Por Joel Alonso del Río.
En la cultura hebrea la circuncisión es un corte que hacen al prepucio para significar el paso de la niñez a la edad adulta, y la pertenencia al pueblo con pleno derecho, con voz y voto.
Una persona incircuncisa no es considerado como parte del pueblo aunque haya nacido en este, ni siquiera es incluido en el censo de población, y no tiene derecho al voto. Es como si estuviera en un estado infantil perenne.
Incircunciso de corazón es una persona que tiene su corazón fuera del pueblo, que no siente por el pueblo, que no le importa su propio pueblo, que vive desconectado mentalmente. Podríamos decir de aquellos que gobiernan o son ciudadanos de un país, y su corazón es indolente ante el sufrimiento de su pueblo, ponen cargas sobre el pueblo que ellos no llevan.
“¡Ay también de vosotros, intérpretes de la ley! porque cargáis a los hombres con cargas difíciles de llevar, y vosotros ni siquiera tocáis las cargas con uno de vuestros dedos.” (Lucas 11, 46).
Si el pueblo y la Iglesia callan ante la injusticia, viendo a los lobos devorar a sus ovejas, traicionan a su propio pueblo, y viven en un constante pecado de omisión.
Entiéndase por omisión: Negarse a hacer un bien o callar ante la injusticia.
Hemos sido puestos como atalayas de nuestro pueblo, para velar por el bien común.
17*“Hijo de hombre, Yo te pongo por atalaya de la casa de Israel; oirás de mi boca la palabra y les amonestarás de mi parte. 18Si Yo digo al impío: “De seguro morirás”, y tú no le previnieres ni hablares para amonestar al impío (que se aparte) de su perverso camino y viva, ese impío morirá en su iniquidad; mas Yo demandaré de tu mano su sangre. 19Pero si tú amonestas al impío y éste no se convierte de su maldad y su perverso camino, él morirá en su iniquidad, mas tú habrás salvado tu alma. 20Y cuando un justo se apartare de su justicia cometiendo iniquidad, y Yo le pusiere un tropiezo delante y él muriere porque tú no le amonestaste, en su pecado morirá, y no serán recordadas sus obras buenas que hizo, y Yo demandaré su sangre de tu mano. 21*Pero si tú amonestares al justo, para que no peque, y el justo en efecto no pecare más, de seguro vivirá porque se dejó amonestar, y tú habrás salvado tu alma.” (Ezequiel 3, 16-21)
Tenemos la responsabilidad de ejercer el profetismo: denunciar las injusticias y anunciar el camino para salir de ésta. No hacerlo es una grave falta. Martin Luther King decía:
“Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos”
Una vez más se repite la historia de Caín y Abel: ” 9*Preguntó Yahvé a Caín: “¿Dónde está Abel, tu hermano?” Contestó: “No sé. ¿Soy acaso el guarda de mi hermano?” 10*Y dijo (Yahvé): “¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano está clamando a Mí desde la tierra.” (Génesis 4, 9-10)
La Iglesia Católica tiene la responsabilidad de velar por el ser humano y cuando el pueblo está esclavizado por los faraones de hoy en día, ir delante del Faraón como hizo Moisés, y exigirle la liberación del pueblo con las mismas palabras que usó San Arnulfo Romero en el Salvador:
“Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles… Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: “No matar”. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión.”
Óscar Romero.
Caín ha vuelto a matar a Abel.
Y una vez más se levantó la mano de Caín contra Abel, y cayeron, Oswaldo Payá y Harold Cepero como semilla en la tierra, bajo la mirada silenciosa del pueblo y de la Iglesia que les honró muertos y los abandonaron en vida.
Así que dais testimonio en contra de vosotros mismos, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. (Mateo 23, 3).
“Los cuales mataron tanto al Señor Jesús como a los profetas, y a nosotros nos expulsaron, y no agradan a Dios sino que son contrarios a todos los hombres” (1 Tesalonicenses 2, 15)
Cayeron bajo el peso de la intolerancia de aquellos que no permiten una opinión diferente, y vuelven a clavar a Jesucristo en la cruz para silenciar la única verdad.
Oswaldo Payá fue el Moisés que fue frente al Faraón, y no le tembló el pulso cuando le puso 11.000 firmas y la Constitución al Faraón de Cuba, Años después Caín mata a Abel y muere Oswaldo Payá Sardiñas.
Payá y Harold Cepero, ambos, católicos practicantes, evocan a los personajes bíblicos Moisés y Aarón que frente al Faraón, exigieron la libertad del pueblo.
7“He visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he escuchado el clamor que levanta a causa de sus exactores; pues conozco sus sufrimientos. 8He descendido para librarlo de la mano de los egipcios… 9Ahora el clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta Mí y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen.”
Joel Alonso del Río es Profesor de Teología de la Arquidiócesis de Miami.
¡Excelente!
Gracias Víctor.