Por Carlos M. Estefanía.
Recientemente escribí una nota donde hacía referencia al surgimiento de una nueva estrella en ese firmamento youtubero cubano. El canal se llama Molinos por la libertad, aunque por lo visto llevaba ya dando qué hablar. Indagando sobre ella me entero de que hace unos meses, el noticiero de la televisión cubana, habló de su creador, Yamil Cuéllar, elevándolo al mismo rango en el que ha colocado a sus enemigos más notados entre los llamados “influencers” del exilio, por ejemplo a Alexander Otaola o a Eliecer Ávila, más conocido por su nombre del Cabo Malanga, gracias a la parodia de ese mismo programa que, precisamente, hacen otros: los primos que se hacen llamar los Pichy Boys y el actor Vladimir Escudero, tres combatientes digitales ante los cuales hay que quitarse el sombrero por el modo en que saben hacer del humor un arma de liberación, eso sí es imaginación. Pues bien, uno de los conductores del medio oficialista, Humberto López -el mismo cuya madre acababa de ser acusada de corrupta por otro youtuber, Darwin Santana- presentó, entre otras, una grabación que implicaba a Cuéllar en la incitación a actos violentos en Cuba. El propio López daba a entender que se trataba de una “compilación”, adelantándose a quien reconociera la evidente edición de la que había sido objeto el material. En la grabación presentada, Cuéllar parecía expresar la intención de formar un grupo para llevar a cabo acciones violentas contra una sección local de gobierno cubano, incluyendo un plan para secuestrar personas en el palacio de Gobierno de Cienfuegos.
Aparte de la manipulación evidente en la edición, Cuéllar, ya sea por error, indiscreción o intención, ha proporcionado material a los servicios de propaganda para su trabajo. Y eso es muy grave sobre todo cuando la persona involucrada se presenta como alguien que trabaja desde la distancia en pro de la democratización de Cuba.
En respuesta a la exposición en la televisión nacional, Cuéllar publicó un video en su canal titulado “Mi cara en la televisión nacional ¿a qué se debe el privilegio?”, donde denunció la del audio sacado de contexto. Explicó que se trataba de una broma con amigos y reafirmó su compromiso con la lucha pacífica por la libertad en Cuba. Buena parte de la respuesta la dedica a dramatizar la manera en que fue torturada la persona que entregó el archivo a la Seguridad del Estado, así como los sufrimientos que se le causaron a su madre. Este relato tiene ciertas contradicciones, no parece que sea necesario para los agentes cubanos pasarse un día torturando a alguien para que este entregue un teléfono, y menos si lo que contiene son bromas y no instrucciones para una acción antigubernamental. Por otro lado, tanto maltrato habría tenido sentido si su víctima hubiera sido necesaria para confirmar que lo que Cuéllar decía no era en broma.
El periodista Ernesto Morales, también comentó en un video suyo la aparición de Cuéllar en la televisión cubana. Invitando a Cuéllar a dar su opinión, Morales cuestionó el contexto del audio presentado y sugirió que la conversación parecía más una narración fantástica que una incitación real a la violencia. Morales enfatizó que no está afirmando la inocencia de Cuéllar, pero sugirió que se debe considerar el contexto completo antes de sacar conclusiones. Aquí debo decir, que si bien Morales mostró cierto grado de suspicacia, se le fue la mano al dar por sentado lo que afirmaba su entrevistado, yendo al otro extremo de lo que hizo Carlitos Madrid cuando por motivos diferentes trató de manera un tanto cortante a Cuéllar en su programa. Los extremos siempre son malos. Si Morales, que suele ser más que agudo cuando se burla de la figura de Edmundo García, hubiera colocado un mínimo de empeño periodístico en su entrevista, habría profundizado un poco más en lo que se desprende de ese relato presentado por la televisión cubana que él mismo nota, y en lugar de utilizar la cualidad de su fantasía como prueba de que Cuéllar decía la verdad, verificar lo bien que encajaba las partes del cuento, edición aparte en la narrativa que usa el gobierno cuando se trata de explicar las revueltas en Cuba. Y poco vale que, según Cuéllar, hayan censurado sus risas, en un cuento tan pesado, o que la parte en que, según él y negando en tono de “verosimilitud” que le daba al resto, afirmaba que al final aparecía un Batman dando cuenta de Díaz-Canel. Si algo parece increíble en toda esta historia es que alguien que se las pasa creando audiolibros, invente un relato tan poco original, coloque un final tan incoherente con el resto de lo que ha contado. Por último, ¿qué sentido tenía mandar un chiste tan inapropiado en un archivo? ¿Acaso era para que cayera en manos del enemigo y luego rasgarse las vestiduras como hace en su video?
En mi opinión, enviar este tipo de bromas a personas en Cuba es una extrema irresponsabilidad. En el mejor de los casos, solo sirve para causar problemas a quien lo recibe y, en el peor de los casos, para señalarlo tanto a aquel como a su emisor como colaboracionista encubierto con la dictadura. Es esencial evitar este tipo de “juego” si es verdad que se estaba jugando, so pena de alimentar la maquinaria propagandística del régimen. Lo contrario es no ser consciente del impacto de nuestras acciones en la lucha por la libertad en Cuba, es lo que marca la diferencia entre la estrella y el cometa en la constelación de la disidencia.
Carlos M. Estefanía. Disidente cubano radicado en Suecia.