Por Gloria Chávez Vásquez.
El escritor, historiador y político colombiano Otto Morales Benítez (1920-2015) objetó en vida, que, después del terremoto de 1999, se denominara “eje cafetero” a lo que era “El Viejo o Gran Caldas”, ya que se excluía la zona productora oriental y, además, de ahí se había desprendido el departamento del Quindío.
Pero en buscar la identidad de una región, Jaime Lopera Gutiérrez (1936) va más allá del nombre. El historiador quindiano, autor de La colonización en el Quindío (1986), se enfoca en las raíces humanas, aquellos primitivos asiáticos que llegaron al continente, procedentes de Siberia (12,000-30,000 a. C) y más cercanas aun, la de Los Quimbayas, (1,000-1,300 a. C) las tribus pioneras, asentadas en las montañas andinas.
Auscultando las huellas de una Conquista que trastornó la demografía natural, Lopera G. encontró que hacia 1641, Jorge Robledo, oficial de las tropas de Sebastián de Belalcázar, marchó al norte por Irra y Cartago por la banda derecha del rio Cauca para fundar Santa Fe de Antioquia. Desde allí se movilizaron los españoles a todo el territorio de la Nueva Granada. Belalcázar y Robledo irrumpieron en tierras Quimbayas en su ruta para construir poblados a los que llamaron Popayán y Cali.
Estos son algunos de los datos en Leer al Quindío, Guía para propios y extraños, publicada en junio de 2023, que perfilan el forzado nacimiento de una raza híbrida. Editado por Comfenalco, con fotografías de Olga Lucía Jordán y prólogo de Alfredo Cardona Tobón, el libro encapsula 533 años en 256 páginas. Su misión, según el autor, es tratar de devolver la identidad, a una región que ha sido clave, aunque subestimada culturalmente, en la historia y el progreso del país.
Auscultar la historia
A Lopera Gutiérrez, no le hace mucha gracia la frase, “hurgar en la historia” porque según él, no es propiamente la intención de quien pretende auscultarla. Y nos explica que hurgar es tantear, manosear, escarbar, un verbo más propicio para solo una parte del oficio del investigador, en tanto que auscultar es más bien observar y explorar —lo más desprevenidamente posible— los hechos (o sea, la carne) de lo que ocurre u ocurrió en otro tiempo. Y añade que Hurgar tiene algo de curiosidad con morbo específico, en tanto que historiar es más general y, para decirlo con una palabra actual, más holístico.
El panorama quindiano se le reveló porque deseaba saber más del territorio donde nació y aprender sobre las raíces que conserva y ha asumido como propias. Por eso no separa su oficio de escritor de la del historiador. Su propensión al detalle le lleva a disfrutar la investigación histórica. Hace poco encontró un manuscrito con la monografía de una ciudad quindiana y no fui feliz sino cuando supe, después de averiguar por muchas partes, quién era el historiador, donde vivía y en qué condiciones había escrito dicho manuscrito; terminado este proceso, me senté a descansar y saborear la aventura.
Jaime cree que no son las personas sino las instituciones las que proporcionan alternativas a la evolución cultural expresión que, por cierto, él encuentra dudosa. Existen formas de dar a conocer nuestra cultura, en especial la tradicional, pero aun carecemos de prácticas genuinas de expresión al alcance de los tiempos modernos.
El historiador político
Jaime Lopera nació en Calarcá cuando esta era parte del departamento de Caldas, o sea que para los efectos es caldense. Como muchos jóvenes de su generación, se dejó seducir por las ideas revolucionarias, pero eventualmente se decidió por el liberalismo. Vivió mucho tiempo en Bogotá, donde fue consultor empresarial y escribía para periódicos y revistas. Ejerció la crítica de cine y la crítica literaria y colaboró con los suplementos literarios de importantes periódicos colombianos.
En 1982 regresó a su tierra, nombrado gobernador del departamento por el expresidente Belisario Betancur. Una de sus medidas fue crear el Día de la Quindianidad, inspirando así ideas y proyectos que florecieron en el turismo regional de hoy en día. Su búsqueda de rutas perdidas en la historia de una región, cuyo nombre evoca a los colibríes, lo situó en el estudio de la prehistoria, pasando por la conquista, la colonización y un bagaje de costumbres, tradiciones y vicios, nativos y heredados de los españoles. Cuando se dio cuenta de las prácticas clientelistas de la política diaria, decidió hablar de Política y eludir la politiquería.
