Medias

La cristiana compasión de la obispa Mariann Budde

Por Dámaso Barraza.

En un momento de polarización política y tensiones sociales en Estados Unidos, la figura de Mariann Budde, obispa anglicana de Washington[1], ha sido perfilada en la prensa internacional como un símbolo de valentía y confrontación moral. Durante una predicación en la Catedral Nacional, en presencia del nuevo presidente Donald Trump, Budde, el 21 de enero pasado, no solo apeló al respeto y la compasión de grupos minoritarios y frágiles, sino que también cuestionó las políticas y el discurso divisorio del mandatario. Su mensaje resonó más allá de los muros del templo, despertando una ola de reacciones en todo el país y del mundo entero, tanto de admiración como de rechazo.[2]

 LA OBISPA QUE PODRÍA HACERSE LA SUECA

Suecia no ha sido una excepción, el 1 de febrero aparece en el diario Dagens Nyheter, uno de los más importantes del país, un artículo titulado «Min kusin biskopen kränkte Trump genom att vara kristen«, (Mi prima la obispo retó Trump por ser cristiana), firmado por Erik Helmerson[3], que expone una paradoja fascinante en la política y religión estadounidenses: el hecho de que una obispa, al predicar los principios más fundamentales del cristianismo—amor, compasión y misericordia—haya sido vista por el expresidente Donald Trump y sus seguidores como una figura hostil.

Mariann Budde, utilizó la Catedral Nacional de Washington como plataforma para hacer un llamado directo a Trump en un momento clave: la oración tras su toma de posesión. En su sermón, apeló a la humanidad del presidente, instándolo a mostrar piedad hacia grupos marginados, incluidos migrantes y transgéneros[4]. Su discurso, basado en los valores cristianos esenciales de respeto y protección a los vulnerables, no fue un ataque político, sino una reafirmación de lo que, en teoría, debería ser el núcleo de cualquier fe religiosa.

Para muchos, sin embargo, la reacción de Trump y su base política fue interpretada como inmediata y agresiva. El recién electo presidente recurrió a su retórica habitual en Truth Social, tildando a Budde de «radical de izquierda» con una «tonalidad desagradable»[5].

A su vez, el artículo llama irónico que Budde, al actuar como una líder cristiana genuina (como la llama), fuera atacada no por desviarse de la doctrina, sino por adherirse a ella con coherencia. Su llamado a la compasión y al respeto por la dignidad humana fue interpretado por Trump y sus seguidores no como una invitación a la reflexión, sino como un ataque directo. Esto pone en evidencia cómo ciertos sectores políticos han instrumentalizado la religión, utilizando la fe como un escudo para justificar políticas de exclusión y odio, en lugar de un vehículo para la paz y la justicia.

Pero el discurso del obispa Budden es interpretado también como una moneda de doble cara. Los medios la presentan como un faro de virtud, pero, ¿es virtud lo que guía sus palabras, o es el reflejo de algo más, de manipulación ideológica disfrazada de compasión?[6] Hablar de justicia, de piedad, de los oprimidos… no es solo un acto noble en apariencia, sino un compromiso genuino. El cristianismo no debe limitarse a palabras elocuentes o gestos simbólicos; exige una entrega auténtica, exige la verdad, exige una renuncia sincera a toda forma de conveniencia personal. Demanda una coherencia inquebrantable, que no se doblegue ante intereses políticos o ideológicos, sino que permanezca fiel a la verdad, a la compasión y a la dignidad de cada ser humano. Ya que a la obispa Budde se le ha dado una tribuna privilegiada, y sus palabras resuenan con fuerza, no podemos entonces preguntar: ¿encarna usted obispa Budden los valores cristianos que proclama? ¿Es usted, en verdad, una sierva de la compasión y la humildad, o más bien alguien que reviste de moralidad sus propias inclinaciones ideológicas?

