Por Orlando J. Coré Fernández
1
¡ (…) después de haberme resucitado alma y cuerpo,
que todos los que me vieron se espantaban de verme viva!
Vida (6,4) de Teresa de Jesús.
Si a Santa Teresa de Jesús no la hubiese resucitado de verdad el Señor, en el libro de su Vida, que ella misma escribió, en 1562, por obediencia a sus confesores y aun el Señor sé yo lo quiere muchos día ha, sino que yo no me he atrevido (prólogo de la Vida), no se habría atrevido a escribir: Es verdad, cierto, que me parece estoy con tan gran espanto llegando aquí y viendo cómo parece me resucitó el Señor, que estoy casi temblando entre mí (Vida 5, 5).
En tomando el hábito (a 2 de noviembre de 1533, en el monasterio de las Carmelitas de la Encarnación, de Ávila¹) … La mudanza de la vida y de los manjares me hizo daño a la salud; que, aunque el contento era mucho, no bastó. Comenzáronme a crecer los desmayos y dióme un mal de corazón tan grandísimo, que ponía espanto a quien le veía, y otros muchos males juntos; y así pasé el primer año con harta mala salud, aunque no me parece ofendí a Dios en él mucho. Y como era el mal tan grave que casi me privaba el sentido siempre, y algunas veces del todo quedaba sin él, era grande la diligencia que traía mi padre para buscar remedio; y como no le dieron los médicos de aquí, procuró llevarme a un lugar adonde había mucha fama de que sanaban allí otras enfermedades, y así dijeron harían la mía… En la casa que era monja no se prometía clausura (Vida 4, 2-4).
Estuve en aquel lugar tres meses con grandísimos trabajos, porque la cura fué más recia que pedía mi complexión. A los dos meses, a poder de medicinas me tenía casi acabada la vida, y el rigor del mal de corazón, de que me fui a curar, era mucho más recio; que algunas veces me parecía con dientes agudos me asían de él, tanto que se temió era rabia…
Con esta ganancia me tornó a traer mi padre, adonde tornaron a verme médicos. Todos me desahuciaron; que sobre todo este mal, decían estaba hética… (Vida 5, 4)
Vino la fiesta de Nuestra Señora de Agosto, que hasta entonces desde abril había sido el tormento, aunque los tres postreros meses mayor. Di prisa a confesarme, que siempre era muy amiga de confesarme a menudo. Pensaron que era miedo de morirme, y por no me dar pena, mi padre no me dejó. ¡Oh amor de carne demasiado, que aunque sea de tan católico padre y tan avisado, que lo era harto, que no fué ignorancia, me pudiera hacer gran daño! Dióme aquella noche un parasismo, que me duró estar sin ningún sentido cuatro días, poco menos. En esto me dieron el Sacramento de la Unción, y cada hora o momento pensaban expiraba, y no hacían sino decirme el Credo, como si alguna cosa entendiera. Teníanme a veces por tan muerta, que hasta la cera me hallé después en los ojos².
La pena de mi padre era grande de no haberme dejado confesar; clamores y oraciones a Dios, muchas. Bendito sea Él, que quiso oírlas, que teniendo día y medio abierta la sepultura en mi monasterio esperando el cuerpo allá y hechas las honras en uno de nuestros frailes, fuera de aquí, quiso el Señor tornase en mí. Luego me quise confesar…
Es verdad, cierto, que me parece estoy con tan gran espanto llegando aquí y viendo cómo parece me resucitó el Señor, que estoy casi temblando entre mí (Vida 5, 5).
