Por Julio César Soler Baró.
“El camino de la lucha armada no es el camino que hayan escogido los revolucionarios, sino es el camino que los opresores le han impuesto a los pueblos. Y los pueblos entonces tienen dos alternativas, o doblegarse o luchar. Y luchar de la única forma en que pueden vencer al enemigo“…
-Fidel Castro-
Los castristas saben bien que con meras palabras y marchas dominicales nadie los va a sacar de donde están, ellos lo saben por experiencia propia. Por eso el interés de los mismos en mantener el monopolio de la violencia y al mismo tiempo en la difusión del discurso sobre la lucha no violenta de la oposición cubana.
Y sin embargo se ha convertido en un tabú el hablar a favor de la lucha armada, el considerar a la mandarria una herramienta útil para tumbar murallas, el suponer derribar muros con algo más que palabras, el cuestionar los criterios de quien nos niega el derecho a portar las armas necesarias.
Hemos convertido en un tabú el problematizar las palabras oposición pacífica y democracia, como si toda oposición en sí misma no encerrara un conflicto y conflicto obstáculo y obstáculo colisión y caída y salto y retirada y ganadores y vencidos; como si en la paz de las democracias no existiesen los opresores y aun más los oprimidos, como si la paz nunca hubiese estado al otro lado de la batalla ni siempre a la sombra de la espada.
No creo que la oposición pacífica exista, por eso tampoco creo en que exista la referida lucha pacífica, creo en que existe la lucha por la paz, y que por ende a veces se ha marchado a tal lucha, equivocadamente equipado, y que dicho desequipaje vidas ya nos ha costado.
He llegado a la conclusión de que debemos ser cuidadosos en el empleo de nuestras adjetivaciones, para que los adjetivos sigan siendo adjetivos, maleables, transitorios y no adquieran la rigidez que les defina como sustantivos ni que estos últimos declinen en lo definitivo que solo incumbe a los verbos, pues como dijera K. S. Stanislavski, es el verbo quien da sentido a la acción, entiéndase también inacción, lo cual determina el carácter de la acción escénica, y ésta siempre tiene consecuencias. Por eso más vale que pesemos nuestras palabras.
Peligrosamente, sin tener en cuenta que pacífico no implica desarmado sino a veces mal armado, llamamos oposición pacífica a aquella que no porta armas de fuego, lacerantes o perforo cortantes, y con tal ambigüedad sintáctica nos enfrentarnos a un enemigo que a nuestras acciones da otras, sus genuinas lecturas.
Exigimos al enemigo una respuesta equivalente a lo que nosotros suponemos todo el mundo ve del mismo modo, quiero decir a nuestro modo, y el problema es que para el auditorio hoy en el poder en Cuba y también en Venezuela, las palabras de la oposición son balas, garrotes y dagas y en correspondencia, se defiende. Y es en este punto en el que yo aprecio y recomiendo no desterrar del templo a la mandarria.
Es importantísimo si no queremos boicotearnos mutuamente, considerando que en este punto nacen dos escuelas, hoy divorciadas, de la lucha libertaria cubana, el cómo definimos y aclarar a qué nos referimos y qué implicamos cuando decimos, lucha pacífica: si nos referimos a la lucha que armada de palabras hasta los dientes y sin reparar en la naturaleza de su adversario, persigue conquistar la paz y el estado de derecho y de humanidad para el pueblo cubano, o a la lucha que igualmente persigue la paz y el estado de derecho y de humanidad para el pueblo cubano, pero que está dispuesta en cada ocasión y en dependencia de la naturaleza de su rival y de la batalla, a elegir su blindaje y su armada.
Yo creo que lo determinante es usar el proyectil más efectivo y el arma más cercana a la hora y en cada momento histórico particular. La lucha, a mi modo de ver las cosas, nunca es pacífica. Lucha es lucha y en las luchas siempre habrá quienes mueran y quienes maten, metafórica y/o materialmente. Se puede matar a una mosca con un cañón, el problema es que sin quererlo probablemente también tumbemos la muralla que está detrás de la mosca, si existe una muralla detrás del insecto, por eso más vale usar el periódico para matar moscas y los cañones para derribar murallas y no viceversa.
Julio César Soler Baró, poeta y antropólogo cubano exiliado en Suecia. Oluwo Otura-Nico.
Nunca mas de acuerdo !! esta baboseria del Gandhismo y otros lideres?? pacifistas siempre han escondido dos cosas la iglesia con la “democracia cristiana” que pacta hasta con el diablo o el furtivo socialismo, ahi tenemos ejemplos Gandhi, Mandela y en la Isla..mejor me callo para no ofender sensibilidades . Desde tiempos inmemorables se ha sabido que con dictadores no se dialoga y no hay pacifismo que valga sobretodo cuando ya vamos contando 63 años muchas balas drones y f15 y muerto el perro se acabò la rabia pero en nuestro caso NO!! en nuestro caso a los opositores del blablabla se los han cortado de raiz entoces pues sigan pacificos si tanto les gusta ….
Pingback: La oposición siempre es armada – – Zoé Valdés