TRUM Y EL TIEMPO DE JUZGAR A LOS VIVOS

No está sola la Iglesia Anglicana en sus críticas a Donald Trump. A su lado, en lo que podría parecer una alianza inesperada pero simbólica, se alza la Iglesia Católica, y no otro sino el mismo papa Francisco[7]. El pontífice, con su habitual franqueza, calificó de “vergüenza” los planes del expresidente de realizar deportaciones masivas, retomando así su postura crítica contra Trump, a quien, casi una década antes, ya había descalificado como “no cristiano” por su intención de construir un muro fronterizo. Y sin embargo, en un gesto que solo podría describirse como contradictorio o calculado, el mismo Francisco eleva plegarias para que, bajo el liderazgo del expresidente, se construya una sociedad más justa, libre de odio y exclusión.

Pero las palabras del pontífice no resuenan en solitario. Dentro de Estados Unidos, un coro de prelados católicos se ha sumado a la condena, formando un frente que no deja lugar a equívocos. Entre ellos, el cardenal Blase Joseph Cupich de Chicago[8]; el obispo Mark J. Seitz de El Paso, presidente del Comité de Migración de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos[9] y otras figuras eclesiásticas de peso[10]. Todos ellos han señalado, con firmeza y sin ambages, que las políticas migratorias de Trump representan un atentado contra la dignidad humana, una afrenta directa a los valores fundamentales del cristianismo. No se limitan a expresar una desaprobación abstracta: denuncian el lenguaje divisivo y deshumanizador del expresidente, un discurso que —afirman— alimenta prejuicios, aviva el miedo y refuerza la discriminación.

Desde una perspectiva cristiana, insisten en que la política no puede desligarse de la compasión, la justicia y la protección de los más vulnerables. Y lo hacen con una vehemencia que trasciende la mera doctrina: condenan sin rodeos las consecuencias concretas de esas medidas, alertando sobre el peligro real al que exponen a familias y niños inmigrantes. No es solo un pronunciamiento ético, sino un llamado a la resistencia activa, una exhortación a la Iglesia para que se mantenga firme en su misión de construir una sociedad más justa, más inclusiva, más humana.

El eco de estas posturas encontró una manifestación tangible en la catedral de Washington, donde la obispa Budde, en un gesto cargado de simbolismo, asumió el papel de acusadora. No habló a la multitud en abstracto: fijó su atención en un solo hombre, en un solo adversario. Desde su posición elevada, se inclinó ligeramente, sus ojos pequeños y feroces se clavaron con intensidad en Trump, quien, al estar allí presente, no podía evadir la confrontación. Sus palabras, cuidadosamente elegidas, no fueron meras exhortaciones a la compasión; fueron un ataque directo, un desafío moral que buscaba desarmar a su adversario en su propio terreno.

Pidió misericordia para los inmigrantes, pero no con el tono de una súplica, sino con la contundencia de quien emite un veredicto. Defendió a aquellos que, lejos de ser criminales, trabajan en fábricas, hospitales y restaurantes, sosteniendo la economía de un país que muchas veces los rechaza. Condenó la criminalización de quienes, pese a su estatus migratorio, pagan impuestos y contribuyen al bienestar social. Exigió que se diera refugio a quienes huyen de la guerra y la persecución, y lo hizo con la firmeza de quien no admite réplica.

La voz de Budde, glacial, carente de toda emoción, reverberó en la catedral como un martillo que golpea sobre un yunque. No apeló a la conciencia del expresidente con ternura, sino con la fría lógica de un discurso inapelable. Se aprovechó del momento, de la presencia del adversario, para lanzar su golpe con precisión quirúrgica: un ataque directo, un choque frontal entre el llamado moral y la política de inmigración de Trump.

