Por Almería Hoy.
José Mª Arenzana se curtió escribiendo crónicas de guerra para las páginas de ‘ABC’, ‘El Correo de Andalucía’ o ‘Cambio 16’ u colaboró con Jesús Quintero en ‘El loco de la colina’. Sostiene que el periodismo dejó hace tiempo de “contar la Historia” y vive “al servicio del poder”.
José María Arenzana se curtió escribiendo crónicas de guerra desde “el corazón del infierno” para las páginas de ‘ABC’, ‘El Correo de Andalucía’ o ‘Cambio 16’. Colaboró con Jesús Quintero en ‘El loco de la colina’ y llegó a formar parte del Consejo Audiovisual de Andalucía, donde no dejó de perseguirle la polémica. Tampoco el largo ‘régimen andaluz’ previo a la llegada del PP, por expresar sus singulares opiniones. Sostiene que el periodismo dejó hace tiempo de “contar la Historia” y vive “al servicio del poder”. No obstante, Arenzana insiste en compartir la realidad desde el “ángulo particular de su mirada”.
– A usted le precede la fama de periodista polémico. ¿Qué opinión le merece la profesión en el momento actual?
– Antes que nada, le diré que la polémica está en el que escucha más que en mi intención. El periodismo no existe. Me refiero a esa bendita profesión que consistía en ofrecer a los ciudadanos una información veraz que les sirva para ejercer sus derechos ante la sociedad. De eso me di cuenta hace mucho tiempo, unos 25 ó 30 años. Es posible que entonces fuera una intuición premonitoria. La verdad es que lo vi muy claro cuando, siendo reportero, empezaron a encargarme crónicas sobre los mejores lugares para tomar daiquiris en Eritrea o en el Congo, en vez de pedirme que escribiera sobre las matanzas que acontecían a diario en esos países que siempre están en guerra. Me pareció un abuso por parte de los medios que me contrataran para eso, aunque ellos lo hacían porque conocían mejor que nadie a su clientela, es decir, a los lectores. Pero yo no estaba dispuesto a entrar en ese juego. Me parecía insultante hacer una guía sobre la ruta del mojito en Oriente Medio, de las mejores playas para hacer snorkel en Sudán o en otras naciones en que las personas se exterminaban a machetazos todos los días.
– ¿Le pagaban por eso?
– ¡Vaya! Unas 15.000 pesetas de la época por una crónica así desde el corazón del infierno. Sin embargo, me parecía un insulto escribir sobre esos asuntos o de la guerra de Siria desde un hotel de Atenas o Estambul.
– Elaborar crónicas pretendidamente in situ, cuando se escribían a miles de kilómetros de donde se producían los hechos…
– Como se lo digo. Es la tragedia de lo que todavía llamamos periodismo y no lo es. No estamos contando la Historia, que es el principal deber del periodista. Me parece un abuso.
– ¿Cómo el profesional sobrevive a eso desde el punto de vista ético?
– Deduzco que los periodistas de verdad, ahora se dedican a otra cosa. Yo, he podido hacerlo gracias a las bienaventuranzas y a dar pena. Hago radio -que me encanta-, escribo y tengo amigos que confían aún en el valor de la palabra y las noticias bien escritas, aunque sé que me proponen los encargos por amistad.
– ¡Qué triste!
– Es lo que hay. A eso he dedicado buena parte de mi vida profesional. También me surgió la oportunidad de ganarme la vida formando parte del Consejo Audiovisual de Andalucía. Sin embargo, incluso en una institución como ésa me ha perseguido la polémica. E, insisto, la polémica está en el oído de quien escucha e interpreta lo que otros quieren entender que has dicho, no lo que realmente has expresado. Pero eso va en el oficio. No obstante, en cualquier foro en que se ha contado con mi participación, siempre he aportado un punto de vista diferente y he contado la realidad desde el ángulo particular de mi mirada. He procurado contribuir a hacer digerible esa tortilla intragable de un mundo en el que todos piensan igual. Entiendo que en eso consiste la democracia…
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