Por Manuel C. Díaz.
La Costa Brava es el nombre dado a una extensa zona costera de España que comienza en el río La Tordera, en Blanes, muy cerca de Barcelona, y termina en Portbou, justo en la frontera con Francia.
Está dividida en tres áreas: La Selva, que es la más al sur y que comprende la turística Loret de Mola y la Medieval Tossa de Mar; el Bajo Ampurdán, con su Ermita de San Tadeo; y el Alto Ampurdán, la más al norte, con el bohemio Cadaqués, donde vivió Salvador Dalí.
Son más de veinte pueblos que, a lo largo de doscientas millas de costa, van apareciendo en el camino, unos casi al borde de los rocosos acantilados; otros en el fondo de escondidas ensenadas.
Como es imposible visitarlos todos, el viajero debe escoger los que más le interesen. Que fue lo que mi esposa y yo hicimos cuando planeamos el viaje, un año antes de la pandemia.
Nos gustaban Cadaqués, porque queríamos visitar la casa de Salvador Dalí; y Tossa de Mar, por su belleza, pero el primero estaba estaba en el norte y el segundo en el sur. ¿Qué hacer? Nos pareció que lo mejor sería escoger un punto intermedio desde donde pudiéramos movernos con comodidad por toda la costa. Y asi lo hicimos. Reservamos en el Parador de Aiguablava, no solo por su posición geográfica (justo en el centro de nuestros dos destinos), sino porque sabíamos que que desde sus terrazas (el hotel está situado en lo alto de un acantilado), las vistas eran espectaculares.
Llegamos al hotel por la tarde, cansados después de conducir por más de seis horas (veníamos desde Lourdes, en Francia), así que decidimos no salir y quedarnos a cenar en el hotel.
Esa noche, antes de subir a la habitación, fuimos a la recepción donde nos dieron un mapa de la zona y nos explicaron cómo llegar a Cadaqués. Sólo que lo hicieron con esta ominosa advertencia: ‘Mañana salgan temprano; no porque Cadaqués esté muy lejos, sino porque su carretera es estrecha y tiene muchas curvas”.
Y era verdad. La carretera, que primero asciende para luego descender, era estrecha y con muchas curvas. Pero, por suerte, el día estaba radiante y conduciendo con cuidado llegamos sanos y salvo a la Casa Museo de Salvador Dalí, nuestra primera parada en Cadaqués.
Fue aquí donde Dalí vivió y trabajó desde 1930 hasta la muerte de su esposa Gala en 1982. La construcción inicial no era más que una barraca de pescadores que el pintor fue ampliando obsesivamente durante cuarenta años. Dalí lo explicaba de esta manera: “Esta casa es como una estructura biológica; a cada nuevo impulso de nuestra vida le corresponde una nueva célula, una habitación”.
La casa, construida a base de adiciones, es laberíntica y confusa. La visita comienza (dirigida por un guía) en el Recibidor del Oso donde, como su nombre indica, los visitantes son recibidos por un oso disecado que sirve de paragüeros y portacartas. Después se pasa al taller del artista, donde Dalí pasaba (todavía es posible ver sus caballetes y pinceles) la mayor parte de su tiempo.
Al lado del taller está la llamada Habitación de los Modelos, y un poco más adelante La Sala Oval, donde Gala leía y recibía a sus amistades. A un lado de la Sala Oval están el tocador de Gala y la Habitación de las Fotografías, donde la pareja aparece fotografiada con los ricos y famosos de todo el mundo.
En la parte exterior de la casa está el patio y la piscina, ambos decorados con un marcado estilo surrealista en el que destacan un sofá labial, surtidores en forma de cisnes y numerosos carteles de los neumáticos Pirelli. Una pequeña tienda de regalos, con el inconfundible sello Dalí, espera a los visitantes a la salida.
Curioseando entre los estantes de la tienda recordé que muy cerca de Miami, en la ciudad de St. Petersburg, está el importante Museo Salvador Dalí. Y no pude dejar de preguntarme si había valido la pena viajar tan lejos para ver su casa. Y me contesté: Sí, valió la pena. Solo que la próxima vez visitare el Museo de St. Petersburg que está a 260 millas de mi casa.
Manuel C. Díaz es escritor y crítico literario, además de cronista de viajes.
Pues si el Museo dedicado a Dali en s. Petersburg es fantastico y vale la pena verlo tiene una exposicion permanete increible a parte la belleza de la ciudad y la costa que es algo maravilloso y si se dan un empujoncito pasen por Tarpon city , ciudad completamente griega que es la primera colonia griega de lso US con una iglesia ortodoxa digna de respeto y se come de maravilla