Cultura/Educación

La España de los 60: música y cambio de valores, una mirada cubana

Por Carlos M. Estefanía.

 

La década de 1960 fue una época de efervescencia musical en todo el mundo, y España no fue una excepción. En esos años, el país, en paralelo con el crecimiento económico y su apertura al turismo exterior, experimentó una revolución musical que dejó una huella perdurable en la cultura e incluso en la conducta sexual y familiar de su sociedad.

Los nuevos géneros musicales extranjeros se difundieron de manera tan veloz en España como lo hacían en los países vecinos, a pesar de que estos se hallaban bajo modelos políticos liberales. La televisión, la radio, la industria discográfica y el cine bajo la “España autoritaria” desempeñaron un papel crucial en esta rápida propagación. Estos medios de comunicación elaboraron productos musicales especialmente orientados hacia la juventud, a menudo en inglés. En el caso de la radio, era común encontrar programas que presentaban los mismos éxitos discográficos que sonaban en el resto de la Europa no comunista. Esto conectaba a la juventud española con sus contemporáneos en el continente.

Resulta paradójico que fuera esa misma herramienta, la música pop realizada en España, la que utilizara el régimen castrista, en teoría radicalmente opuesto al franquista, para frenar en Cuba la influencia de la música proveniente de Estados Unidos e Inglaterra. El caribeño era un país que en 1959 estaba culturalmente mucho más norteamericanizado de lo que lo estaba España al triunfo de la llamada Revolución Cubana, triunfo, por cierto, con el que Franco había contribuido dando refugio a más de un Fidelista.

Lo que hicieron los comunistas cubanos, una vez controlados los resortes culturales de su país, fue prohibir prácticamente a la población de la isla escuchar a los grupos de habla inglesa, exaltando en cambio la música tradicional. Era lo mismo que por años habían hecho los franquistas del otro lado del Atlántico y antes de permitir las “moderneces” musicales de los sesenta.  Estas modernidades, curiosamente, no le parecieron nada mal a los comisarios culturales en Cuba -guiados a menudo por los ex niños de la guerra civil española, devenidos como adultos en asesores hispanosoviéticos-, los cuales permitieron a la juventud cubana interesada en la música extranjera que al menos pudiera escuchar con excepciones, a los mismos cantantes que se ponían de moda en España y otros países de habla castellana. Esto coincida con el hecho de que el régimen franquista facilitaba la entrada al régimen cubano en Europa para sus negocios en ella. Ocurre que ideología aparte, el nuevo régimen cubano y en antiguo español siempre se llevaron bien desde el punto de vista económico y hasta cultural. Poderoso caballero sería Don dinero, a no ser que una mano negra con motivos aún más vergonzosos atara desde atrás esos lazos.

Es verdad que dadas la carencias y centralizaciones del nuevo régimen resultaba imposible encontrar a los cantantes españoles en las discográficas y las tiendas discos cubanas. Pero en su defecto competían en buena lid en la radio estatalizada con la música campesina y afrocubana, y muy pronto con las obras entre poéticas y adoctrinadoras de la famosa nueva trova que allí se transmitían. Las excepciones fuero raras como las de Raphael o Julio Iglesias. Algo habrían dicho los intérpretes, y no precisamente en sus canciones, que disgustó a los gestores culturales del gobierno de Fidel Castro. En cuanto a los demás cantantes, ellos sí pudieron campear por su respeto ante la audiencia cubana, aunque fuera en forma de música enlatada.

España se norteamericaniza

El de los sesenta fue, a partir de semillas sembradas en la década anterior, un período en el que las influencias musicales de Estados Unidos, el Reino Unido y el resto de Europa Occidental convergieron para dar vida a un estilo musical nuevo. Este estilo, cantado usualmente en español e intercalando palabritas en inglés, sirvió para ir labrando el camino de la norteamericanización y britanización paulatina de la cultura española, quebrando desde adentro los gustos del público generados por los esfuerzos que en sentido inverso habían realizado los gestores culturales del nacional catolicismo. Así, poco a poco, iría atenuándose la exaltación de lo folklórico y popular, en particular de lo flamenco, como rasgo de la españolidad y producto de exportación y seducción de Hispanoamérica por en Favor del franquismo. Así Había ocurrido a lo largo de las dos primeras décadas posteriores a la guerra civil, siendo el fenómeno Lola Flores, entre otros íconos musicales de aquellos años la mejor representación de tal política cultural. En paralelo a la clara alineación de España con las potencias occidentales dentro de la guerra fría soplarían otros vientos, abriéndose “bases extranjeras” en el país y no sólo en el terreno militar, sino también cultural e Intelectual. Veamos algunas de sus condicionantes más evidentes.