Lo curioso es que, pese a sus diferencias históricas y doctrinales, tanto la Iglesia Anglicana como la Católica parecen haberse convertido en inquisidores de un mismo hereje. Dos instituciones que en otro tiempo fueron competidoras, ahora parecen sellar una alianza táctica en nombre de dogmas compartidos. Y en esta nueva inquisición, no hay fuego ni hoguera, pero sí una condena implacable: Trump es el enemigo común,  el adversario que, en nombre de la justicia y la fe, debe ser reducido a cenizas en la plaza pública de la moral contemporánea.

LA SÉPTIMA TROMPETA DE LOS PRINCIPIOS

Las dos grandes Iglesias han alzado su voz contra las políticas antiinmigrantes de Donald Trump, pero no todas sus denuncias surgen del mismo principio ni responden a la misma lógica. Desde el Vaticano, el papa Francisco arremete con la franqueza de un profeta, mientras que dentro de Estados Unidos, los obispos católicos estructuran su resistencia bajo un marco mucho más elaborado: la Doctrina Social de la Iglesia. Pero ¿qué significa esto en la práctica?

No se trata simplemente de un conjunto de ideas piadosas o de una orientación ética abstracta. No. Es una visión del mundo totalizante, un proyecto de orden que pretende dar forma a la sociedad en todas sus dimensiones—social, económica, política y cultural—bajo principios que no admiten negociación. Su base es el Evangelio y la ley natural, pero su propósito no se limita al ámbito espiritual: apunta a la transformación del mundo, no solo de las almas. Exige que la dignidad de la persona humana sea la piedra angular del orden social, que la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer permanezca intocable, y que el trabajo humano prime sobre el capital.

Pero su alcance va más allá de lo que podría parecer un simple idealismo moral. En una era donde el mercado es el nuevo dogma y la moralidad se subordina al poder, la Doctrina Social de la Iglesia no duda en desafiar las estructuras dominantes. Su voz no es neutra, su lenguaje no es tibio: denuncia la injusticia social, condena la desigualdad, repudia la explotación laboral y alerta sobre la devastación ambiental. No es un sermón para la contemplación; es un llamado a la acción, una declaración de guerra contra el orden establecido.

¿Y cuál es su arma? No es un ejército, no es el poder del dinero ni la presión de un lobby político. Su mayor fuerza radica en su capacidad de modelar conciencias, de sembrar en el pensamiento de los fieles la idea de que este mundo no debe seguir funcionando bajo las reglas que los poderosos han impuesto. Exhorta a los laicos a actuar, no a esperar, y lo más inquietante para sus adversarios: busca aliados en todas partes. No solo dentro del catolicismo, sino entre todas las religiones y aun entre aquellos que, sin compartir la fe, coinciden en su visión del bien común.

Así, mientras Trump y su administración trazan su política con decretos y muros, la Iglesia Católica responde con algo más antiguo: la fe. No la fe como un consuelo pasivo, sino como una fuerza organizadora, como una voluntad de transformación. En este enfrentamiento, no hay ejércitos visibles ni campos de batalla definidos, pero la lucha es real. Y si algo ha demostrado la historia es que las ideas, cuando arraigan en la conciencia colectiva, son capaces de derribar imperios.

 

LA LENGUA DE LAS SIETE PLAGAS

Cuando la obispa habla, lo hace con una precisión milimétrica, con el cálculo de quien sabe que cada palabra es una pieza dentro de un engranaje más grande. “En nombre de nuestro Dios, le pido que se apiade de las personas de nuestro país que ahora tienen miedo. Hay niños gays, lesbianas y transexuales en familias demócratas, republicanas e independientes, algunos de los cuales temen por sus vidas.” Sus palabras no son improvisadas, cada pausa y cada énfasis están cuidadosamente medidos. Pero escuchemos con atención. No solo lo que dice, sino lo que no dice.

¿No hay aquí una trampa? ¿No estamos ante un laberinto semántico diseñado para conducir al oyente a una conclusión predeterminada sin que siquiera lo advierta? La maniobra es clara. Lo que parece un ataque directo contra Trump se disuelve en un mensaje cuidadosamente enredado. Un truco viejo, pero efectivo: tomar una causa noble—en este caso, la compasión hacia los inmigrantes—y usarla como caballo de Troya para infiltrar una agenda más amplia.