Teresa, barroca, en una compleja estructura linguística donde aparece el verbo aparecer llevando, primero, un complemento indirecto: me parece, denotando opinión; opinión que refuerzan previamente dos oraciones de sujeto elíptico: Es verdad, cierto, (cuya absoluta autoridad no deja lugar a dudas) y aparece, después, en una oración subordinada exclamativa: cómo parece me resucitó el Señor, parecería estar queriendo desaparecer o al menos dejar en la penumbra la realidad del milagro. Sombra y luz, como en las espirales de una columna salomónica, el barroco teresiano se ramifica prodigiosamente y únicamente en virtud de su humildad, de su santidad:
… Siempre en cosas dificultosas, aunque me parece que lo entiendo y que digo verdad, voy con este lenguaje de que «me parece»; porque si me engañare, estoy muy aparejada a creer lo que dijeren los que tienen letras muchas; porque aunque no hayan pasado por estas cosas, tienen un no sé qué grandes letrados, que como Dios los tiene para luz de su Iglesia, cuando es una verdad, dásela para que se admita; y si no son derramados sino siervos de Dios, nunca se espantan de sus grandezas, que tienen bien entendido que puede mucho más y más. Y, en fin, aunque algunas cosas no tan declaradas, otras deben hallar escritas, por donde ven que pueden pasar estas. (capítulo 1,7; Moradas quintas de Las Moradas de Santa Teresa de Jesús, de 1577).
Como después de escuchar a Bach los oídos del alma solamente apetecen el silencio, el verbo inspirado de Teresa de Jesús trastoca la aridez del idioma y la pobreza del habla en palabras que resuenan y fulguran, multiplicando sonidos armónicos y prendiendo, en el alma velada por tanta luz desalmada, el fuego del Amor.
Tengo para mí, yo que no soy digno de descalzar a la gran poeta mística, que Teresa de Jesús fue de verdad resucitada por el Señor, que así la hacía nueva para emprender el doloroso camino que la convertiría en doctora y reformadora de la Iglesia; camino de santidad, que, recién resucitada (el año 22 de su vida, si no equivoco la cuenta), la santa emprende gozosa, tal como nos lo sigue contando en su rico estilo barroco en el libro de su Vida (6, 1):
… Di luego tan gran prisa en irme al monasterio, que me hice llevar así. A la que esperaban muerta, recibieron con alma; mas el cuerpo peor que muerto, para dar pena verle. El extremo de flaqueza no se puede decir, que sólo los huesos tenía ya. Digo que estar así me duró más de ocho meses; el estar tullida, aunque iba mejorando, casi tres años. Cuando comencé a andar a gatas, alababa a Dios.
2
Aficionada, como don Quijote, de niña, por influencia de su madre doña Beatriz Dávila y Ahumada y a escondidas de su padre don Alonso Sánchez de Cepeda, a los libros de caballerías, Teresa de Jesús, en el libro de su Vida, parecería estar evocando la estructura de ese tipo de literatura cuyo caos, en el próximo siglo, Cervantes se encargaría definitivamente de sintetizar con El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de 1605. Pero, esas mil y una historias que don Miguel de Cervantes Saavedra consigue por su ingenio engarzar en la novela de las novelas, en la autobiografía de la santa reformadora son las etapas o los estados de un misterio; el misterio del Amor entre el alma y Dios … Éstas [palabras] me dice Su Majestad muchas veces, mostrándome gran amor: “Ya eres mía y Yo soy tuyo”. Las que yo siempre tengo costumbre de decir, y a mi parecer las digo con verdad, son: “¿Qué se me da, Señor, a mí de mí, sino de Vos?” (Vida 39, 21); etapas o estados transcritos según el orden en que le han sido revelados y que se proyectan concretamente en los pasajes de su vida y de su obra como reformadora de la Orden Carmelitana.
