Por Félix Antonio Rojas.
Llevamos más de 62 años poniendo sistemáticamente los muertos de este lado, es hora ya, que los delincuentes que han destrozado a la patria en demasía, pongan sus cuerpos y a los suyos en las funerarias.
El acto poético y liberador más reconfortante de un pueblo es, cuando cuelga al tirano que lo sometió y a sus verdugos en la plaza donde tiempos atrás colgaban a los inocentes.
Dejar a un asesino con vida, te hace cómplice de sus crímenes.
No dejemos que la ingenua y placentera lucha pacífica, opaque y relegue a la única solución viable por aniquilar el mal y la infección esparcida por toda la Isla. La sangre de los que han pisoteado la dignidad, la paz y la vida de parte de ese inofensivo pueblo, debe ser derramada como símbolo, de un final de una época oscura llena de miserables criminales, para dar luz a un nuevo amanecer de hombres libres y justos.
Si Raúl Castro implosiona de muerte natural y se escapa de una justa ejecución
no afligirse
aún queda Alejandro Castro Espín.
Nadie siente nostalgia y añoranza por las ratas,
y si están muertas
mucho menos.
El ejemplo del pueblo Rumano ajusticiando a los criminales de la familia Ceausescu debe ser la única opción higiénica de cada nación oprimida por homicidas y corruptos malhechores.
Matar a un tirano no es malo, dejarlo con vida sí.
Las 12 tribus de Israel no son ahora un país próspero, vanguardista y puntero en investigaciones y descubrimientos científicos, por perdonar a sus enemigos y poner la otra mejilla, sino por la ley del Talión. Sigamos el ejemplo de ese sagrado e inteligente pueblo.
En una familia de un gánster, todos son gánsteres… hasta los perros.
En el preciso momento que la bala destroce la cabeza de uno de ellos, no te detengas en ver la masa encefálica y los pedazos de cráneos esparcidos por la habitación, recuerda a los 12 niños del remolcador 13 de Marzo, cuando sus pequeños pulmones se llenaban de agua y quedaban asfixiándose, en convulsiones y espasmos, sin sueños, sin juegos infantiles, ni estrellas ni planetas que conquistar, rígidos, con los ojos abiertos de terror, sin saber porque estaban muertos, 12 niños, cayendo, juntos sin vidas, hacia el fondo del mar, por órdenes de dos hermanos criminales, vestidos de verde olivo, en sus oficinas sonrientes, después de defecar todos sus crímenes, de su revolución de mierda…
Hitler y Jack el Destripador no tuvieron hijos, los Castros sí.
Félix Antonio Rojas es friki freelancer.
Pingback: La importancia de matar a un Castro – – Zoé Valdés
Cuanta razón tienen tus palabras. Un abrazo …
Tal cual lo expones: toda defensa es valida, toda venganza es valida, toda revancha es valida acaso no lo hicieron ellos- los rufianes de otrora devenidos asesinos?
Les hace falta ese personaje de Stieg Larsson con su cerilla y el bidon de gasolina porque las ratas se eliminan asi. Abajo los Castro!!!
Que bueno y maravilloso. Es primera vez que se habla con justeza del tema.
Por mi parte, mis convicciones personales y religiosas me impiden desear que se mate a ninguna persona. Pero no me impiden desear que se le encarcele en las peores condiciones hasta su muerte natural.
concuerdo plenamente mientras exista una sola semilla el cancer seguirà su nefasta reproduccion porque hacer enjuiciar los nacistas y fascistas y dejar morir en su lecho a criminales iguales? no enjuiciar y condenar a la pena maxima los dictadores comunistas es ser complices de una ignominia