El resultado es una mezcla calculada de temas hasta volverlos indistinguibles, donde la confusión no es un error, sino la herramienta más poderosa. Se apela a la misericordia, sí, pero no de manera limpia ni honesta. Se exige justicia para los inmigrantes, pero el discurso se contamina con un nuevo componente que desplaza el foco: la identidad de género. Se arrastra al oyente a un terreno donde ya no se distingue si lo que se pide es compasión por los refugiados o aceptación de un nuevo paradigma antropológico.

Y aquí radica el peligro. La compasión, cuando es manipulada, deja de ser un llamado genuino y se convierte en un arma retórica. La dignidad de los inmigrantes merecía más que una estrategia discursiva, más que un artificio diseñado para entrelazar dos luchas y hacerlas parecer inseparables. Merecía una denuncia clara, sin dobles intenciones ni juegos de lenguaje. Porque si la misericordia se instrumentaliza, si se convierte en un medio y no en un fin, entonces deja de ser misericordia y se transforma en algo muy distinto: una herramienta de poder.

 

LA DESHONESTA VOZ DEL CIELO

¿Qué se esconde realmente detrás del discurso de la obispa Budde? Sus palabras parecen un llamado a la compasión, pero basta rascar la superficie para ver la falacia que las sostiene. Habla de «niños transexuales», una categoría que, en términos estrictos, no existe. No porque el sufrimiento de esos menores sea irreal, sino porque el concepto mismo está construido sobre una manipulación lingüística. Si de verdad apelara a la compasión, habría hablado de niños que sufren de disforia de género, una condición médica reconocida, diagnosticada y tratada dentro de la psiquiatría.

El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) clasifica la disforia de género como un trastorno que implica un profundo malestar por la incongruencia entre el sexo biológico y la identidad percibida[11]. No es una identidad fija ni una realidad inmutable, sino una condición psicológica que puede cambiar con el tiempo. Pero en lugar de reconocer este hecho, la obispa Budde opta por reformular el lenguaje, reemplazando un término clínico—que implica evaluación y tratamiento—por uno ideológico, que sugiere una certeza absoluta. No es un detalle menor. Es una estrategia calculada.

Este cambio terminológico no es inocente. Es una operación de manipulación discursiva diseñada para redirigir la percepción de la realidad. Si el sufrimiento de estos niños se presenta como una cuestión médica, entonces la respuesta debe ser terapéutica. Pero si se redefine como una cuestión de identidad, cualquier intento de tratamiento es visto como una negación de su «verdadero ser». Así, se despoja el debate de su dimensión médica y se transforma en un acto político.

Pero no es solo cuestión de terminología. Es una cuestión de lógica. Y aquí es donde la obispa Budde juega con fuego. Su discurso se sostiene en la negación de los principios más básicos del pensamiento racional. ¿No conoce acaso el principio de identidad? Ese que establece que una cosa es igual a sí misma. Si un niño es un niño, entonces es un niño. No necesita demostración adicional. Es un hecho objetivo. Pero la obispa Budde introduce la duda donde no la hay, al punto de que afirmar lo obvio ahora se considera polémico.

¿Y qué decir del principio de no contradicción? Un niño no puede ser y no ser al mismo tiempo. No puede ser varón y no varón a la vez. Y sin embargo, la obispa ha logrado introducir la contradicción en su discurso con tal habilidad que lo imposible se presenta como razonable. Se nos dice que la biología ya no es un dato, sino una interpretación. Que el cuerpo no significa nada si la percepción lo contradice. Que la realidad no es algo que se descubre, sino algo que se inventa.

