El 26 de septiembre de 2018, el presidente venezolano Nicolás Maduro se acercó al estrado de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la ciudad de Nueva York. Corpulento y bigotudo, con traje negro y corbata roja brillante, Maduro estaba de un humor bilioso.
En el país, la posición política de Maduro se estaba deteriorando. El ex chofer de autobús convertido en autócrata había gobernado Venezuela durante cinco años y recientemente había “ganado” la reelección en una contienda que muchos consideraban fraudulenta. Pero se enfrentaba a una reacción más dura de lo esperado. Las protestas antigubernamentales sacudían a la nación sudamericana rica en petróleo. La hiperinflación estaba destruyendo su economía. Más de un millón de venezolanos habían huido, lo que desencadenó una crisis de refugiados en el hemisferio.
Durante algún tiempo, el gobierno de Trump había estado trabajando frenéticamente para expulsar a Maduro, un aliado de Cuba y Rusia, del poder. De hecho, el entonces presidente Donald Trump incluso había considerado públicamente la posibilidad de ejercer “una posible opción militar, si fuera necesario” para lidiar con Venezuela. El día antes del discurso de Maduro ante la Asamblea General, Trump estuvo de pie en el mismo podio de la ONU, calificó la situación en Venezuela de “tragedia humana” y condenó el “sufrimiento, la corrupción y la decadencia” provocados por los regímenes comunista y socialista. El presidente estadounidense luego anunció la imposición de nuevas sanciones contra miembros del círculo íntimo de Maduro…
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🚨 | Reportaje de WIRED a partir de 8 fuentes de la administración Trump revela:
– Trump intentó realmente derrocar a Maduro.
– Se ideó un plan con la CIA de sabotaje digital a las Fuerzas Armadas chavistas. Se creó un grupo especial de la CIA para Venezuela.
– La CIA no…
— Orlando Avendaño (@OrlvndoA) October 31, 2024