Por Zoé Valdés/Diario Las Américas.
No una caricia, no fue una galleta, tampoco un puñetazo, lo que en apariencia le sonó la primera dama de Francia a su marido, el presidente Emmanuel Macron, fue una trompada a las dos manos, con agarre y empuje, directo al mentón. Podrán decir lo que quieran; -de hecho, el presidente salió enseguida a aclarar que se trataba de un juego entre ellos. No obstante, tarde, y mal.
Iban a descender del avión que los conducía a un viaje oficial a Vietnam, de pronto se abrió la puertecilla del avión, se vio al presidente en plena faena de esquivar la trompada que, si Philipp Roth estuviera vivo y escribiendo todavía, la clase de novela que se hubiera mandado no tendría precio; le habrían otorgado por fin el Nobel que le escamotearon. Macron, entonces, al percibirse descubierto, en semejante infortunado instante de ridiculez, hizo una de sus muecas fingidas de “aquí no ha pasado nada”, fingió sonriente, saludó al viento, a nadie sabe quién… Pero la trompada se vio en technicolor, cinemascope, y estéreo. Luego, en ralentí, más tarde en cámara rápida chaplinesca. La trompada por fin ha comprobado que en el Elíseo alguien posee una buena derecha, y esa es la de la Brigitte, quien por demás siempre ha votado a la derecha, como bien ha confesado ella, o elle, según Candance Owen y compañía.
Aunque Macron negara después que se trató de una trifulca matrimonial lo que, estamos de acuerdo que tendría que ver con la vida privada de ambos, según parte de la prensa francesa- además se notó que la primera dama, o dame, rechazó en la bajada de los peldaños asirse del brazo de su marido como hubiera sido natural en ella, dado su edad, su figura, y los taconazos que invariablemente calza. Esta vez, con la cara amarrada le negó el brazo que ‘Manu’ le tendió más embarazoso que caballeroso.
En la explicación que posteriormente ofreció Macron expuso que estaba cansado de que cada uno de sus gestos fuese meticulosamente estudiado, que si se tocaba la nariz era porque había cogido perico, que si abrazaba a alguien era que por si tal rasgo amanerado de su personalidad. Lo cierto es que cada uno de los gestos de un presidente de la república siempre ha sido y será escudriñado, máxime si es cierto que se toca demasiado la nariz, si toquetea a los hombres constantemente, y sobre todo si su mujer a punto de saltar del avión le da por entrarle a trompadas durante un viaje oficial.
Macron, que fue elegido en olor de santidad, de centro izquierda, o de centro derecha, según el cristal que a él mismo le convenga mostrarlo, ha perdido una enormidad en popularidad; la última vez que estudié cifras estaba en un 7 por ciento. Ningún presidente anterior ha tenido semejante tumbe de popularidad, y mucho menos se han atrevido a tener la desvergüenza de no convocar de inmediato a elecciones…
Pulse aquí para acceder al sitio y terminar de leer el artículo.