De acuerdo al presidente de Paraguay, a Mohammad Khosraviragh le habrían cambiado la identidad en Cuba. Y allí reaparece en escena el argentino Edgardo Rubén “Soheil” Assad, líder de la comunidad shiíta cubana, discípulo de Moshen Rabbani e investigado por el atentado a la AMIA.
“Al presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, le debe encantar el trópico”, comentaba irónicamente un diplomático cubano hace unos años. Era cuando el entonces líder ultraortodoxo iraní venía mucho a América latina para encontrarse con sus amigos del “eje bolivariano”. Decía que quería “contrarrestar el lazo con Estados Unidos”.
Entre 2005 y 2013, Ahmadinejad viajó nueve veces al continente americano. Siempre con escala en Venezuela con tramos a Bolivia (en dos oportunidades), Brasil, Cuba, Ecuador y Nicaragua. Los presidentes latinoamericanos retribuyeron las visitas. Si bien existía una larga relación venezolano-iraní de la fundación de la OPEP en los sesenta y de relación ideológica con el castrismo cubano desde los ochenta, fue el chavismo la puerta que aprovechó Irán para entrar a un terreno hasta entonces desconocido para el shiísmo persa.