Y por si fuera poco, también se ataca el principio del tercero excluido: entre dos proposiciones contradictorias, una debe ser verdadera y la otra falsa. Un niño es varón, o no lo es. No hay términos intermedios. Pero en la narrativa de la obispa Budde, los límites se han disuelto. La certeza ha sido reemplazada por la ambigüedad, la lógica es vista como opresiva, y la duda perpetua se presenta como un ideal[12].

Esta no es solo una batalla de ideas. Es una batalla por la percepción de la realidad misma. La obispa Budde ha querido redefinir lo que significa ser humano, pero hay algo que ni ella ni ninguna agenda ideológica podrá cambiar: lo que Dios ha dispuesto desde el principio permanece firme e inmutable. Se puede jugar con las palabras, se puede oscurecer la verdad, se puede sembrar la confusión en muchas almas, pero la realidad sigue ahí. Y tarde o temprano, la verdad se impone.

 

¡HIJA, HE PECADO CONTRA TI Y CONTRA EL CIELO! 

Un regreso a Suecia, si un regreso a Suecia, regrese señora obispa Budde a Suecia, verá como sus propios ojos las consecuencias de sus propias palabras en el destino de las personas.  Por qué no venir a conocer a la muchacha que ahora llaman Mattias, sí, una joven que lleva un nombre de varón siendo hembra. Ella ha sufrido las consecuencias de tratar de ajustar en la carne las incongruencias de la percepción, Mattias vivía en medio de una confusión pendular, entre lo que ella sentía ser y eso que ella es en realidad. Si, Mattias, una muchacha con discapacidad intelectual, con una gran limitación para articular y comprender plenamente sus emociones.  Es decir, una persona con discapacidad intelectual y autismo, que tendría dificultad para entender plenamente sus experiencias subjetivas[13].

No ha sido solo palabras, palabras, palabras, como la canción de Mina. Es verdad que podemos cambiar las palabras con que nombramos la realidad, pero no por  eso  cambiamos la realidad, aunque no por eso evitamos las consecuencias, porque ir contra la verdad de las cosas tiene consecuencias. Y esas mismas consecuencias redoblaron el sufrimiento de Mattias: en la residencia asistida donde habitaba ella le dio fuego a una tela, luego abandonó el lugar y se fue sin avisar a nadie. Fue en un momento de desesperación, porque aún no se siente bien consigo misma. Afortunadamente el incendio pudo ser apagado y nadie resultó herido, pero la fiscalía consideró que el acto de Mattias constituía un delito grave, incendio intencional.

A Mattias le esperaban dos años de privación de libertad que debía cumplir en una cárcel de hombres. Era una situación muy seria por una parte su handikap y por otra el tratamiento hormonal que había llevado cuando cumplió 18 años, para intentar cambiar su sexo de hembra a varón. La barba que le crece en la cara y unos rasgos faciales que tienen más similitud a las de un hombre que a la de una mujer. Jurídicamente hizo el traspaso de identidad, y se operó los senos para amputarlos, aún los ovarios y la vagina están en su lugar. Entonces, preguntemos cómo una mujer lograría sobrevivir con órganos sexuales femeninos en una cárcel entre hombres: llamen, llamen por favor a la obispa Budde, para que aconseje a resolver el problema. Ella misma, Mattias, cuenta que sintió miedo, podía muy bien ser violada dentro de una cárcel. Una mujer abandonada a los deseos incontenibles de los hombres.

Preguntémonos, si preguntémonos, cómo la obispa Budde puede hablar de compasión si ella misma no usa la compasión para medir sus palabras. Una persona compasiva se puede alegrar en verdad que a Mattias se le condenó a una pena alternativa al internamiento en prisión, dado su estado de deterioro de salud mental, el mismo estado que la llevó a cometer el acto delictivo por el que se le condenó. Pero, cómo puede ser compasión que uno se pueda creer lo que quiera, y así sea aceptado, y como consecuencia, siendo mujer pueda terminar en una cárcel rodeada de hombres delincuentes. Qué compasión es esa de tratar a Mattias como lo que no es, como un varón, un hombre, con todas las consecuencias que le pueden venir encima . Señora obispa Budde, retorne a Suecia, sí, retorne a Suecia y conozca las consecuencias que pueden tener sus palabras.