José Lezama Lima, en uno de sus Sonetos infieles hace referencia a un pasaje de la Vida de santa Teresa de Jesús. Teresa, como sabemos, antes de su muerte y resurrección, ha sido sacada del convento de la Encarnación de Ávila, su primera casa como monja, y trasladada por su padre, en compañía de una amiga monja de la misma casa, al hogar de una de sus hermanas carnales, cercano al lugar (Castellanos de La Cañada) donde dentro de poco comenzarán a practicarle las curas de caballo que acabaron de empeorar su mala salud. El cura del susodicho lugar de las curaciones estaba en pecado mortal y de confesor de Teresa se convierte con los días en el penitente de la joven monja, quien termina deshaciendo la brujería que tenía esclavizada el alma del pobre clérigo. Disfrutemos unos fragmentos del pasaje en cuestión, de la Vida (5, 2-3) de Teresa de Jesús:
Pues comenzándome a confesar con éste que digo, él se aficionó en extremo a mí … No fué la afección de éste mala; mas de demasiada afección venía a no ser buena… con el embebecimiento de Dios que traía, lo que más gusto me daba era tratar cosas de él; y como era tan niña, hacíale confusión ver esto, y con la gran voluntad que me tenía, comenzó a declararme su perdición. Y no era poca, porque había casi siete años que estaba en muy peligroso estado con afección y trato con una mujer del mismo lugar, y con esto decía misa. Era cosa tan pública, que tenía perdida la honra y la fama, y nadie le osaba hablar contra esto. A mí hízoseme gran lástima, porque le quería mucho; que esto tenía yo de gran liviandad y ceguedad, que me parecía virtud ser agradecida, y tener ley a quien me quería. ¡Maldita sea tal ley, que se extiende hasta ser contra la de Dios! Es un desatino que se usa en el mundo, que me desatina…
Procuré saber e informarme más de personas de su casa. Supe más la perdición, y vi que el pobre no tenía tanta culpa; porque la desventurada de la mujer le tenía puestos hechizos en un idolillo de cobre, que le había rogado le trajese por amor de ella al cuello, y éste nadie había sido poderoso de podérselo quitar. Yo no creo es verdad esto de hechizos determinadamente; mas diré esto que yo vi, para aviso de que se guarden los hombres de mujeres que este trato quieren tener, y crean que, pues pierden la vergüenza a Dios -que ellas más que los hombres son obligadas a tener honestidad-, que ninguna cosa de ellas pueden confiar…
Pues como supe esto, comencé a mostrarle más amor. Mi intención buena era, la obra mala; pues por hacer bien, por grande que sea, no había de hacer un pequeño mal. Tratábale muy ordinario de Dios. Esto debía aprovecharle, aunque más creo le hizo al caso el quererme mucho; porque, por hacerme placer, me vino a dar el idolillo, el cual hice echar luego en un río. Quitado éste, comenzó, como quien despierta de un gran sueño, a irse acordando de todo lo que había hecho aquellos años; y espantándose de sí, doliéndose de su perdición, vino a comenzar a aborrecerla… Al cabo de un año en punto, desde el primer día que yo le ví, murió. Y había estado muy en servicio de Dios, porque aquella afición grande que me tenía, nunca entendí ser mala, aunque pudiera ser con más puridad; mas también hubo ocasiones para que si no se tuviera muy delante a Dios, hubiera ofensas suyas más graves. Como he dicho, cosa que yo entendiera era pecado mortal, no la hiciera entonces. Y paréceme que le ayudaba a tenerme amor ver esto en mí… Tengo por cierto está en carrera de salvación. Murió muy bien y muy quitado de aquella ocasión; parece quiso el Señor que por estos medios se salvase.
El gran barroco cubano del siglo XX, José Lezama Lima, recrea el tema teresiano en uno de los Sonetos infieles de su libro Enemigo rumor, de 1941.
A SANTA TERESA SACANDO UNOS IDOLILLOS
…por hacerme placer, me vino a dar el idolillo,
el cual hice echar luego en un río. Santa Teresa: Vida
Los ídolos de cobre sobre el río
pusiste en obra del amor llagado.
Su casta fuera, redoble enamorado
tuerce la mueca de inhumano brío.
Cuando la imagen balbuciente al frío
lastima su rostro, espejo despreciado,
y demonio alado disfraza el poderío
que es menester para no ser penado.
Navega el ídolo y no se cierra,
flor especial en noche eterna crece,
cerca al rocío, ángel de la tierra.
Y así en enojos al barro se decrece.
Sólo el fuego libera si se encierra
y sin buscar el fuego, palidece.
Otro soneto, éste del neo-barroco cubano, del siglo XX, Severo Sarduy, dedicado a santa Teresa de Ávila …único escritor que conozco bastante bien y que leo todos los días… Mi devoción por ella es, pues, religiosa a través de la textualidad… (Poesía bajo programa, 1991, de S. Sarduy), hace referencia a un retrato de la santa hecho por un monje pintor; también, a una de las experiencias místicas más conocidas de la santa y, finalmente, a su obra reformadora.
Dios te perdone, Juan de la Miseria,
que la pintaste legañosa y fea,
y perdone también a quien la vea
bajo este ruin difraz de la materia
y no bajo el de un ángel abrasado
que otro ángel, por amor, flecha y castiga.
