Relato Social

Iglesia en Cuba: declive republicano y represión comunista, 1940-1961

Por Dámaso Barraza.

La historia de la Iglesia católica en la Cuba comunista totalitaria se configura como un capítulo marcado por un profundo desarraigo y por un cambio radical. El advenimiento y la consolidación del sistema totalitario, con su adhesión al materialismo como ideología fundacional del Estado, han ejercido un impacto disruptivo a lo largo de la historia, no solo sobre la Iglesia en cuanto a institución organizada, sino también sobre el tejido existencial y social de la comunidad de los fieles. Se trata, en esencia, de una cesura epocal que bien podría haber sido el culmen de un proceso de neutralización de la esfera religiosa para favorecer el poder político, redefiniendo los contornos mismos de la presencia católica dentro de la sociedad cubana.

A más de 60 años parece un tema olvidado perdido en la historia, pero no olvidado para preguntarse: ¿Cómo fue posible que la fe católica pudiera desvanecerse así, a tal velocidad? ¿Por qué no hubo una respuesta contundente por parte de la Iglesia en Cuba y de los católicos cubanos ante la agresión sufrida por parte del estado totalitario?

A lo largo de la historia, la Iglesia Católica ha respondido a sistemas totalitarios de diversas maneras, como lo demuestran el levantamiento de la Vendée en 1793 contra la descristianización revolucionaria francesa[i] y la Guerra Cristera en México (1926-1929) en defensa de la libertad religiosa[ii].

 

En la Cuba comunista totalitaria, el caso de la Iglesia católica revela un profundo desarraigo y transformación. Tras más de 60 años de un sistema materialista, una pregunta clave persiste: ¿fue realmente rápido el declive de la fe, y cuál ha sido la respuesta de la Iglesia y los católicos cubanos? ¿Acaso el sistema comunista totalitario carga con toda la responsabilidad?  No podemos negar que la historia de aquellos años fue tan visceral que resonó en lo más profundo de muchos, creando una niebla temporal en su visión. De una parte, el futuro se muestra con muchos esfuerzos y dificultades, de la otra se esconden muchas realidades del pasado que no creeríamos fueran verdad.

Necesitamos revisar la historia que está a nuestra disposición, para entender por qué nos aparece que los católicos cubanos no ofrecieron una respuesta proporcional a los ataques que sufrieron del estado totalitario. La aparente falta de una defensa, a pesar de la supuesta capacidad de repuesta de la Iglesia contra el proceso comunista, basada en la narrativa oficial que nos ha llegado hasta hoy, contrasta con lo que la Iglesia en Cuba era en realidad, sobre todo en los años republicanos.

Y así llegó el dies irae para la Iglesia, el 18 de septiembre de 1961, cuando el régimen comunista cubano, buscando consolidar las bases del nuevo estado y consolidar las bases de la nueva identidad político-ideológica, basadas en el marxismo-leninismo, decidió dar un golpe a las influencias consideradas opositoras e incompatibles con el nuevo orden. Por esta razón se obligó a 136 sacerdotes a salir de Cuba, cubanos y extranjeros a bordo del barco Covadonga, con destino a España[iii]. Después de la expulsión, el número de sacerdotes y religiosos en Cuba disminuyó significativamente, dejando a la comunidad eclesial en la Isla reducida[iv] y bajo estricta vigilancia. Así el sistema totalitario que echaba raíces en Cuba lograba la autonomía ideológica y política frente a instituciones tradicionales como la Iglesia Católica.

 

Hacia finales de 1961, se había consumado, con una sistematicidad que denotaba una precisa volontà política, el desmantelamiento de las estructuras vertebrales de la Iglesia católica y de los movimientos de Acción Católica en la Isla. Este proceso, que se inscribe en el contexto más amplio de la consolidación del poder revolucionario y de la afirmación de una ideología estatal bien definida, representó un punto de inflexión decisivo en la historia de la presencia católica en Cuba[i]. Con la clausura o la absorción de sus instituciones, la expropiación de sus bienes y la expulsión de una parte significativa de su clero y de sus miembros más activos, el gobierno revolucionario logró, en un lapso relativamente breve, desarticular la capacidad operativa y la influencia social que la Iglesia había ejercido hasta entonces, marcando así una nueva fase en las complejas relaciones entre el Estado y la institución religiosa en la Cuba revolucionaria.

