Por José María Arenzana/Canal Sur.
Una infancia rodeada de arte y compás en el corazón del barrio de Triana. Ecos morunos de su familia le fermentaron los quejíos y la espiritualidad de los sonidos negros. De niña inició clases de baile con Enrique el Cojo, pero un día, un vecino y amigo de la familia, Manuel Molina, quiso enseñarle una canción y juntos le abrieron las puertas al Nuevo Flamenco. Fue un éxito inmediato y los jóvenes rockeros, con aquellas letras que coincidían con ciertos ideales del universo hippy, aceptaron e hicieron suya la propuesta como si se tratase de dos estrellas del rock naciente…