-No hay nada que se piense o que se diga
más hondo que ese amor y su cuidado-.
El reino recorrió diseminando
no la revolución, mas la reforma
radical, sin violencia –siempre y cuando
fuera posible-. Aunque maltrechos sobre
los caminos, sus pies fueron la norma.
De andar y desandar. De andar, la pobre.
En Vida (29, 13), nos revela Teresa: Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla. Aunque muchas veces se me representan ángeles, es sin verlos … Esta visión quiso el Señor le viese así. No era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan. Deben ser los que llaman querubines, que los nombres no me los dicen; mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de unos ángeles a otros y de otros a otros, que no lo sabría decir. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Éste me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento.
3
El mismo año de 1562 en que Teresa escribe el libro de su Vida, abre sus puertas el monasterio de San José de Ávila: el primero de diecisiete monasterios de monjas que a lo largo de veinte años Teresa de Jesús funda para guardar la Regla de Nuestra Señora del Carmen, y cumplida ésta sin relajación (Vida 36, 26).
Estamos en el siglo dieciséis: ser mujer y monja por añadidura obliga a obediencia por partida doble. Pero, como le habla el Señor: «Hija, la obediencia da fuerzas» (Prólogo de Las Fundaciones), Teresa de Jesús, una mujercilla tan sin poder… una pobre monja descalza… una hormiga (L. F. 2, 4-6-7)… una romera (L. F. 3, 2), descalza a monjas y frailes carmelitas y los devuelve a la clausura y a la pobreza originales, sin renta³: …y acabando un día de comulgar, díjome el Señor: «Ya te he dicho que entres como pudieres». Y a manera de exclamación, también me dijo: «¡Oh codicia del género humano, que aun tierra piensas que te ha de faltar! ¡Cuántas veces dormí yo al sereno por no tener adonde meterme!» (Vida 33, 12). Un poeta místico, fray Juan de la Cruz, es de los primeros que ayudará a Teresa en la fundación de los monasterios para frailes carmelitas descalzos: …Él era tan bueno, que, al menos yo podía mucho más aprender de él que él de mí… (L. F. 13, 5).
Viviendo en Guadalajara, la de España, una tarde de 1998, me fui con el matrimonio de poetas amigos míos Juan Miguel Domínguez Prieto e Inmaculada Álvarez Pedreira y Clara e Inés, sus dos niñas, de excursión a Pastrana, donde cuenta Teresa de Jesús, en su libro de Las Fundaciones, se fundaron sendos monasterios reformados para frailes y para monjas, respectivamente, por deseo de los príncipes de Éboli: En lo que toca a las monjas, estuvo el monasterio allí de ellas en mucha gracia de estos señores, y con gran cuidado de la princesa en regalarlas y tratarlas bien, hasta que murió el príncipe Ruy Gómez, que el demonio, o por ventura porque el Señor lo permitió, Su Majestad sabe por qué, con la acelerada pasión de su muerte entró la princesa (doña Ana de Mendoza) allí monja (L.F. 17, 16). Mientras que los historiadores no se cortan enumerando los pecados de la popular princesa del parche en el ojo, la santa Teresa arguye a favor de la princesa de Éboli*: Con la pena que tenía, no le podían caer en mucho gusto las cosas a que no estaba usada de encerramiento… que aun después que dejó el hábito estando ya en su casa, le daban enojo, y las pobres monjas andaban con tanta inquietud, que yo procuré, con cuantas vías pude, suplicándolo a los prelados que quitasen de allí el monasterio… y remata: …y una criada que llevó consigo, que, a lo que se entiende, tuvo toda la culpa (L.F. 17, 16-17).
En mi cuaderno España, en el poema “Estrella negra”, en los versos: En otro abismo tu imagen se deshace / al ardor de la zarza que bebe sus espinas, aludo a una tradición según la cual –me explicaron aquella tarde mis amigos Juan e Inma, mostrándome la planta, aún viva- la zarza nacida en los alrededores del convento perdió sus espinas al ser tocada por santa Teresa de Jesús. Y también me enseñaron la cueva donde, es tradición, san Juan de la Cruz oró.
