Cultura/Educación

La intención del olvido

Casa de Anna Frank

Por Gloria Chávez Vasquez.

No me reconcilio con la idea de borrar la historia. Si ese fuera el propósito del ser humano, los emigrantes olvidarían su patria, su idioma, sus tradiciones, sus costumbres, hasta sus familiares y amigos. Pero no sucede. Por el contrario, la memoria guarda consigo todo lo que le es indispensable al individuo, para su lucha por la vida. Quienes pierden la memoria en enfermedad o accidente, son personas heridas y condenadas a las penas de un infierno.

Pero los hay que desean destruir para olvidar lo que para ellos es un peso demasiado grande por su ignorancia o incomprensión. Querer borrar el pasado en un acto de ira, de fanatismo, de placer enfermo, es igual a querer matar lo que otros respetan o aman. Habría que inventar un termino para los que destruyen monumentos, iconos, insignias patrios o históricos. Inclusive aquellos erigidos por regímenes o dictaduras sirven para recordar a las futuras generaciones las experiencias ingratas de las anteriores.

Es entendible que después de experimentar a un Hitler, a un Stalin, a un Castro por décadas infames, los pueblos quieran renovarse para seguir adelante con la mirada positiva, descansando en un estado de paz y libertad relativas. Se demuele y se construye con cordura. Que no existe en nuestros tiempos. Las juventudes están impacientes por construir el mundo a su imagen y semejanza. Sin ningún patrón a seguir. Empezar, peligrosamente de cero cuando en realidad los ingenieros sociales están planeando un nuevo orden.

Pero, comencemos por casa, que es como debe ser. Nunca he entendido la ansiedad de los constructores nacionales de demoler casas y edificios con historia propia. Cuando en países mas adelantados se conservan como museos o nichos de cultura. Los hogares de escritores o figuras, que contribuyeron al adelanto social y cultural de un país, se convierten entonces en lugares de peregrinaje y turismo, fuente de información educativa, y de paso de ingresos para echar adelante la cultura. Se promueve con ello la literatura, las actividades que involucren a escolares y profesionales.  Ejemplos múltiples de ello son los hogares de Mark Twain o Herman Melville, en Estados Unidos, los de Charles Dickens y Agatha Christie en Inglaterra, los talleres de Picasso, de Dalí, de Van Gogh en España y Francia y aunque no fue su casa, sino el sitio donde se refugió la familia durante el trágico régimen Nazi en Ámsterdam, (Holanda) La llamada Casa de Ana Frank.

En Colombia existió un hogar, donde por décadas se cultivó todo lo bueno que produce el ser humano: los valores morales, las artes y la caridad al prójimo. La casa, como un vórtice privilegiado por donde entraron las musas, inspiró bellas obras a sus habitantes y visitantes. Allí se editó una revista literaria con el nombre de la ciudad (Manizales) y que viajó por todo el mundo promoviendo las letras colombianas.

Si el juicio y la sabiduría lo hubiesen permitido, esa casa, propiedad de la familia Jaramillo Isaza, que contuvo a escritores y poetas y en donde a diario tenían lugar las tertulias con invitados como Porfirio Barba Jacob, sería hoy en día un prestigioso museo en honor a Juan Bautista, Blanca y Aida tres de los escritores que más han aportado a su tierra patria.

La fiebre de construcción en nuestros países, es responsable por la destrucción de cientos de lugares significativos para los ciudadanos estudiosos o respetuosos de sus ancestros, entre ellos pintores, escritores, pensadores, humanistas, que fueron tabla de salvación de quienes necesitan de algo mas que un conglomerado de habitantes viviendo en altos edificios con nombres extranjeros.

 

Gloria Chávez Vásquez es escritora, periodista y educadora residente en Estados Unidos.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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