En su reseña del libro aparecido en la revista digital Quindiópolis, el actual presidente de la Academia de Historia, Armando Rodríguez Jaramillo, comenta que, siendo gobernador del Quindío, Lopera se puso a la tarea de convocar un encuentro de quindianos que vivían en otras ciudades del país y del exterior. Su objetivo era reunir a las familias dispersas y lejanas, [traer de regreso] a los trabajadores quindianos en otras partes y estimular el reconocimiento de lo propio, mediante un programa que evocara las raíces de esta tierra, a fin de reavivar el sentido de pertenencia por ella y sus ancestros.
Pero fue quizás la naturaleza elusiva del emigrante y la falta de respuesta a la invitación, por lo que Lopera perdió interés en el tema. Entre otras cosas porque aquí (la inmigración) todavía carece de identidad y, a mi juicio, no es aún un problema crítico. En Las remesas y sus claroscuros, uno de los capítulos de Leer al Quindío, Lopera responsabiliza al envío de dinero desde el extranjero, por el facilismo y el desgano por el trabajo en que ha caído una generación a la que ahora llaman los Ni-Nis.
El Tesoro Quimbaya
Como presidente de la Academia de Historia del Quindío (2003-2018) Lopera Gutiérrez lideró la “batalla”, por la repatriación del Tesoro o Colección Quimbaya, que yace desde 1892 en un museo madrileño. Ese tesoro, compuesto por 122 piezas de oro, fue hallado en una tumba indígena en 1889 en el sitio La Soledad, en el actual municipio de Quimbaya, y luego obsequiado por el presidente colombiano Carlos Holguín Mallarino, en 1893, a la reina regente de España María Cristina de Habsburgo, sin autorización del Congreso de la República.
Fue como uno de los gestores de la Biblioteca de Autores Quindianos, que Lopera G. propuso también, recuperar los archivos históricos locales y promover los estudios regionales, después de la clausura de la carrera de Ciencias Sociales en la Universidad del Quindío.
Su libro, dividido en cinco partes, incluye capítulos con los nombres del Quindío en diferentes épocas, el choque de dos culturas, la historia breve del tesoro Quimbaya, la entrada del ferrocarril, la guaquería, la subcultura cafetera, el terremoto y sus efectos, y otros temas de interés que dan una idea comprehensiva de la historia regional, como importante complemento de la nacional.
Una relación esencial
Jaime Lopera reconoce la relación y asociación con Marta Inés Bernal, su esposa y colaboradora esencial como una “basada en la buena comunicación y el intercambio oportunos, aparte de los sentimientos positivos”, lo cual resulta muy productiva. Su esposa ha sido su mano derecha y coautora con él de varios libros. “Su temple franco suele combinarse con mi creatividad e intuición”, lo que hace a la pareja, efectiva. “El amor aglutina y la continuidad de afinidades fortalece. Hablamos todo el tiempo de política y nuestras preocupaciones por el país están vivas”.
Así como le ha dedicado tiempo a la historia, asimismo ha experimentado con la novela, el cuento corto, la columna periodística, incluso la poesía, por tanto, se califica de “escritor a secas”. Considera que la literatura hace menos “ladrilludos” sus escritos históricos.
Su mayor deseo para la Academia de Historia del Quindío es que “subsista como medio académico, alejada de la política tradicional, e innovando cada vez más en los orígenes y desarrollo de esta comarca.” Y como no le gusta hablar de un legado, prefiere que se le reconozca como la persona honrada, trabajadora, creativa y coherente que es. Con una mezcla de humor y modestia limitada, agrega que “cada adjetivo tendría un montón de ejemplos que sobrepasarían esta entrevista”. Y concluye diciendo: “lo que más me duele es saber que no pude legar mi manera de bailar el bolero Lopera, ni siquiera con mi esposa con quien lo hacíamos tan bien”.
Gloria Chávez Vásquez escritora, periodista y educadora reside en Estados Unidos.