A boca de noche -bello tropo teresiano (L.F. 15, 9)- dejamos la villa de Pastrana, la de uno de los primeros monasterios de frailes carmelitas descalzos y la del quitado convento de monjas carmelitas descalzas; la villa donde moriría encerrada por orden real la princesa del ojo tapado. Una niebla espesa, que los focos del coche que Inma conducía no lograban traspasar, nos hizo el camino, a tientas, de vuelta a la ciudad de Guadalajara, un ejercicio espiritual, que, ahora, a la distancia de los años transcurridos, mientras releeo a santa Teresa de Jesús y esto escribo, cobra quizá su significado.
En las postrimerías de la primera década del siglo XXI, invitado a un programa de radio de una emisora católica del sur de la Florida, en los Estados Unidos de América, me refería a una de las visiones o revelaciones que santa Teresa de Jesús transcribe en su Vida (38, 23); repentinamente, demudado el semblante, el cordial director y presentador del espacio me interrumpió para aclarar a la audiencia que a mí me había autorizado a participar en el programa el gerente de la emisora, desmarcándose así de mis palabras, que no eran otras que las de Teresa de Jesús:
Llegando una vez a comulgar, vi dos demonios con los ojos del alma, más claro que con los del cuerpo, con muy abominable figura. Paréceme que los cuernos rodeaban la garganta del pobre sacerdote, y vi a mi Señor con la majestad que tengo dicha puesto en aquellas manos, en la Forma que me iba a dar, que se veía claro ser ofendedoras suyas, y entendí estar aquel alma en pecado mortal. ¿Qué sería, Señor mío, ver vuestra hermosura entre figuras tan abominables? Estaban ellos como amedrentados y espantados delante de Vos; que de buena gana parece que huyeran si Vos los dejárais ir. Dióme tan gran turbación, que no sé cómo pude comulgar, y quedé con gran temor, pareciéndome que si fuera visión de Dios, que no permitiera Su Majestad viera yo el mal que estaba en aquel alma. Díjome el mismo Señor que rogase por él, y que lo había permitido para que entendiese yo la fuerza que tienen las palabras de la consagración, y cómo no deja Dios de estar allí por malo que sea el sacerdote que las dice; y para que viese su gran bondad, cómo se pone en aquellas manos de su enemigo, y todo para bien mío y de todos… Harto gran provecho me hizo y harto conocimiento me puso de lo que debía a Dios. Sea bendito por siempre jamás.
Teresa de Jesús fue mandada a encerrarse en uno de los conventos por ella fundados …tráenme un mandamiento dado en Definitorio, no sólo para que no fundase más, sino para que por ninguna vía saliese de la casa que eligiese para estar, que es como manera de cárcel (Las Fundaciones 27, 19). Y es mandada también -el libro de su Vida en manos de la Inquisición- a escribir el de Las Moradas: “¿Para qué quieren que escriba? Escriban los letrados que han estudiado, que yo soy una tonta y no sabré lo que me digo; pondré un vocablo por otro, con que haré daño; hartos libros hay escritos de cosas de oración. Por amor de Dios, que me dejen hilar mi rueca y seguir mi coro y oficios de religión, como las demás hermanas, que no soy para escribir ni tengo salud ni cabeza para ello” –responde Teresa al cura Jerónimo Gracián, prelado de la santa a la sazón, que la manda a escribir la nueva obra (Introducción y notas de José Vicente Rodríguez a Las Moradas; Ávila, 2000). A san Juan de la Cruz lo meten en una cárcel de la que, gracias a Dios, se fugó.
Teresa de Jesús, «fémina inquieta, andariega, desobediente y contumaz, que a título de devoción inventaba malas doctrinas… enseñando como maestra contra lo que san Pablo enseñó, mandando que las mujeres no enseñasen» -tal como afirmaba el Nuncio de Su Santidad, llegado a Madrid en 1577- a pesar de todo: «…Otras muchas cosas que no son para decir tratan de mí esos benditos» (José Vicente Rodríguez a L. M.) sigue escribiendo.