En 1953 el Gobierno de España y el de Estados Unidos establecen los llamados Pactos de Madrid, que autorizaban al Ejército estadounidense a instalarse en cuatro bases militares de España las cuales podrían ser utilizadas en caso de enfrentamiento entre la OTAN y la URSS.  Estos pactos, así como el concordato con la Santa Sede, firmado también en 1953, contribuyeron que España se librara del aislamiento sufrido tras la Segunda Guerra Mundial, como castigo por la cercanía que había existido entre Franco y Hitler.  Estas bases, no solo impactarán en la defensa del país sino también en el entorno socio cultural que les rodeaba, convirtiéndose en fuentes de difusión de la cultura ya predominante entre los jóvenes norteamericanos que allí pasaban su servicio militar como oficiales y soldados.

Desde los albores de la década del 50, la llegada de ciudadanos estadounidenses a tierras españolas comenzó a pintar con colores vibrantes el lienzo de la vida cotidiana en la península ibérica. La construcción de encantadores barrios de chalés destinados a albergar a los militares de las bases estadounidenses, el desfile de imponentes automóviles, con esos mismos modelos que aún hoy impresiona a los viajeros a La Habana y un estilo de vida diametralmente diferente entre los militares extranjeros y la población local iniciaron una era de transformación sociocultural que, como un mural en constante evolución, aún perdura en la actualidad.

Uno de los impactos más previsibles fue la eclosión de los “bares de chicas” y la génesis de una forma de prostitución que recuerda la que describen, en sus alegatos propagandistas, los castristas de todo el mundo (incluidos los españoles) cuando buscan denigrar a la Cuba republicana. Este fenómeno se erigió como otro signo distintivo de la influencia estadounidense en el país ibérico. Muchas de aquellas jóvenes terminaron casadas con sus clientes norteamericanos, a los que solían cobrar más caro que a los nativos, adquiriendo tras el compromiso nupcial un nivel de vida superior al de la media española. Se anticipaban así a lo que acontecería en Cuba con la apertura del régimen al turismo internacional, cuando colegas cubanas de aquellas jóvenes, llamadas “jineteras” (y no sólo ellas), de se dedicaran a la cazar y captura de extranjeros para casarse con ellos. Muchos de estos “trofeos” resultaron ser españoles.  por lo visto habían adquirido de los norteamericanos la falta de prejuicios con respecto al antiguo oficio de sus consortes.

Quizás, lo más impactante de esta presencia estadounidense fue el, nacimiento junto a ella, de efervescentes centros de entretenimiento para los soldados y oficiales. Así las bases militares estadounidenses se convirtieron en auténticos oasis de diversión en un país que todavía cicatrizaba las heridas de la posguerra.

Un ejemplo paradigmático de esta mutación se vivió en Madrid, donde la influencia estadounidense se concentró en un territorio que aún no había experimentado la fiebre urbanística. Los astutos madrileños apodaron ingeniosamente este lugar como “Corea”, en parte debido a los movimientos de tierra que evocaban campos de batalla, y en parte debido al ambiente único que emanaba de los peculiares bares de chicas y la aparición de una comunidad negra que nada tenía que ver con la que siempre había llegado de África.

La llegada de los estadounidenses trajo consigo una cascada de beneficios económicos, desde el alquiler de viviendas hasta el floreciente gasto en entretenimiento y comercio. Las bases militares tejieron un mercado local que dependía fuertemente de la presencia estadounidense, otorgando un significativo impulso económico en un momento en el que España todavía convalecía de las heridas de la Guerra Civil.

