Por Gloria Chávez Vásquez.
Durante la filmación de la serie El Poder del Mito, televisada por la PBS (1988) Joseph Campbell (1904-1987) afirmó que los verdaderos cambios sociales tienen lugar, gradualmente, en el individuo. Aquellos impacientes que pretenden cambiar al mundo de un brochazo causan daños irreparables a la sociedad.
El mitólogo, autor y profesor estadounidense, lamentaba, por ejemplo, que la Iglesia Católica hubiese sacrificado sus rituales durante el concilio vaticano II. Con la reforma física vino también la espiritual: Se orientó el altar hacia el pueblo, se exteriorizó la atención al colectivo y se dejó de interiorizar la devoción; el altar pasó a ser escenario de la humanidad y no de la divinidad. Se relegó el lenguaje sagrado y la música sacra se redujo a nivel popular.
Hoy en día, los lideres católicos laboran más en los problemas éticos y sociales de la iglesia, que en transmitir la experiencia mística que nutre al espíritu de sus feligreses. La ausencia de éxtasis, júbilo, gozo, y la negación de transcendencia en nuestra sociedad, han llevado a muchos jóvenes a refugiarse en las drogas, o en las sectas, que improvisan el evangelio en viejos teatros, mientras los cínicos convierten los templos en discotecas.
De igual modo, los cambios y reformas universitarias de los últimos tiempos han privado al estudiante de las enseñanzas de grandes pensadores y referentes intelectuales y con ellos se ha silenciado a la voz de la razón. Lo que fuera una vez templo de sabiduría, es ahora una institución profana preocupada por asuntos económicos y políticos. Campbell advierte que “lo que destruye la razón es la pasión y la principal pasión en la economía y la política es la avaricia”. Esto ha creado una dualidad que confunde y polariza al individuo. La actual es una sociedad de doble moral y características esquizofrénicas.
En la entrevista que dio origen a El poder del mito (The Power of Myth), Campbell explica que los temas y símbolos, los arquetipos mitológicos, religiosos y psicológicos son una necesidad en la vida porque dan significado a las etapas humanas como el nacimiento, la muerte, el amor y la guerra. Los mitos antiguos estaban diseñados para armonizar la mente y el cuerpo. Si la narrativa sirve para entretener, el papel del mito es instruir al espíritu.
En la necesidad de entender nuestro paso por la vida, y contar nuestra historia, los mitos surgieron para asistirnos en la búsqueda de la verdad y encontrar su significado. Necesitamos entender nuestra existencia para tocar lo eterno, lo misterioso y saber quiénes somos.
Los mitos son metáforas acerca del potencial espiritual del individuo que nos revelan además lo que los humanos tenemos en común. Los mismos poderes que animan nuestra vida, animan la vida del mundo. Los mitos y ritos te enseñan a mirar hacia adentro y a entender el mensaje de los símbolos. Te ayudan a poner la mente en contacto con la experiencia de estar vivo. Sirven para traernos al nivel de conciencia espiritual. Nos elevan y nos enseñan que la vida es una meditación. Sobre la experiencia del matrimonio, por ejemplo, nos enseña que es la reunión de dos mitades que se complementan. Nos ensenan sobre la lealtad y el compromiso.
Igual que en el arte, todo en la religión es simbólico. Y los sacerdotes como los artistas son conductores de los mitos y rituales. Ambos tienen el poder de hacer y deshacer un mito. La mitología es el hogar de las musas que inspiran las artes. La poesía es un lenguaje metafórico que sugiere un potencial. La metáfora es la máscara de Dios a través de la cual se experimenta la eternidad. De ella aprendemos a estar en armonía con la sinfonía universal.
De acuerdo con la filosofía de Campbell, el mito tiene cuatro funciones: 1) la función mística que abre a la dimensión del misterio; 2) la función cosmológica, que explica el posible origen de las cosas; 3) la sociológica transmite el orden social o las tradiciones culturales y 4) la función pedagógica que enseña cómo vivir la vida. El mito está ligado al tiempo, a la cultura y al espacio y a menos que se mantengan vivos, esos símbolos y metáforas desaparecerán para detrimento de la humanidad.