En el Prólogo de Camino de perfección, otro de sus libros, Teresa se refiere de nuevo al libro momentáneamente confiscado de su Vida: Pocos días ha me mandaron escribiese cierta relación de mi vida… Podrá ser no quiera mi confesor le veáis, y por esto pondré aquí alguna cosa de lo allí va dicho y otras que también me parecerán necesarias. Escribe los Conceptos del Amor de Dios, preciosísima exégesis de los «Cantares» de Salomón. Escribe las Exclamaciones del alma a Dios. Escribe poemas, relaciones y cartas. Escribe: …por ver si pudiese ser parte para que un alma alabase más a Dios (Las Moradas sextas 6, 3); …obrar y padecer… en obediencia y aprovechamiento de los prójimos… es regalarle y hacer por Él, dicho por su boca: «Lo que hicisteis por uno de estos pequeñitos, hacéis por Mí» (Las Fundaciones 5, 3).
Como resucitó Jesús a la niña de Jairo (Mt. 9. 18), al joven hijo de la viuda de Naín (Lc. 7. 11) y a su amigo Lázaro (Jn. 11. 38) y más tarde san Pedro resucitara a una discípula llamada Dorcas (Hch. 9. 36), yo creo que Teresa de Jesús fue resucitada por el Señor.
Murió la santa el 4 de octubre de 1582, año de la corrección gregoriana: Después del jueves 4 de octubre de 1582 vino el viernes 15 de octubre de 1582, en que fue sepultada. Parece que, de nuevo, el Señor estuviera así llamando nuestra atención hacia su amada Teresa:
A esta tuve por amiga mientras estuve en la tierra [María Magdalena], y á ti tengo ahora que estoy en el Cielo.
Si no hubiera criado el Cielo, para ti sola le criara.**
Hialeah, Florida, junio 21; 2013.
¹ En el Libro I de VIDA DE LA BIENAVENTURADA MADRE TERESA DE JESÚS de Fray Diego de Yepes, encontramos:
No tenía cumplidos veinte años quando tomó el habito año de 1533, y fue este dichoso dia, el segundo de Noviembre, que la Iglesia tiene dedicado para rogar por las animas de los difuntos (Capítulo IV)
- Presentado Fr. Pedro Ibañez (que fue el que mas la trató á sus principios), el cual hablando de esta materia, dice asi […] hasta que de diez y nueve años fue Dios servido se metiese Religiosa en la Encarnacion […] (Capítulo VIII)
² Un año más tarde de haber escrito y publicado el artículo en la revista, me encuentro la biografía TERESA OF AVILA de Marcelle Auclair, en inglés, entre un grupo de libros desechados de un librero del MDC:
Not Quite So Much!: Suddenly Teresa painfully raised her eyelids which were weighted down by the now cold wax of the funeral tapers. She saw the capilla ardiente and other tokens of death around her, with her sisters waiting to carry away the corpse, and she gropingly fingered the shroud.
Her first words were to ask once again for the sacraments. Then she continued speaking; her faint voice seemed to be coming from a long way off; she was alive, but she had not yet completely returned to earth. She said: ‘Why did you call me back?’ She declared she would have much to do in this world, they had told her so where she had been-in heaven. But she had seen hell, too. In her confused sentences interrupted by sobs-her pillow was wet with tears-they made out the words: ‘convents … foundations … to save souls …’ Finally she said:
‘Don’t think me dead until you see my body covered with cloth of gold …’
Hoy, 17 de julio de 2015, encuentro este fragmento en el libro God Alone Suffices de Jean Jacques Antier:
«The doctors declared her dead. At the Incarnation, her grave was dug at the cemetery, and two Carmelites came to her father’s house to claim her body. Her Carmelite brethren chanted the Office of the Dead.
Only Don Alonso still hoped against all hope. But after four days had passed, he deferred to the evidence: his beloved daughter was dead! According to custom, wax was poured on the eyelids, shut forever.
She was about to the buried when she woke up, quite astonished at being alive. Frantically sitting up in her bed, she cried out: I asked for a confessor!»
