y caminar entre los transeúntes sin que lo abuchearan, aunque sólo fuera actuando en su primera campaña, y con todas las cámaras y flashes habidos y por haber a su alrededor, a representar una especie de popularidad entre afroespañoles y, luego de saludarles se sacude y limpia las manos como para quitarse las “miasmas” imaginarias de un color determinado de piel. Nadie en este caso ha tomado este gesto como lo que es más que evidente, un acto, ¿natural en él?, de racismo:
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Pregunto si alguien ha visto a Santiago Abascal, el supuesto lobo de la “extrema derecha”, decir o hacer algo parecido, a los anteriores. No, de ninguna forma. Los vídeos sobran y nunca encontraremos algo ni remotamente similar. Jamás podrán identificar algo similar ni en sus actos, ni en sus palabras, ni en su programa de gobierno.
El único que a medias pudo “salvarse”, entre estos tres presidentes que sí han gobernado, de los ataques de ultra extremista izquierda siendo de centro derechas fue Sarkozy, en la actualidad condenado, a la espera de apelación, por otros asuntos. Sarkozy sabía que la única forma de echar esa batalla era enfrentarse por biais al marxismo cultural, echando mano de mayor programa cultural, local y universal.
A través de su esposa Carla Bruni-Sarkozy, quien había sido de izquierdas para todo el mundo, sobre todo para la prensa, hasta conocerle y casarse con él, se acercó al mundo de la cultura real, no al fabricado por la izquierda desde el marxismo cultural, no, al mundo de la verdadera cultura, la que no se deja chantajear ni le debe nada a nadie, probó su interés por afianzar una relación con esos artistas e intelectuales hartos de la presión mezquina y de la censura de la izquierda mediante el marxismo cultural, y aplicó su política de desencadenar y liberar la cultura. Una de las propuestas que más molestó a los comunistas y que le granjeó muchísima simpatía entre los franceses fue proponer la gratuidad de los museos en días muy especiales del mes, y hasta en tandas nocturnas, promovió las visitas a los museos nacionales donde se encuentra el tesoro cultural de Francia, la gratuidad para beneficiar a la cultura además intensificó las visitas pagadas a los museos en días normales. No fue lo único que propuso e hizo para que el mundo de la cultura pisoteada por la demagogia de la ultra izquierda se rindiera a sus políticas, no pudo volver a gobernar, debido en gran medida a las trampas tendidas por la prensa.
VOX y Santiago Abascal están haciendo algo mayor y nadie los “salva” de insultos y etiquetas, tampoco lo necesitan: están recuperando la cultura de España de un cerco comunista, resituándola a nivel universal con la importancia histórica que tuvo y tiene, con la presencia de escritores, historiadores, filósofos y personas de pensamiento claro, libros, documentales, conferencias a través de la Fundación DISENSO, contrario a lo que remite siempre la ultra izquierda: a ideólogos adoctrinadores, que reducen a España a aquel primer plano de un gazpacho moviéndose dentro de una batidora, a un tinto de verano, y a unas mujeres al borde de un ataque de nervios.
Todavía falta, es cierto, y mucho, pero VOX, creo, lo irá entendiendo cada vez más.
Zoé Valdés. Escritora y artista cubana e hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vermeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.