Para completar el panorama, no podemos obviar la contribución de la American Forces Radio. Estaba enclavada en la antigua base americana de Zaragoza y ejerció su influencia en los oyentes dentro y fuera de la base, desde 1957 hasta 1992. Esta emisora no solo representó la primera emisora FM de España, sino que también fue un hito clave en la introducción del rock en el país. La vibrante Radio y televisión, se convirtió en una ventana a la cultura y la información estadounidenses. Ofrecía programas proporcionados por el Pentágono, sobre espectáculos teatrales, películas en inglés, rodeos, etc., creando así un ambiente que evocaba la cotidianidad en Estados Unidos.

A inicios de los cincuenta el político demócrata J. William Fulbright tenía convencido al presidente Truman de que el control norteamericano de sus flamantes “aliados” no podía basarse sólo en la presencia de tanques y barcos de guerra; que era de vital importancia la “reeducación” cultural de esos países. Uno de ellos era España, a pesar de sus rasgos aún mussolinianos.  Así nació La Comisión de Intercambio Cultural, Educativo y Científico entre España y los Estados Unidos de América en 1958. Desde entonces es conocida como Comisión Fulbright cuando se alude a las becas que administra. Esas becas fueron parte de las contrapartidas que el Franco obtuvo como complemento de los acuerdos militares firmados en 1953.

España pretendía, con toda la razón del mundo que las becas se centraran en temas de desarrollo económico y tecnológico, mientras que los americanos querían imponer las que influyeran en el terreno de las humanidades y las ciencias sociales. Al final fueron combinados los dos terrenos, Desde 1958, los españoles han recibido más de cinco mil de estas becas, de las cuales cerca de 900 se les han dado en el campo de las Artes y Humanidades.

El lanzamiento de los programas Fulbright, coincide con la mundialización de la cultura americana y bien pueden ayudar a explicar la transformación que se dan en España partir de los 60 y de donde salieron los “cuadros” encargados de implementarlos.

En resumen, la llegada de los estadounidenses a España durante el siglo XX dejó una huella profunda y perdurable en el país. La opulencia, el aporte económico y la transformación social se entrelazaron en un complejo tapiz de relaciones entre dos naciones. La presencia estadounidense no solo cambió la vida cotidiana de los españoles, sino que también planteó cuestiones cruciales sobre la soberanía y la identidad cultural de España.

El Sonido Torrelaguna: evolucionismo musical

Pero no fue una ruptura total, hubo transición. Veamos el caso del sello discográfico Hispavox. Éste emergió como una figura central en la creación y propagación del inconfundible “sonido Torrelaguna”. Con un talentoso equipo de productores, arreglistas y músicos de estudio, el sello estableció un estándar de producción que llegó a definir el pop español de la época. Este sonido tomó inspiración de los éxitos musicales de Estados Unidos y el Reino Unido, pero también incorporó elementos autóctonos, como ritmos sensuales y toques de dramatismo influenciados por el flamenco. Fue una fusión de lo global y lo local, una expresión musical que era al mismo tiempo innovadora y arraigada en la cultura española. No se puede desconocer que los artistas y el “sonido Torrelaguna” siguen siendo una parte integral de la rica herencia musical de los años 60 en España.

La moda ye-ye

El movimiento yeyé, originado en Francia, aunque tomando su nombre de la expresión inglesa “yeah”, ejerció una profunda influencia en la escena musical española. El término “yeyé” capturaba la esencia de un nuevo enfoque del pop, orientado al ritmo y a la juventud. A medida que el fenómeno se extendía por Europa, España no quedó atrás. La adaptación española del yeyé mantuvo su propia identidad, fusionando elementos locales con la energía contagiosa de la música. Este movimiento no se limitaba solo a la música, sino que también influyó en la moda y la actitud de la juventud. Las chicas ye-ye se convirtieron en iconos de estilo, personificando una juventud rebosante de energía y rebeldía. Un atributo indispensable era el uso de la minifalda, visto como un símbolo de emancipación cuando, en realidad, con la exhibición de los atributos inferiores de la mujer, lo único que señalaba era su presencia permanente en el mercado sexual, contribuyendo así a su hoy tan criticada “cosificación”.

