La negación no consiste en aborrecer el dolor, sino los goces de la vida.”
Arthur Schopenhauer
Por Gloria Chávez Vásquez.
En su Psicoanálisis de la sociedad contemporánea (1955) el psicólogo alemán Erick Fromm observaba que, aunque había logrado una mayor libertad, el ser humano no había logrado realizar una vida con pleno sentido. El hecho de resignarse a las condiciones sociales actuales, ha llevado a muchas personas a formas de negación o huida de su libertad. Por un lado, el carácter opresivo de los sistemas totalitarios, que conduce a la sumisión y al miedo, por otro lado, la superficialidad de las democracias que conllevan a formas de escape, centradas en torno a la “enajenación”.
En El miedo a la libertad (1941) Fromm ya había explorado la inestable relación entre la humanidad y la libertad, enfatizando las consecuencias de la ausencia de la última y las condiciones psicosociales que permitieron la emergencia del nazismo y el comunismo. A esto se añade el principio del filósofo británico, Isaiah Berlin, (1909-97): Todas las formas de atacar, alterar, moldear contra su voluntad a las personas, todo control de pensamiento y condicionamiento es una negación de eso que hay en el individuo que lo hace humano.
La sociedad inconsciente
En Crisis y decadencia de una sociedad enferma (2015) José Aníbal Cruz García analiza la psiquis de su país de origen: Como muchas otras naciones de Iberoamérica, la dominicana vive en una estructura socio-política y económica importada, pobremente adaptada a su realidad social, que se reduce a la imitación, acompañada de una corrupción endémica.
Una sociedad que renuncia a su originalidad es una sociedad enferma física, mental y espiritualmente. El ciudadano vive en estado de negación ante su realidad, en una especie de limbo, rodeado de una burbuja que le convierte en una persona aparentemente insensible. Su única motivación es la adquisición material y el placer inmediato. El Dr. Cruz García define a la sociedad obsesionada por lo material, como una sociedad alienada, donde el tener vale más que el ser, y el egoísmo y la envidia destruyen los sentimientos de solidaridad humana.
El estado de negación equivale al estado de gracia, o sea, vivir sin cuidado y en la creencia de que estamos protegidos por la voluntad divina. Pero bajo el influjo de esa ilusión se vive sin patrones de vida y se evaden las responsabilidades y las consecuencias de los actos.
Comenta Ayn Rand que, para el hombre que no está dispuesto a vivir como esclavo, no es un sacrificio pelear por su libertad, mientras que sí lo es para el tipo de hombre que está dispuesto a ser esclavo. —Porque, —continúa diciendo la escritora ruso-estadounidense, —donde hay sacrificios, alguien los está recogiendo y donde hay servicio, alguien está siendo servido. El hombre que te habla de sacrificios está hablando de esclavos y amos, e intenta ser el amo.
Pero como formula Goethe un gran sacrificio resulta fácil; los que resultan difíciles son los continuos pequeños sacrificios. Y las comodidades actuales no permiten esos sacrificios. Nadie está dispuesto a dejar sus vicios con un acto de voluntad. El fumador no quiere dejar el cigarrillo y para el drogadicto es casi imposible renunciar a su adicción. Por eso se ha caído en la dependencia del estado para solucionar malamente los problemas. Nadie sabe tomar decisiones o negociar sin perder los estribos. Se ha caído en el desconcierto y la incertidumbre.
El estado de negación es también un padecimiento de los adictos. Una persona adicta al consumismo se empecina en que no es ella la del problema sino los demás, que la perciben erróneamente. Una sociedad donde se consume sin medida y se apela al alcohol y a las drogas para manejar la ansiedad existencial es una que ha perdido su identidad y ha caído en el vacío espiritual.
Pertenecemos a una sociedad que cree ser más feliz entre más consume. Las demandas de competencia y consumismo —señala el psiquiatra dominicano— alimentan la delincuencia, el sicariato, el irrespeto, la corrupción se vuelve pasión universal, y la gente abandona los buenos modales, la cultura y el crecimiento espiritual.