¿UN DIABLILLO CON DISFORIA DE INFIERNO?

El derecho a cuestionar libremente al presidente Donald Trump y hacer públicas las exigencias legítimas de los ciudadanos debe ser garantizado. Sin embargo, debemos estar atentos a que estos derechos no sean utilizados para manipular ideológicamente a las masas. La libertad de expresión es fundamental para proteger y promover la dignidad humana. En los Estados Unidos, este derecho está garantizado por la misma Constitución.

No podemos negar que las políticas de inmigración de Donald Trump han sido objeto de gran controversia y debate, tanto dentro como fuera del país. Las leyes migratorias se han endurecido significativamente, afectando incluso la posibilidad de que los inmigrantes ingresen legalmente.

Desde una perspectiva de derechos humanos, estas políticas pueden alcanzar niveles preocupantes en términos de violaciones de los derechos de los migrantes. Además, los discursos en torno a estas medidas pueden volverse xenófobos y antiinmigrantes, exacerbando las tensiones sociales.

Los efectos de estas políticas se sienten en las comunidades migrantes, tanto de manera práctica como emocional. Las amenazas de deportaciones masivas y las restricciones generan un clima de miedo constante. El inmigrante es señalado como «el invasor», alimentando así una retórica hostil, especialmente hacia los hispanos.

El peligro es que aumente la estigmatización y la discriminación de los inmigrantes. A menudo, son vinculados con la criminalidad y la violencia, quedando atrapados en la ecuación simplista de «inmigrante igual a crimen», lo que se traduce en una amenaza. Esto refuerza prejuicios y puede derivar en incidentes de odio y agresiones. Asimismo, fomenta el miedo a la deportación y la desconfianza hacia las autoridades, llevando a muchos migrantes a evitar el acceso a servicios públicos como atención médica, educación y asistencia social. Esto tiene un impacto negativo en la salud y el bienestar de las comunidades migrantes, ya que muchas personas dejan de buscar atención médica por temor a ser denunciadas.

Aplaudimos la postura de la obispa Budde en defensa de los inmigrantes; voces como la suya son necesarias y pueden ser de gran ayuda. Sin embargo, no podemos dejar de reconocer que su discurso parece estar estratégicamente moldeado, utilizando el tema de los inmigrantes para camuflar una agenda política al mezclarlo con la cuestión de los niños transexuales.

Probablemente, obispa Budde, usted eligió dos grupos que, según su percepción, están sometidos a políticas restrictivas y discriminatorias bajo la administración de Donald Trump. Ambos compartirían una situación de vulnerabilidad, siendo blanco de medidas que limitan sus derechos y su seguridad. Sin embargo, no parece haber considerado que su mensaje en favor de los inmigrantes quedó diluido, transformando su discurso en una apología de la existencia—científicamente controvertida—de los niños transexuales.

Sería prudente que en futuras ocasiones revise sus palabras antes de pronunciarlas, obispa Budde. De lo contrario, al señalar la supuesta falta de compasión del presidente Donald Trump, corre el riesgo de que alguna expresión desafortunada—algún «diablillo con disforia di infierno» lleno de buenas intenciones—haga parecer que a usted también le falta la cristiana compasión.

 

Dámaso Barraza es un disidente cubano exiliado en Suecia.