A todos los que escuchan esta reflexión: Tenemos que preguntarnos si de verdad todos en Cuba se volvieron materialistas marxistas. Pero, ¿es esa la única manera de ver cómo la Iglesia y los católicos cubanos reaccionaron en ese periodo? Quizás hubo otras maneras de adaptarse, de resistir sin hacer mucho ruido, o de vivir como se podía hacer en ese momento de la historia. Para entender cómo se llegó a esta situación, hay que mirar la historia de la Iglesia católica en Cuba con atención, sobre todo cuando empezó el gobierno comunista. Las cosas no son siempre simples, blancas o negras. Hay muchos detalles importantes en esta historia, y no podemos decir que haya sido algo fácil de entender.

[i] Castro, F. (1960, 16 de diciembre). Discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, Primer Ministrodel Gobierno Revolucionario, en la Clausura de la Plenaria Nacional de losCírculos Sociales, efectuada el 16 de diciembre de 1960. Portal Cuba – Noticias, productos y servicios para Cuba y el mundo. http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1960/esp/f161260e.html

 

 

Trascendamos las fronteras temporales, remontándonos más allá de la era del comunismo, hacia aquellos momentos de la historia que pueden iluminar nuestra comprensión. Uno de esos instantes cruciales, digno de nuestra más atenta consideración, se sitúa en torno a la aprobación de la Constitución de 1940[1]. En aquel entonces, la Iglesia Católica, desde la penumbra de sus templos, alzó su voz débil y solemne, dirigida a los pasillos del poder y al corazón de la sociedad cubana.

Un documento, la «Exposición del episcopado cubano a los señores delegados a la asamblea constituyente» fechado el 6 de febrero de 1940[2], aunque no revistiera la forma canónica de una carta pastoral, constituye un testimonio elocuente de la voluntad de la Iglesia en Cuba de participar activamente en el debate que modelaría el futuro de la nación. Y la presencia de la Iglesia no se limitó a esta declaración: tras la promulgación de la nueva Carta Magna, el Vicario Capitular Dr. Manuel Arteaga difundió una circular el 20 de junio de 1940, una suerte de guía interpretativa para los fieles ante los nuevos preceptos constitucionales.

La Constitución cubana de 1940 vio la luz en un período de intensa transición política y social, animado por un difundido deseo de renovación. En tal contexto, la Iglesia católica, institución de secular arraigo en el tejido cubano, no pudo ciertamente permanecer ajena al proceso de definición del nuevo orden constitucional, con particular atención a la delicada cuestión de las relaciones entre el Estado y las confesiones religiosas. En el curso de los trabajos de la Convención Constituyente se consumó un encendido debate sobre el papel y la posición que las instituciones religiosas habrían de asumir en el nuevo marco jurídico[3]. El resultado de tal confrontación fue la promulgación, el 1 de julio de 1940, de una Carta fundamental que, aun sancionando la separación entre Estado e Iglesia – un paso significativo hacia la laicidad –, se insertaba en una realidad cubana en la que la Iglesia, aun no igualando la fuerza de otras hermanas latinoamericanas, había desempeñado de todos modos un papel relevante en la historia y en la sociedad de la isla.

La nueva Constitución, con su afirmación del principio de separación, permanece un testimonio significativo de los desafíos que la Iglesia cubana se encontró afrontando en el intento de definir su propio papel en una sociedad en rápido cambio, oscilando entre la reivindicación de su propia autonomía espiritual y la necesidad de interactuar con un poder político en constante redefinición.

Y así, para la Iglesia católica, la formalización de la separación del Estado sancionada por la Constitución de 1940 representaba un momento de potencial ambivalencia. Si por un lado podía interpretar tal elección como un reconocimiento de su autonomía espiritual y una garantía de independencia del poder político, por otro lado, implicaba una redefinición de su relación con el Estado y una potencial limitación de su influencia en la esfera pública. En una época en la que el modelo de un Estado confesional o de una estrecha colaboración entre Estado e Iglesia era aún prevalente en muchos países, la decisión cubana de 1940 marcaba un punto de inflexión, con implicaciones no desdeñables para el futuro de la presencia y de la acción de la Iglesia en la isla.

Mirando el peculiar lugar que se le dio a la Iglesia católica en Cuba, en los momentos de la aprobación de la nueva Constitución de 1940, nos habla de en qué medida, entre la fundación de la República y el advenimiento del régimen comunista, la Iglesia gozó de poca influencia que, aun no siendo ausente, nunca alcanzó la importancia política que se observa en otras naciones del contexto latinoamericano, por ejemplo. Hacia el final del experimento republicano, con el régimen de Fulgencio Batista, la Iglesia cubana no se configuró como una fuerza política dominante en el sentido tradicional del término, y ni aún alternativa que compitiera con las ideologías que pululaban.

