La Orden Sueca de los Masones, con más de 275 años de historia, se presenta en su página web (Svenska Frimurare Orden Orden) como «un camino hacia la luz». Esta organización fraternal, que aboga por el crecimiento personal y el compañerismo, reúne a más de 15,500 hombres en Suecia y Finlandia. En un mundo lleno de incertidumbres, la Orden busca reafirmar los valores humanos y los lazos interpersonales.
En tiempos de materialismo, la masonería sueca se define como una fuerza que preserva el espíritu humano. Aunque se basa en el cristianismo, evita imponer dogmas específicos, promoviendo la fe como fundamento de su sistema. Desde su llegada a Suecia en el siglo XVIII, ha crecido rápidamente, estableciéndose la Svenska Frimurare Orden ( Orde Sueca de Masones) en 1780, con unos 180 grupos activos hoy.
La relación de la Orden con la monarquía sueca es histórica; el Rey Carl XVI Gustaf actúa como alto protector. Este vínculo se refleja en la exclusiva Orden de Carlos XIII, que honra a destacados masones. Más allá de sus rituales, la masonería se considera guardiana de un patrimonio cultural y se involucra en acciones humanitarias, como recaudar fondos financieros para el pueblo de Ucrania, mostrando que ayudar al prójimo es una obligación cristiana.
La ausencia de mujeres en la Orden es un tema recurrente. Aunque la masonería sueca se justifica en su historia, sostiene que promueve la igualdad de género en sus actividades sociales. A pesar de su legado medieval, la Svenska Frimurare Orden considera que ella ofrece un mensaje relevante en la actualidad, ayudando a los individuos a encontrar un camino hacia la verdad y la confianza.
Sin embargo, la masonería sueca oculta tensiones. Una investigación reciente reveló que miembros de la Orden han actuado en juicios sin declarar sus vínculos, lo que plantea serias dudas sobre la imparcialidad del sistema judicial. El enfoque cristiano de la Orden actúa como un filtro ideológico, limitando la inclusión de personas de otras creencias.
Detrás de la fachada de igualdad, la masonería sueca opera con un sistema jerárquico que otorga poder a un grupo selecto, creando redes de influencia que desafían la transparencia. La estrecha relación con la monarquía sugiere una falta de democracia simbólica, perpetuando una aristocracia iniciática que contradice los ideales de igualdad.
A pesar del silencio que rodea a la Orden, algunos exmiembros han compartido experiencias de formalismo y vacío espiritual, cuestionando el verdadero propósito de esta organización en la sociedad actual. La masonería sueca, con su rica historia y complejidades, sigue siendo un tema de debate en torno a su relevancia y su lugar en un mundo que busca transparencia y equidad.
Carlos M. Estefanía es un disidente cubano radicado en Suecia.
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