(2015) Para que no quedasen hundidos los ojos se ponía cera debajo de los párpados. (Embalsamamientos) www.gorgas.gob.pa
En el Libro I Capítulo VI de VIDA DE LA BIENAVENTURADA MADRE TERESA DE JESÚS, YEPES nos dice:
[…]Esta estaba al parecer tan muerta, que la hubieran enterrado, si su padre no lo estorbara muchas veces, porque conocía mucho de pulso, y no podía creer que estuviese muerta. Y quando le decian la enterrase, respondía: esta hija no es para enterrar. Al cabo de estos quatro días, volvió en su sentido, y hallóse con la cera en los ojos, y los de su padre y hermanos llenos de lágrimas, que la lloraban ya como muerta. Y comenzó á decir, que para que la habian llamado, que estaba en el Cielo, y que su padre y otra Monja de la Encarnación, amiga suya, llamada Juana Suarez, se habian de salvar por su medio, y vió también los Monasterios que habia de fundar, y lo que habia de hacer en la Orden, y quantas almas se habian de salvar por ella, y que habia de morir Santa, y en su sepulcro se habia de poner un paño de brocado.
³ En el Libro II Capítulo XVIII de VIDA DE LA BIENAVENTURADA MADRE TERESA DE JESÚS, su autor Fray Diego de Yepes afirma que a partir del tercer monasterio, San José, de Malagón, la Madre debe ceder a fundar con renta:
[…} y la Santa Madre apretada de muchos letrados Confesores suyos, como ya habia nuevas circunstancias, no sin gran dolor y sentimiento de su corazon, se rindió á permitir que sus Monasterios tuviesen renta, y esto es lo que aprobó el Señor con la revelación ya dicha”.
* The Princess of Éboli gloated over her denunciation of the Autobiography of Teresa of Jesus to the Inquisition and affirmed that the book contained ‘visions, revelations and the setting forth of dangerous doctrine.’ God’s Knight Errant, Marcelle Auclair (Ibidem).
** Libro I Capítulo XIX de VIDA DE LA BIENAVENTURADA MADRE TERESA DE JESÚS de Fray Diego de Yepes.
La primera biografía de Teresa de Jesús (edición de Madrid MDCCXCVII), que había comenzado a escribir Fray Luis de León y cuya obra asume Fray Diego de Yepes a la muerte del poeta de la oda a la Vida Retirada, es una fuente indispensable para tener el retrato más fiel de la Santa Doctora de la Iglesia: Procuraré, en quanto aqui dixere tener por blanco la verdad y fidelidád de la historia, porque con la mentira, ni Dios puede ser glorificado, ni honrados sus Santos. De la mayor parte que aqui escribo de la Santa Madre, soy yo testigo de vista, como el que la trató, confesó y comunicó muchos años [del Prólogo].
Pero, además, gracias a esta primera biografía, podemos contar con el grabado de la Berdadera Efigie de la Doctora Mística Sta. Teresa de Jesus, que desmiente la fidelidad del retrato más conocido de Santa Teresa de Jesús realizado por Fray Juan de la Miseria.
De todas las que aquí hago constar es la fuente más reciente que gracias a Dios encontré en la red y pude descargar y consultar.