El área de influencia no despreciable fue reducida al plano social, al interno de los colegios y las iglesias, en la educación y la vida comunitaria, sin accionar político directo[4]. Las alianzas políticas tejidas con los gobiernos de turno, incluido el de Batista, aunque existentes, no se tradujeron en una participación explícita y activa en la política partidista.

Todo habla de una Iglesia más espiritual y social, que de un compromiso político más directo e incisivo, débil, relegada a un papel secundario en el panorama cubano prerrevolucionario. Todo lo contrario de la narración histórica propagada por los comunistas, de una Iglesia católica conviviente con el régimen anterior, aparece, a un análisis más profundo, como una simplificación que no da plenamente cuenta de la complejidad del cuadro histórico[5]. Si se considera, por ejemplo, la actitud de la Iglesia durante el proceso de elaboración y aprobación de la Constitución de 1940, no emergen elementos que apoyen de manera inequívoca una adhesión incondicional al poder de entonces.

El telón parecía caer definitivamente, con un eco sombrío en el año 1961, sobre la ya debilitada existencia de la Iglesia católica en Cuba. Una institución que, como hemos señalado, relegada a una vida cada vez más centrada en la liturgia y con una acción social sofocada por controles crecientes, difícilmente podía disponer de la fuerza y la libertad de maniobra necesarias para una colaboración política de gran envergadura con el régimen anterior. Menos aún poseía las energías y la capacidad de movilización para responder a los embates del régimen comunista que, con paso firme, comenzaba a imponer su ley en la isla.

Fue así como, en aquel momento histórico de transformación radical, el sistema comunista, con su avance implacable, pareció asestar el golpe de gracia a una Iglesia ya gravemente herida. Un acto final, quizás no el único culpable de su declive, pero sin duda determinante para sellar su marginación en un panorama social y político que mutaba a una velocidad vertiginosa.

 

Dámaso Barraza es opositor cubano radicado en Suecia.

 

NOTAS.

[1] Diario las Américas. (2023, 10 de octubre). La Constitución de 1940: obra cumbre de la República de Cuba. diariolasamericas.com. https://www.diariolasamericas.com/america-latina/la-constitucion-1940-obra-cumbre-la-republica-cuba-n5344682

[2] Episcopado Cubano. (1940, 6 de febrero). Exposición del Episcopado Cubano a los Delegados de la ASAMBLEA CONSTITUYENTE. La Pagina del Mambí. http://www.exilio.com/iglesia/1.html

[3] Carbonel Cortina, N. (1997, 30 de noviembre). La Constitución de 1940: Simbolismo y vigencia – ASCE. ASCE. https://ascecubadatabase.org/asce_proceedings/la-constitucion-de-1940-simbolismo-y-vigencia/

[4] Guanche, J. C. (2014, 6 de abril). Iglesia católica y política en Cuba: un debate a propósito de Palabra Nueva. La Cosa. https://jcguanche.wordpress.com/2014/04/06/iglesia-catolica-y-politica-en-cuba-un-debate-a-proposito-de-palabra-nueva/.  

[5] Sotolongo Rocha, R. (2023, 3 de octubre). Los franciscanos y sus publicaciones periódicas: una estrategia divulgativa para la sociedad republicana en Cuba (1910-1960) – SEMIR. SEMIR. https://interseccionesreligiosas.org/los-franciscanos-y-sus-publicaciones-periodicas-una-estrategia-divulgativa-para-la-sociedad-republicana-en-cuba-1910-1960/

[i] Lozano, J. (2023, 4 de marzo). ¿Qué fue la guerra de la Vendée? ¿Fue un alzamiento católico? ¿Hubo un genocidio contra este pueblo? Religión en Libertad. https://www.religionenlibertad.com/cultura/230304/guerra-vendee-alzamiento-catolico-genocidio-revolucion-francesa_72258.html

[ii] Musa, M. N. (2019, 16 de septiembre). Guerra Cristera: ¿qué fue?, causas y consecuencias. Enciclopedia Iberoamericana. https://enciclopediaiberoamericana.com/guerra-cristera/

[iii] González, M. (2015, 24 de septiembre). El día en que Cuba expulsó a 136 sacerdotes. CiberCuba.

https://www.cibercuba.com/noticias/2015/09/24/42839/el-dia-en-cuba-expulso-136-sacerdotes

[iv] Rodriguez, A. (2022, 11 de abril). Los que se quedaron. Palabra Nueva. https://www.palabranueva.net/it/los-que-se-quedaron/

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