 

BIBLIOGRAFIA

 

[1] Gda, L. D. /. (2025, 24 enero). ¿Quién es Mariann Budde, la obispa que enfrentó a Trump por migrantes y comunidad LGBTQI? Primera Horahttps://www.primerahora.com/noticias/estados-unidos/notas/quien-es-mariann-budde-la-obispa-que-enfrento-a-trump-por-migrantes-y-comunidad-lgbtqi/

 

[2] Diocesis de Washington, homilia de Mariann Budde: https://edow.org/2025/01/22/homilia-para-el-servicio-de-oracion-por-la-nacion/

[3] Helmerson, Erik. «Min kusin biskopen kränkte Trump genom att vara kristen.» Dagens Nyheter, 1 februari 2025. https://www.dn.se/ledare/erik-helmerson-min-kusin-biskopen-krankte-trump-genom-att-vara-kristen/

 

[4] Infovaticana (2025, 29 enero).Trump corta cualquier tipo de financiación estatal a los cambios de sexo de niños y denuncia que en estos años médicos han mutilado y esterilizado a niños. https://infovaticana.com/2025/01/29/trump-corta-cualquier-tipo-de-financiacion-estatal-a-los-cambios-de-sexo-de-ninos-y-denuncia-que-en-estos-anos-medicos-han-mutilado-y-esterilizado-a-ninos/

 

[5] France. (2025, 22 enero). Trump arremete contra obispa que le pidió clemencia para migrantes y minorías LGBTIQ+. France 24https://www.france24.com/es/ee-uu-y-canad%C3%A1/20250122-trump-arremete-contra-obispa-que-le-pidi%C3%B3-clemencia-para-migrantes-y-minor%C3%ADas-lgbtiq

 

[6] Deacon, M. (2025, January 22). This woke bishop’s pathetic attack on Trump sums up why he won. Anglican Ink. https://anglican.ink/2025/01/22/this-woke-bishops-pathetic-attack-on-trump-sums-up-why-he-won/

[7] Reuters. (2025, 19 de enero). Papa Francisco dice que las redadas migratorias de Trump serían una «desgracia». Voz de América. https://www.vozdeamerica.com/a/papa-francisco-dice-que-las-redadas-migratorias-de-trump-serian-una-desgracia-/7942595.html

[8] Vatican News. (2025, 19 enero). Cardinal Cupich: We oppose any immigrant mass deportation plan. Vatican News. https://www.vaticannews.va/en/church/news/2025-01/cardinal-cupich-chicago-reports-mass-deportations-immigrants.html

[9] Elhabbal, M. (2025, 24 enero). Obispo de El Paso califica las órdenes migratorias de Trump de “contrarias a la ley moral”. ACI Prensa. https://www.aciprensa.com/noticias/110191/obispo-de-el-paso-califica-ordenes-migratorias-de-trump-de-contrarias-a-la-ley-moral

[10] Alonso, M. G. (2025, 23 enero). El presidente de los obispos de Estados Unidos, contra algunos decretos de Trump: “Son profundamente preocupantes”. Noticias Religiosas de Última Hora | Vida Nueva. https://www.vidanuevadigital.com/2025/01/23/el-presidente-de-los-obispos-de-estados-unidos-contra-algunos-decretos-de-trump-son-profundamente-preocupantes/

[11] Brown, G. R. (2023, 8 junio). Incongruencia y disforia de género. Manual MSD Versión Para Profesionales. https://www.msdmanuals.com/es/professional/trastornos-psiqui%C3%A1tricos/incongruencia-y-disforia-de-g%C3%A9nero/incongruencia-y-disforia-de-g%C3%A9nero

 

[12]  Carlos Esteban (2018, 24 enero). Los anglicanos responden a la petición de un rito que marque la ‘transición’ de los transexuales.   Infovaticana.

https://infovaticana.com/2018/01/24/los-anglicanos-responden-la-demanda-rito-marque-la-transicion-los-transexuales/

[13] Östman, K., & Mahmoud, A. (2025, 15 enero). Har intellektuell funktionsnedsättning – dömd till fängelse. DN.se. https://www.dn.se/sverige/mattias-domdes-till-fangelse-ar-som-en-tioaring-mentalt/

 

Compartir

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*