Por Enrique García-Máiquez/El Debate.
Carlos Leáñez Aristimuño (Caracas, 1957) es un políglota experto en políticas lingüísticas. Funge de profesor universitario, pero su libro Por qué el futuro es hispano (Sekotia, 2025) no es un ensayo académico, aunque se beneficia del rigor profesional en su cuerpo de notas y en su despliegue de datos. Ha escrito una proclama para hacernos conscientes de la importancia global del español y de sus oportunidades, que sería un contradiós no aprovechar.
La realidad avala el optimismo de Leáñez Aristimuño. Para dar el tono cita al principio a Adelaida Sagarra: «Saber que procedemos de una gente que se batió con los tres océanos nos defiende de la tentación de acostumbrarse a una charca». Y nos abre horizontes. El español es, técnicamente, una «megalengua», hablada por más de 500 millones de personas, con un grandísimo porcentaje de hablantes maternos. A esto hay que sumar (más bien, multiplicar) las enormes posibilidades que abren los avances de las traducciones automáticas. Como advirtió tempranamente Jacques Attali, en Breve historia del futuro (2006), estamos en el fin de la «guerra de los idiomas» gracias a la tecnología.
Este nuevo marco, que se sale de la sombra imperativa del inglés, es el momento perfecto para aprovechar las potencias que el mundo hispánico tiene: grandes masas, ciberterritorio y lengua española…