Cuando una persona nos sirve de ejemplo y de guía, se ha movido a la esfera de la mitificación. Para bien o para mal, hemos mitificado, ilusoriamente, a los actores a través de los personajes que interpretan; hemos convertido el teatro de cine, en un templo y su altar, una pantalla gigante. Por lo tanto, un actor, que representa papeles en los que personifica ciertos principios, tiene el poder de inspirar o desbaratar el tejido cultural.
Nacido y criado en White Plains, Nueva York, de familia católica de clase media alta, de niño, Joseph Campbell quedó fascinado con la colección de artefactos de la cultura nativa, expuesta en el Museo Americano de Historia Natural en Nueva York. Pronto se convirtió en experto en los aspectos de esa cultura, principalmente en su mitología. Su pasión de toda la vida fue la mitología y el estudio y cartografía de los hilos cohesivos que parecen existir entre las culturas humanas más diversas.
Graduado de Canterbury School (1921), en New Milford, Connecticut, Campbell estudió biología y matemáticas en Dartmouth College, donde destacó como atleta. En 1924 viajó a Europa con su familia. En el barco, durante su viaje de regreso, tuvo la oportunidad de conocer y conversar sobre filosofía asiática con Jiddu Krishnamurti; el encuentro generó en Campbell profundo interés por la filosofía hindú y el pensamiento de la India. Obtuvo su B.A. en literatura inglesa (1925) y su M.A. en literatura medieval (1927) en Columbia University, donde recibió una beca para estudiar francés antiguo, provenzal y sánscrito en la Universidad de París y en la Universidad de Múnich. Aprendió rápidamente a leer y hablar en francés y alemán. Era fluente además en latín y japonés. En 1956 viajó a la India y al Japón.
Atraído por el período de la Generación perdida, un momento de enorme innovación intelectual y artística en Europa, Campbell estudió la obra de James Joyce, y se interesó en la de Thomas Mann, con quien sostuvo correspondencia. Se entusiasmó con el arte moderno y la obra de Paul Klee y Pablo Picasso. Se sumió en los escritos de Sigmund Freud y Carl Gustav Jung, quienes veían el mito como una manifestación del subconsciente. La diferencia entre los arquetipos de Jung del inconsciente y los complejos de Freud es que los arquetipos son expresiones biológicas de los órganos del cuerpo y de sus poderes mientras que el inconsciente freudiano es un inconsciente personal, biográfico.
Campbell dio nueva vida al lema de “Persigue tu felicidad” engranado en la filosofía nacional de los EEUU y derivada de los Upanishads hindúes. Es también el título de la novela de Sinclair Lewis Babbitt aparecida en 1924. “Persigue tu felicidad y no tengas miedo, y las puertas se abrirán donde menos lo sospeches”. En la medida en que el amor se expresa a sí mismo, no se expresa según los modos de vida aprobados. Es por eso que resulta tan secreto. El amor no tiene nada que ver con el orden social.
En cuanto a la expresión de “en nombre de la razón”, no había que confundirla con “en el nombre del poder”. Es importante distinguir entre razón y pensamiento. El pensamiento es maleable e influenciable. Es más superficial. La razón es más interna, más independiente y tiene que ver con encontrar el terreno del ser y la estructura fundamental del orden en el universo.
Motivado por la poca importancia que sus compatriotas concedían a los mitos y culturas del mundo, Campbell escribió Las máscaras de Dios, para informar sobre los mitos de las culturas universales a través de los milenios. En sus disertaciones y escritos, el autor de El héroe de las mil caras y El viaje del héroe hace referencia a la obra de los escritores modernos como Arthur Schopenhauer y Friedrich Nietzsche quienes ejercieron profundo efecto en su pensamiento.
El documental basado en El poder del mito fue filmado en el Rancho Skywalker propiedad del productor y director de cine, George Lucas, admirador de Joseph Campbell. En la serie, Campbell hacía referencia a la forma en que Lucas utilizó el viaje del héroe, Luke Walker, para reinventar la mitología en la visión del espectador contemporáneo:
Cuando Luke Skywalker desenmascara a su padre, está anulando el papel de máquina que ha jugado el padre. El padre era el uniforme. Eso es el poder, el papel del Estado. El hombre no debería estar al servicio del estado, sino el estado al servicio del hombre. Cuando el individuo se pone al servicio de un estado, contribuye a la formación del Estado monstruo.
Gloria Chávez Vásquez es escritora, periodista y educadora residente en Estados Unidos.
Excelente y revelador artículo…
Gracias por articulo, muy bueno
Para leerlo varias veces.