La adicción al entretenimiento ha convertido al ocio en vicio imprescindible. Entre la farándula y el espectáculo han mellado las buenas formas y el incentivo de las letras y las bellas artes; se ha sustituido la calidad por la vulgaridad. “Nos hemos convertido en espectadores indiferentes que han perdido la capacidad de asombro como una expresión más del malestar que nos agobia”.
La Realidad como ficción
En un país como Colombia, azotado por la violencia desde tiempo inmemorial, la lucha diaria es por tratar de vivir una vida normal. En ese lapso, el ciudadano común ha adquirido una gran capacidad para evadir la realidad. Mientras las noticias y eventos trágicos adquieren el carácter de pesadilla, la realidad tiene el mismo valor que la ficción.
Negarse a aceptar o alejarse de la realidad es un mecanismo de defensa que consiste en enfrentar los conflictos negando su existencia, su relación o su relevancia con el sujeto que rechaza aquellos aspectos de la realidad que le resultan desagradables. El individuo se enfrenta a conflictos emocionales y temores internos o externos, y se niega a reconocer los aspectos dolorosos de la realidad externa o de las experiencias subjetivas que son manifiestos para los demás. “No es mi problema” es el mantra del alienado.
¿Pero cuánto de eso es un favor divino y cuanto es estado de negación a la realidad?
La negación inicial y a corto plazo permite adaptarse a una nueva situación, bien sea dolorosa o estresante. Pero cuando se hace permanente ya no es saludable porque interfiere en la forma que se enfrentan los desafíos personales y se afronta la realidad. Sus causas son muy variadas y van desde la ansiedad, el estrés y trastornos en la alimentación causados por las adicciones hasta los problemas financieros, los conflictos emocionales o en las relaciones, los pensamientos negativos y dolorosos, el temor o la sensación de vulnerabilidad, y finalmente la pérdida de control.
La negación psicótica es la incapacidad total para captar o interpretar la realidad. En el estado de enajenación, el individuo rehúsa aceptar la verdad, no reconoce una situación difícil y evita enfrentarse al problema, minimizando las consecuencias. Cada uno de estos síntomas pone en riesgo no solo su salud mental, sino también la física, ya que, al ignorar las consecuencias se agrava su condición.
Existen muchas estrategias para salir del estado de negación, pero la primera es analizar con sinceridad los temores y las consecuencias negativas de no hacer nada e identificar las creencias irracionales acerca de la situación. Cabe recordar que durante el proceso en el que se persiguió a los judíos en la Europa Nazi, muchas de las víctimas del Holocausto estuvieron sumergidos por años en el estado de negación.
La vida para los valientes
La aceptación de la realidad y el propósito de la vida requiere coraje y valentía. Digamos que evadir las experiencias nos coloca en la situación del mal estudiante que deberá repetir el curso hasta aprender sus lecciones, si no en esta, en otra vida. En su libro póstumo Antes del fin, (1999) Ernesto Sábato señala la necesidad de “abrirnos al mundo. No considerar que el desastre está fuera, sino que arde como una fogata en el propio comedor de nuestras casas. Es la vida y nuestra tierra las que están en peligro”.
La dura realidad es ― nos recuerda el escritor argentino―, una desoladora confusión de hermosos ideales y torpes realizaciones, pero siempre habrá algunos empecinados, héroes, santos y artistas, que en sus vidas y en sus obras alcanzan pedazos del Absoluto, que nos ayudan a soportar las repugnantes relatividades.
“Leer ―aconseja el autor de Sobre héroes y tumbas ―les dará una mirada más abierta sobre [la gente] y sobre el mundo, y les ayudará a [no percibir] la realidad como un hecho irrevocable. Esa sagrada rebeldía es la grieta que abrimos sobre la opacidad del mundo. A través de ella puede filtrarse una novedad que aliente nuestro compromiso.”
Gloria Chávez Vásquez escritora, periodista y educadora reside en Estados Unidos.