Del Libro II Capítulo V de VIDA DE LA BIENAVENTURADA MADRE TERESA DE JESUS de Fray Diego de Yepes:
Sucedió también otra cosa de grande admiracion y espanto, en la cual se vió lo que la Santa podia y alcanzaba de Dios. Estando en la obra un niño, hijo de esta Señora hermana de la Sta. Madre (que no tenian sus padres otro, y asi estaban muy trabados de su amor) de edad de hasta cinco años, cayóse un pedazo de pared, el qual cogió debaxo al niño, y le dexó yerto, frio y sin sentido, y sin señal alguna de vida. Fueron corriendo á avisar á la Santa Madre, que estaba en casa de Doña Guiomar de Ulloa, y dandole nuevas como estaba muerto, acudió ella y esta Señora con mucha prisa, y en llegando tomó al niño en los brazos, y como la que sabia bien por experiencia lo que la Madre Teresa de Jesus podía con Dios, no dudó verle resucitado por medio de sus oraciones, y asi la dixo: Hermana, este muchacho está muerto: al poder de Dios no hay tasa, que si él quiere le puede dar vida: mire lo que ha sacado su hermana y cuñado de su casa, y quán lastimados volverán á Alba sin su hijo; alcance de Dios que le dé vida (…) La Madre [Santa Teresa de Jesús] baxando el velo y juntamente la cabeza, y acercandola al niño, callando exteriormente, pero ella dentro como otro Moysen y Elías, dando voces á Dios, que no desconsolase á los que habian tomado por medio de la obra que queria hacer, habiendo estado un rato de esta manera con el niño en los brazos, y con el corazón en Dios, subitamente el que todos juzgaban por muerto, comenzó á revivir como si despertára de un sueño; entonces despidiendo la Santa el niño de sus brazos, dixo á su hermana: Tome allá a su hijo, el cual estaba ya tan bueno y tan sano, que dentro de poco rato andaba corriendo por la pieza, volviendose para su tia, abrazandola, y haciendo otras niñerias. Todo esto se tuvo por notorio en casa de su hermana; y asi el mismo niño (que habia resucitado) siendo de mas edad, solia decir á la Santa Madre, que estaba obligada a hacer que Nuestro Señor le llevase al Cielo, pues si no fuera por ella estuviera desde entonces allá. Después Doña Guiomar de Ulloa (como ella misma cuenta en una carta suya escrita al P. M. Fr. Luis de Leon, la cual yo he visto) dice que solia ella decir a la Madre: El muchacho muerto estaba, ¿cómo ha sido esto? Y que la Santa no la respondió nada, sino antes se sonreía, lo qual no hacia otras veces que la decia otras cosas suyas; porque luego la Madre la reprehendia amorosamente porque decia aquellas cosas tan sin camino.
No era esto solo lo que el demonio urdia y tramaba, porque quando no pudo estorbar esta obra por medio de los Confesores, del Prelado, del alboroto y clamores del pueblo, con la desgracia de este niño (que esa sola bastára para desbaratarlo todo), y con los temores que á la Santa ponia, fue tanta la saña y rabia que de esto tomó, que se volvia contra las paredes y fabrica del Monasterio, haciendo como el perro rabioso, que quando no puede morder al que le tira, se vuelve contra la piedra. Habiase hecho una pared muy buena y grande, con su cimiento de piedra, y lo demás de tapia, y rafas de ladrillo, y muy firme, porque estaba hecho muy á regla y nivel, y habia costado hartos dineros; pues esta quando mas seguros estaban se cayó toda una noche. Queria Juan de Ovalle (que era el cuñado de la Santa) hacer que los oficiales la volviesen á edificar á su costa; supolo ella, y llamó á su hermana Doña Juana, y la dixo: “Diga á mi hermano que no porfie con esos oficiales, que no tienen ellos la culpa, porque muchos demonios se juntaron para derribarla: que calle, y les torne á dar otro tanto, para que la vuelvan á hacer”.
El 24 de Agosto de 1562 quedó fundado el Monasterio de San José, de Ávila, principio de la nueva Reformación.
El sábado 26 de enero de 2019 tuvo lugar la misa de consagración de la iglesia del Sagrado Corazón, en el pueblo de Sandino, en Pinar del Río, Cuba. La primera iglesia que el gobierno de la isla ha permitido construir en sesenta años.
El domingo 27 de enero de 2019 tuvo lugar el tornado que devastó una parte de La Habana.
El 1 de febrero de 2019 “una bola de fuego y una fuerte explosión causó conmoción en los pobladores de la zona de Pinar del Río (…) Un meteorito cayó este viernes desintegrado en numerosos fragmentos de diferentes tamaños y se esparció por casi todos los municipios de la provincia de Pinar del Río (…)
Al mismo tiempo del avistamiento en Pinar del Río se reportó uno similar en la ciudad de Matanzas (…) una esfera incandescente con un diámetro aproximado de un metro que cayó al mar muy cerca de la costa sur de la bahía…”
Recordé a Santa Teresa de Jesús.
La humildad, en cambio, es la virtud de los santos y de las personas llenas de Dios, que cuanto más crecen en importancia, más aumenta en ellas la conciencia de su nulidad y de no poder hacer nada sin la gracia de Dios (cf. Jn 15,8). Papa Francisco: Discurso a la Curia Romana. 21 Dic. 15.
Orlando J. Coré Fernández es escritor.