Muchas de las artistas y grupos de chicas ye -ye españoles disfrutaron de carreras exitosas, no solo en su país de origen, sino también en otras partes de Europa y sobre todo en la América de habla hispana. Sin embargo, a medida que la era yeyé llegaba a su fin, muchas de sus figuras encontraron nuevos caminos en sus vidas como actrices, modelos o incluso se retiraron de la vida pública, pero su legado en la música perduró.

Se puede trazar un paralelo entre el ye-ye y la mariguana. Así como la hierba alucinógena abre la puerta a drogas aún mas peligrosas, el ye-ye lo hizo a posiciones culturales más radicales. Paloma Otaola así nos lo recuerda:

“La moda ye-ye no duró muchos años. Se puede situar su cenit en 1965 y su declive en 1967. A continuación, vino la moda hippie que introdujo una nueva estética y una nueva ideología mucho más contestataria e inconformista. Probablemente el movimiento peace and love, aunque menos mayoritario, no hubiera podido abrirse paso sin la ruptura iniciada por los jóvenes ye-ye.”
La música pop en la España franquista: rock, ye-ye y beat en la primera mitad de los años 60.

Beat Girls Español. Una mirada desde el presente al pasado

Algo que nos puede ayudar como muestra para el análisis de este pasado es la edición, dentro de la serie “Beat Girls” de Ace International, del álbum “Beat Girls Español! She-Pop español de los años 60”. Publicada en el 2018, esta compilación se centra en las voces femeninas y grupos de chicas que desempeñaron un papel integral en el movimiento ye-ye en España. Desde Marisol y Karina hasta Las Chic y Massiel, esta colección arroja luz sobre las artistas que dejaron una huella indeleble en la escena musical de la época.

La compilación se abre con “Corazón Contento” de Marisol, un himno enérgico que establece el tono para el resto del álbum. Karina, conocida como la reina del ye-ye español, también hace su aparición con temas como “Ya Verás” y “Yo Te Diré”, que destacan por su emotiva interpretación. El grupo Las Chic ofrece “Pon Un Anillo En Mi Dedo”, una versión de “Put A Ring On Mi Finger“, que muestra la versatilidad del género y su capacidad para adaptarse a diferentes interpretaciones. Estas canciones, junto con otras joyas musicales en la compilación, capturan no solo la esencia de una era efervescente en la música española, sino también del vuelco que se buscaba con ella en lo que se refiere al amor. En muchos de los textos seleccionados, entre col y col de canciones alegres y románticas, se descubre repetidamente, una suerte de resignación, cuando no la exaltación, de la ruptura de la pareja. Como si se intentara inducir en el público por excelencia de aquellas cantantes, las muchachas españolas, la idea que el amor tiene fecha de caducidad y que ello no es el fin del mundo.

La canción de cierre de la compilación, “Calor” de Conchita Velasco, captura la atmósfera única de la época y resume en la voz de destacadas protagonistas femeninas el espíritu del pop español de los años 60.

Música y ruptura generacional

El pop español de los años 60, sin lugar a duda fue una era de innovación musical que sigue inspirando y cautivando a oyentes de todas las edades, y el legado de las mujeres en esta historia es un testimonio de su talento y de algo más. Marcaron con sus canciones, al igual que sus compañeros de escenario, una forzada ruptura generacional, que, con la oposición casi irreconciliable entre los mayores y jóvenes, prefiguró los hoy extendidos movimientos identitarios, esos que encuentran su senda en falsas dicotomías como la de hombre versus mujer, blanco versus negro, homosexual versus heterosexual, etc.

La inactividad del régimen frente a lo que se venía, no significa que no hubiera dentro del país sectores preocupados ya desde entonces. A ellos y las connotaciones de aquella música extranjera se refiere Celsa Alonso, cuando escribe:

´Razones tenían los sectores más conservadores del franquismo para preocuparse. Es cierto que la mayoría de los jóvenes y adolescentes españoles carecían de cultura política, pero estaban intentando posicionarse pública y espontáneamente como grupo social autónomo y definido. Por entonces, los intelectuales opositores al régimen no tenían una importante influencia social (salvo entre la élite estudiantil): por eso la cultura de evasión resulta fundamental, y por eso la música popular se convirtió en bandera y estandarte generacional. El beat, en tanto producto comercial y de evasión, no aspiraba a ser ni un símbolo cultural de prestigio elitista ni una plataforma para la difusión de contenidos políticos. El beat ofrecía a los jóvenes ocio y, al mismo tiempo, una estética y una música opositora, diferente, inusual, al margen de la cultura “oficial”, del elitismo intelectual y opuesta a los boleros y zarzuelas que escuchaban sus padres. Su principal arma era su aparente “apoliticismo” y sus mensajes ingenuos, que explican —tras los recelos iniciales— la indiferencia del régimen, que no su apoyo. Obviamente el beat no parecía tan radical como el rock `11 roll, cuyo potencial subversivo más explícito había despertado el escándalo a comienzos de la década. Pero el régimen no era consciente de que el beat proponía a la juventud española una forma de articular sus ansias de libertad, en una sociedad en pleno proceso de cambio. La minifalda, las guitarras eléctricas y el propio concepto de lo pop eran algo más que una moda: barrieron la idea de España “como bastión moral de Occidente”´
El beat español: entre la frivolidad, la modernidad y la subversión, página 245)

Según Alonso “el régimen no era consciente” tal vez si lo fuera, solo que no podía hacer otra cosa que hacerse el de la vista gorda, con tal de alargar su existencia, siendo para entonces otros los que en comenzaban a manejar el cotarro de los destinos de España. Esta situación suele no ser notada, ni por los nostálgicos, ni como por los críticos de aquel gobierno.

Conclusiones

Es importante señalar que no todo se limitó a un cambio en el estilo musical y la moda o a darle alas a unas ansias de libertad justificadas. La música “moderna” de la época se convirtió en el medio principal para transmitir a la juventud un mensaje que cuestionaba, entre otros valores tradicionales, la forma de establecer relaciones de pareja y de construir una familia. No es de extrañar la coincidencia de esta explosión musical con el hecho de que a partir de la segunda mitad de los años sesenta las tasas brutas de natalidad comenzaron a disminuir en España, aunque de manera muy lenta, pasando del 23,1 por 1.000 en 1945-1949 hasta el 18,8 por 1.000 en 1975.

Sin pretender que la música Pop, Beat, Ye-ye etc. de aquellos años fuera única causa de esta disminución de los nacimientos de españoles, no se puede evitar pensar en lo bien que la acompañaban. Tomemos en cuenta con sus textos, en muchas ocasiones, no diremos que, en todas, se intentó reemplazar imaginario de la juventud, como objetivo de vida, el amor profundo permanente, la lealtad y seriedad en las relaciones de parejas y el esfuerzo necesario por ambas partes para mantenerlas; por la trivialidad, la superficialidad, el sentimentalismo barato y el infantilismo eterno, llegando incluso a promover la promiscuidad.

Frente al modelo de disciplina, camaradería tradicionalismo y abnegación en el que se había intentado formar a los jóvenes españoles que asistían a los campamentos falangistas, ahora, a través de la música en boga, se ofrecía a la juventud uno bien distinto, donde no faltaba el llamado a tomárselo todo a la ligera, cuando no directamente a la gamberrada o a la justificación de cualquier locura si esta era de origen juvenil.

El fenómeno cultural no surgió de manera espontánea y mucho menos desde las masas, sino que, a juzgar por el modo sistemático y financiado en que se extendió a nivel mundial, tuvo que haber sido cuidadosamente planificado e impulsado desde poderosas instancias internacionales. Estas, en su afán de subvertir lo establecido, no dudaron en promover voces dentro de la industria a pesar de sus inclinaciones abiertamente izquierdistas. Tales fueron los casos por ejemplo de Massiel, Marisol y un poco más tarde, de la joven Ana Belén, quienes a pesar de su abierto antifranquismo no dejaron de prosperar en el medio.

Resulta intrigante el hecho de que muchos de aquellos artistas mostrasen abiertamente sus simpatías por el PSOE, o peor aún, por el Partido Comunista Español, y que a pesar de ello siguieran medrando como destacadas figuras de la música pop de la época, convirtiéndose así en los “influencers” de aquellos momentos.

