Por Carlos Manuel Estefanía.
Desde mi rincón en el norte europeo —donde los valores de comunidad, bienestar e identidad cultural siguen guiando el debate público conservador— observo con interés creciente, y como referencia, una transformación silenciosa que está afectando a la nación estadounidense en Norteamérica: la no comentada, mediáticamente y políticamente hablando, inmigración tecnológica asiática.
Hace unos años, un familiar cercano radicado en Estados Unidos me compartió una observación inquietante. Mientras se critica con vehemencia la inmigración indohispana, que en general asume trabajos que los nativos rechazan, hay un silencio notable respecto a la inmigración indoasiática, que sí compite directamente con los profesionales estadounidenses en sectores estratégicos. Esa asimetría, poco debatida, amenaza la cohesión de la nación.
En medio de tantos análisis superficiales y titulares efímeros, a veces surge una pieza con el coraje y la lucidez necesarios para atravesar la niebla propagandística. Así es el ensayo “Dispossessing America Again”*, de Meg Hansen, publicado en Chronicles Magazine. No es una lectura cómoda, pero sí indispensable para quienes aún creen en el valor de la soberanía, la cohesión social y la dignidad del profesional local dentro de la nación norteamericana.
Hansen identifica lo que llama el “segundo ciclo de despojo”. El primero fue la desindustrialización, que vació fábricas y dejó a la clase obrera norteamericana vulnerable ante la competencia china. El segundo, más sutil pero igual de dañino, apunta ahora al corazón de la clase profesional: los trabajadores STEM. Es decir, aquellos formados en Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas. En concreto:
• Ciencia: biólogos, físicos, químicos, investigadores.
• Tecnología: programadores, analistas, expertos en redes y ciberseguridad.
• Ingeniería: desde civil hasta aeroespacial.
• Matemáticas: estadísticos, actuarios, analistas financieros.
Estos campos requieren formación avanzada y representan la columna vertebral de la innovación y la competitividad nacional.
Hansen denuncia cómo programas como las visas H-1B y L-1 están siendo usados no para suplir necesidades reales, sino como herramientas de arbitraje laboral. Se reemplaza al talento estadounidense por trabajadores más baratos y maleables, importados en gran parte desde India. El costo no es solo económico, sino profundamente cultural y cívico.
Desde Suecia —país que intenta equilibrar apertura migratoria con preservación identitaria— encuentro en la lectura de Hansen un llamado de alerta que resuena con fuerza. Ella no se pierde en tecnicismos ni en fríos cálculos del PIB. Entiende, como todo verdadero conservador, que una nación no es un mercado, sino un legado vivo de historia, lengua y lealtades compartidas.
Con argumentos sólidos, desarma mitos muy difundidos. ¿Falta talento local? Hansen recuerda que millones de graduados estadounidenses en STEM están desempleados o subempleados. ¿Racismo? No se trata de eso, sino de la necesidad legítima de proteger a los propios. Tildar de racista toda crítica al sistema es, en este caso, una estrategia para evitar el debate y mantener los privilegios de una élite transnacional.
Y hay más. Las consecuencias culturales son profundas: los patrones de voto, las visiones del mundo, la falta de asimilación… todo esto fragmenta el tejido social necesario para la vida republicana. Hansen no culpa al inmigrante individual, sino al sistema que lo instrumentaliza a costa del ciudadano.
“Dispossessing America Again” es, en definitiva, una advertencia que no se debe ignorar. Las familias, las comunidades y el alma de la nación norteamericana están en juego. Meg Hansen ofrece un diagnóstico honesto y valiente; celebro su claridad.
Estados Unidos no es una plataforma de servicios globales. Es una nación. Y toda nación que quiera durar debe cuidar de los suyos.
Foto Meg Hansen.
Nota:
*Artículo original: Dispossessing America Again, por Meg Hansen – Chronicles Magazine
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Carlos M. Estefanía es un disidente cubano radicado en Suecia.
”La vida es una tragedia para los que sienten y una comedia para los que piensan”
Redacción de Cuba Nuestra
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