Por Gloria Chávez Vásquez.
“Sólo hay un medio para mantener en pie una sociedad libre y es mantener al público informado.”
La escritora estadounidense Gertrude Stein (1874-1946) se quejaba de que el mundo recibía tanta información durante el día que la gente había perdido el sentido común. Para cuando llegaba al lector o al radioescucha de entonces, esa información se había convertido en propaganda.
La gran diferencia entre información y propaganda reside en la pureza de la verdad en la narrativa de la primera. La propaganda altera la verdad por conveniencia; la contamina para maniobrar en la mente individual y colectiva. La información te deja pensar y llegar a tus propias conclusiones. La propaganda exige que no pienses sino que creas lo que te dicen sin chistar.
Debo aclarar que propaganda no es el anuncio ni la promoción de un producto. Es un término que se ha utilizado erróneamente en nuestros medios para detrimento de los usuarios. Por eso cuando hablamos de propaganda no vemos nada adverso. Pero es hora de examinar y llamar a las cosas por su nombre. La propaganda ha llevado a la ruina social a muchos países porque se asocia con la mentira.
La noticia no permite opiniones del reportero. Un comentarista puede emitir sus opiniones, basado en los datos, pero jamás tergiversarlos. La base de la información es la verdad. La base de la propaganda es la manipulación. La palabra información viene del latín “informare”, que significa “dar forma a la mente.” Por consiguiente, cuando obtienes información, creas ideas. Propaganda viene del latín “propagare” que quiere decir propagar, diseminar. Como los rumores y los virus.
¿Cuándo se convierte la información en propaganda?
Los datos se manipulan para favorecer, proyectar, agrandar, adornar, pulir, un producto real o inexistente. Lo ha hecho Hollywood para crear ídolos o para promover ideas, los relacionistas de la música y el deporte a nivel mundial para atraer las masas. Para vender más y traducir la promoción en espectáculo y dinero. Es el culto a la ilusión: creer en lo que no se ve, a lo mejor existe. Lo dice la propaganda.
Lo primero que hay que aceptar es el gran poder de la información. La escritora estadounidense C.J. Cherryh afirma que el comercio no trata sobre mercancías, sino sobre información. “Las mercancías se sientan en el almacén hasta que la información las mueve.” Lo malo es que, en ese lapso, esa información termina convirtiéndose en propaganda. Es de ese modo como se ha ablandado el cerebro de las masas. El periodista polaco Ryszard Kapuscinski por su parte, nos asegura que la verdad dejó de ser importante cuando se descubrió que la información era un negocio. “Porque los medios de información y la difusión de ideas están gobernadas, como los precios en el mercado y son también mercaderías.” Añade el filósofo argentino Arturo Jauretche.
Lo segundo es darse cuenta de cómo la inminente estrategia de regímenes como el fascista, el nazi y el comunista, es apropiarse de los medios de comunicación: prensa, radio, cine, tv, redes sociales, la cultura, la educación, los deportes, para inyectar a través de ellos su ideología. Adolf Hitler pudo subir al poder gracias a una propaganda bien orquestada por su ministro de comunicaciones, Joseph Goebbels. La misma táctica, incluyendo la censura y la represión, fue utilizada con éxito por Stalin, Mussolini, Castro, y por supuesto en países como Irán y Corea del Norte, para controlar su población. La propaganda sirvió también para ocultar la verdad de los hechos en el caso de los más de 300 millones de muertos en la Unión Soviética y como se pretendió ocultar el Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial.
En la actualidad, el instrumento más peligroso de propaganda ideológica, por su inmediatez, procede de las plataformas de redes sociales. Ebrios de poder, los magnates de la cibernética accedieron a convertirse en los ojos y oídos de los regímenes de izquierda con tal de lucrar con su producto. Nadie podía borrar de su cara la satisfacción, cuando Mark Zuckerberg declaró que “Facebook es ya el tercer país más grande del mundo, si consideramos su población, por lo que es capaz de mover más información que cualquier gobierno.”
El otro amo de la red, Bill Gates, se jacta de que “Internet facilita la información adecuada, en el momento adecuado, para el propósito adecuado.” Y esto es, en efecto, lo que ha hecho con ella para servir a gobiernos represivos. Mientras Google organiza la información en el mundo, Gates crea herramientas que permitan a Google organizar esa información. De cómo generan y organizan esa información es más que evidente. Su parcialización y prácticas de censura han traído controversia y consecuencias al club de los “genios”. Gates tuvo que romper su monopolio industrial, tras una gran demanda de los perjudicados. Ahora enfrenta los daños causados durante 20 años, al sistema educativo. El más reciente experimento ha traído desastres a l mundo de la farmacéutica. Zuckerberg a su vez se encarga de identificar a los disidentes en el suyo y otros países. Google, Youtube y Twitter son más activos en la propaganda y cada día son más las denuncias, investigaciones, demandas e iniciativas, como la del presidente Donald Trump, para bajar a estos tipos de su nube dictatorial. A través de esas redes se difama, se ataca, se reprime a opositores de sus ideas, creando una división social que luego se manifiesta en desorden público y en la vida real. Para millones de usuarios es obvio que FTGU son el pulpo de la propaganda ideológica actual más conocido como Nuevo Orden Mundial.
Ya en cierta ocasión, el astrónomo Clifford Stoll, advirtió que “los datos no son información, la información no es conocimiento, el conocimiento no es comprensión ni la comprensión es sabiduría. “ Entonces, ¿qué es lo que nos hace personas informadas y algún día sabios o por lo menos gente con sentido común? En la época de Albert Einstein, el secreto del éxito era saber dónde encontrar la información y saber cómo usarla. La falta de información contribuye a la incompetencia. El físico Mario Bunge analizó el fenómeno, concluyendo que la información en sí misma no tiene valor si no se descifra. “Hay que transformar las señales y los mensajes auditivos, visuales o como fueren, en ideas y procesos cerebrales, lo que supone entenderlos y evaluarlos. No basta poseer un cúmulo de información.” Aunque Internet ha facilitado el acceso a la información, muchos de sus aficionados no tienen la cultura necesaria para filtrar la verdadera de la falsa.
El espacio virtual y su propaganda desaforada, nos han sumido en una dimensión cada vez más cercana a una funesta ficción. Necesitamos hacer un esfuerzo consciente para salir de ella, de lo contrario estamos condenados a perder nuestra libertad de pensar y expresarnos libremente. Basta recordar unas líneas de la novela Fahrenheit 451, en la que Ray Bradbury pone en boca de uno de sus personajes más abyectos, lo que parecen las palabras de los creadores de las redes sociales: “Llénalos de noticias incombustibles. Sentirán que la información los ahoga, pero se creerán inteligentes. Les parecerá que están pensando, tendrán una sensación de movimiento sin moverse.”
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Gloria Chávez Vasquez es escritora y periodista.