Esto plantea la cuestión de si este “caballo de Troya” musical fue montado precisamente por los enemigos más frontales del gobierno de Franco o si, en cambio, los agentes locales del comunismo soviético solo se limitaron a colaborar y obtuvieron provecho propagandístico de la música juvenil española de los sesenta y setenta, aun cuando sus élites criticaran buena parte de ella por su comercialismo y función evasiva.

Por otro lado, la incapacidad de los funcionarios y censores culturales del régimen para evitar los efectos más negativos de aquella música sobre una juventud cada vez más alejada del “movimiento”, es una muestra del abrazo del oso que estaban recibiendo de sus nuevos aliados extranjeros; de hasta donde estaban dispuestos a conceder a los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, para que les siguiesen perdonando la vida. Fue esta, entre otras adaptaciones del régimen, parte de su intento de sobrevivir cuando, sino sus días, sus años ya estaban contados. Era la evidencia más clara de la decadencia moral e ideológica que experimentaría el franquismo en sus últimos tiempos.

 

Fuentes:

* Paloma Otaola González, La música pop en la España franquista: rock, ye-ye y beat en la primera mitad de los años 60, ILCEA Regué de l’Institut des langues et cultures d’Europe, Amérique, Afrique, Asie et Australie 16 | 2012, páginas 1-16.

* DEREKSMUSICBLOG, Beat Girls Español! 1960s She-Pop From Spain, FEBRUARY 10, 2018.

* Celsa Alonso, El beat español: entre la frivolidad, la modernidad y la subversión, Cuadernos de Música Iberoamericana, VOLUMEN 10, 2005, Páginas 225-253. https://core.ac.uk/download/pdf/160451452.pdf

*La situación demográfica en España. Efectos y consecuencias, https://www.defensordelpueblo.es/wp-content/uploads/2019/06/Separata_situacion_demografica.pdf

*Jaime Villanueva, ¿Por qué Estados Unidos tiene bases militares en España? https://elordenmundial.com/por-que-estados-unidos-tiene-bases-militares-espana

* Comision España- EE. UU.. https://fulbright.es/informacion-sobre-fulbright

* Sergio Vila San Juan. La americanización de la cultura española. Cincuenta años de las Becas Fulbright La Vanguardia 15/10/2008 https://www.lavanguardia.com/cultura/20081015/53559108899/la-americanizacion-de-la-cultura-espanola.html

* Luis Reyes, Y vinieron los yanquis, El País 1978-09-24, www.march.es

Carlos Manuel Estefanía Aulet.

Nacido en La Habana en 1962, realizó estudios de Filosofía en las Universidades de La Habana y Moscú, licenciandose en 1987 en la especialidad de Materialismo Histórico. Posteriormente hizo estudios de postgrado en economía, relaciones internacionales, periodismo, lingüística, teoría de la comunicación y semiótica. Así mismo recibió cursos por encuentro en la Facultad de Derecho en la Universidad de La Habana, en materias tales como: Historia del Estado y el Derecho, Teoría del Estado, Derecho de Familia, entre otras.

En mayo de 2009 recibió el título de Magister en Pedagogía del Español y de Ciencias Políticas por la Universidad de Estocolmo.

Radica en Suecia desde 1993, donde fue fundador e integrante de la directiva de la Sociedad Académica euro cubana, así mismo se desempeñó como presidente de la Asociación de Graduados Extranjeros en Suecia. Ha sido además miembro de la Asociación de Corresponsales Extranjeros en Suecia (PROFOCA) y del Colegio Nacional de Periodistas de la República de Cuba en el Exilio.

Como parte de su labor docente ha impartido cursos de teoría socialista, semiótica, Comunicación, Filosofía, Religiones y Lengua Española. Pertenece actualmente a la Federación Nacional de Maestros de Suecia.

Es autor del libro. “Pasión y Razón de Cuba”, así como de: “Y Juanes cantó en La Habana”. Igualmente ha participado en las antologías: “Cuba: Miradas Cruzadas” y “El Libro Rojo del Marxismo Cultural”.

Fundó en 1994 la revista Cuba Nuestra y ha publicado artículos en diferentes medios de comunicación impresos y digitales de Europa y América. Ha colaborado con emisoras radiales en Cuba, así mismo ha realizado y conducido programas radiales emitidos en Estocolmo y en Miami.

Redacción de Cuba Nuestra.
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