Por Félix Antonio Rojas.
El Leucochloridium Paradoxum desde que existe tiene un propósito, volar, pero no puede, no tiene alas. Es un parásito que necesita completar su desarrollo dentro de un pájaro, pero para llegar a habitar el ave necesita ingeniar un plan macabro, y no es otro que introducirse en un inocente caracol. Una vez que entra en él, la larva empieza a crecer en su interior y cuando alcanza el tamaño suficiente perfora su cabeza y se dirige hacia los cuernos de su víctima, y aprovechando la transparencia de la piel, empieza a contraerse y estirarse, formando un llamativo arcoiris pintado, y va asemejándose a un gusano con una gama de colores provocativos. Pero es sólo el comienzo.
Un caracol sano suele ocultarse entre la flora, en lugares donde pocos depredadores puedan localizarlo. El Paradoxum, una vez que infecte al caracol manipulará su comportamiento y a partir de ese momento rehuirá de lugares protegidos y subirá hasta las hojas más visibles, donde será presa fácil para las aves depredadoras, que acudirán rápidamente atraídas por sus irresistibles y llamativos cuernos. Una vez que el pájaro se ingiera el caracol, el Leucochloridium se desarrollará hasta el estado adulto en su aparato digestivo. Posteriormente, estos adultos se reproducirán sexualmente dentro del pájaro, dando lugar a huevos que serán liberados con los excrementos, cerrando el ciclo cuando un nuevo caracol se los coma al alimentarse de las hojas donde han caído, volviendo abrirse el ciclo hasta la eternidad del sueño del Leucochloridium de poder volar.
De la familia Castro qué podemos decir, su linaje parasitario comienza con el soldado colonialista español que al terminar la guerra de independencia se compra una finca, la siembra de plátanos con el sudor de esclavos humildes y analfabetos, la mayoría emigrantes haitianos, a los que contrataba con la promesa de que el último día de la cosecha les pagaría antes de que volvieran a regresar a su natal Haití… pero nunca llegaron; sabrá Dios cuantos cadáveres aún siguen enterrados en aquellos pavorosos platanales de las oscuras tierras de Birán.
Sus hijos continuaron con ese legado de falacias y sangre, pero lo llevaron a un plano más elevado de hijepuntancia ideológica, moral y antropológica. Y crearon un nuevo país parasito del todo y de la nada. Con el siempre eficiente relato tercermundista, miserable, de indigentes vendiendo una historia de aflicción; somos una nación subdesarrollada, por culpa del imperialismo y necesitamos que nos ayuden por los siglos de los siglos para construir un socialismo perfecto. Crearon al nuevo hombre parásito que fue mutando y penetrando en todos los estamentos de la sociedad cubana hasta exportar al exilio, el jinetero político, el jinetero que lucha por la patria desde YouTube, desde un performance o con un exiguo silbido, una botella metida en el culo, un chisme de un fucking reguettonero, o la última detención del hombre invisible en La Habana de los parásitos anárquicos.
Las Avispas controladoras del género Glyptapanteles me recuerdan el propósito de la revolución y sus delincuentes que la dirigen. Las hembras fecundadas clavan su tubo ovopositor en una oruga de mariposa e inyectan varios huevos en su interior. Una vez dentro, la oruga parasitada permanecerá viva mientras los huevos se desarrollan y dan lugar a larvas que se alimentarán de sus fluidos corporales. Una vez que las larvas se hayan desarrollado hasta un determinado tamaño abandonarán el cuerpo de la oruga y una vez en el exterior tejerán sus capullos para completar la metamorfosis.
Hasta este punto, el proceso es similar al que ocurre en muchas especies de avispas parásitas, como los Incneumónidos. Lo realmente asombroso de las Glyptapanteles, es que al mismo tiempo que la hembra inyecta los huevos en la oruga, inocula un virus que contiene material genético de la avispa, de forma que una vez infectada con el virus, ese material genético se transcribirá con el ADN de las oruga, lo que provocará en su comportamiento un cambio radical.
Después al abandonar las larvas de avispa en el cuerpo de la oruga lo que ocurre es desconcertante. Una vez fuera de su víctima, las larvas tejerán sus capullos y allí permanecerán varios días hasta completar la sagrada metamorfosis. Durante todo ese tiempo, la oruga parasitada no se moverá de su lado, los protegerá contra todo tipo de insectos depredadores y atacará con una gran agresividad a cualquiera que se acerque a ellos. La oruga permanecerá con vida hasta que las recién nacidas eclosionen de sus capullos y en ese instante mientras la avispa observa el primer vuelo de su enjambre entre la exuberante vegetación del inmenso bosque, la oruga zombi muere repentinamente sin saber porqué.
Como los parásitos de la revolución… del exilio y sus parásitos.
Félix Antonio Rojas es friki freelancer.
Magistral! Gracias.
Sofisticada la estrategia del parásito. Era más fácil producir. Muy bueno.
Genial artículo
Interesante y aleccionadora lección de entomología analógica. Felicitaciones por tan ingeniosa explicación que, además de “gráfica constatable”, sirve como “despertador” para los menos enterados.
Geniales las referencias, precisas e ingeniosas. Da para un ensayo interminable.