EDITO

Imperativo del Quijote

Por Atilana

Hoy, 12 de octubre, el día de la mayor efeméride histórica que un país pueda celebrar, en España, por desgracia, no estamos para fiestas.

A expensas de formarse un Gobierno gracias a los votos de un partido cuyo líder es un prófugo de la Justicia, con el que se ha entrevistado la Vicepresidenta del Gobierno para obtener su beneplácito, a la vista de todos los españoles, sin que parezca que el respeto a la Ley deba estar por encima del poder personal, creyendo que la Constitución de un país se puede tergiversar hasta llegar a decir que la nación se puede subastar como si de un cambalache se tratara, el pasado, nuestro pasado, queda muy lejos.

Es verdad que en ese pasado, como el historiador argentino Marcelo Gullo nos enseña, se encuentra la explicación de este presente, el presente en el que la Madre Patria no puede mirarse en el espejo sin sentir vergüenza ante sus hijos.

Pero hoy, a pesar de todo, si la Hispanidad es una realidad por encima del destino de España y nuestra lengua se habla fuera de los confines de las mismas naciones que conformaron aquel imperio que comenzó a existir precisamente un 12 de octubre de 1492, debemos estar de fiesta.

Y que conste que, gracias al filósofo español Gustavo Bueno, ya sabemos que el deber, en contra de lo que pensara el alemán Kant, no se puede cumplir en el vacío. No se puede estar de fiesta porque debemos. Sino que debemos porque tiene que haber motivos, verdaderos, reales, para estarlo. “Obra de modo que la máxima de tu voluntad pueda convertirse en Ley Universal”, dijo Kant, y Bueno le contestó, 200 años después, “no hay Ley Universal”.

A lo más que se llegó, y ya fue bastante, fue a crear, gracias a aquel 12 de octubre, un Derecho Internacional como resultado del conjunto de Estados que conformaron la Comunidad que hoy llamamos Hispánica. Las Españas, esas naciones que alcanzaron e incluso sobrepasaron en riqueza, cultura y moralidad, a la propia España.

¿Qué queremos, pues, los españoles? ¿Qué “máxima de la voluntad” puede convertirse en nuestra Ley? Simplemente, muchos, incluso la mayoría, seguir siéndolo, perseverar en la existencia. Y acaso sean nuestros hermanos americanos a quienes debamos dirigir la mirada para poder tener algo que celebrar. Por desgracia, sigue siendo Europa, la sublime Europa, la que no nos deja ver con su neblina el horizonte que hace exactamente 531 años conseguimos surcar a través del Atlántico.

Urge, pues, reformular el imperativo categórico kantiano, esa norma que veía a los hombres como sujetos de un deber abstracto, ajeno a la vida real, y transformarlo al modo español, con Gustavo Bueno.

¿Y qué nos ha enseñado nuestro filósofo, respecto a España, como para que podamos despertar de ese sueño dogmático kantiano?

La clave está en su interpretación del Quijote, la novela que supo darnos la esencia del “sueño español”. Porque hay sueños, digamos mitos, que no oscurecen el entendimiento, como se suele creer con la noción vulgar de “mito”, sino que nos iluminan, que nos permiten levantar la mirada pedestre hacia otros horizontes de más largo alcance.

Ese “largo alcance” que a don Quijote le dieron las novelas de caballerías para atreverse a salir al camino, con su vecino Sancho, a desfacer entuertos, pensando en Dulcinea.

Invoquemos un nuevo imperativo, no categórico, sino filosófico, abierto a las novedades del camino, a los bachilleres Carrasco, a las Maritornes, a los caballeros del Verde Gabán, y a las princesas Micomiconas que nos quieren hacer entrar en la razón europea, esa razón que acabará con nosotros en la cama, muriendo de puro aburrimiento.

España, obra de modo que la máxima de tu voluntad, pueda convertirse en un nuevo episodio del Quijote.

Atilana Guerrero Sánchez es filósofa española, miembro de la Escuela de Oviedo.

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