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Ídolos de barro: Marx, el oscuro

Por Gloria Chávez Vásquez.

 

 El poder diabólico de la visión de Marx es evidente en las fosas comunes de casi todos los rincones de la tierra. Su doctrina debe quedarse en la sección de teorías en las bibliotecas donde no hagan daño, pues nada es más peligroso que un hombre que quiere cambiar al mundo. 

Dominick Sandbrook, periodista británico

 

En común tiene con la de Adolph Hitler, el que la imagen de Karl Marx fue inventada por sus seguidores para simbolizar una revolución que destruye un mundo e impone una utopía”. El líder nazi y sus secuaces no solo causaron una conflagración mundial y la muerte de millones de personas sino que terminaron por autodestruirse ellos mismos.  El segundo, ni fue líder ni vio el daño que se ha perpetrado en su nombre, pues murió antes de que sus ideas cobraran efecto. La obra del hombre que creía que “la religión es el opio del pueblo”, acabó convirtiéndose en acto de fe. Una “religión” que se alimenta de la mediocridad, la violencia y el fanatismo de las masas.

Dos siglos después, el marxismo continúa seduciendo a los jóvenes con sus promesas de un paraíso terrenal y materialista, donde todo está resuelto porque todo el mundo es igual. Los problemas se resuelven en el círculo vicioso de quitarles a unos para darles a los otros. Eso sin mencionar la opresión y violencia con que se somete al ciudadano. Es una utopía que solo la creen los que la quieren creer. Personas desorientadas, muchachos confundidos, aturdidos, traumatizados, para quienes el marxismo es como una droga que arrastra al lado oscuro.

En un artículo dirigido a los activistas de Blacklivesmatter, el fundador y director del Centro de Política Racial en Estados Unidos, Mychal Massie, pregunta: ¿Por qué seguís a un sedicioso loco como Karl Marx? Si está visto que el comunismo se complace en dividir, sembrar el odio, aguzar la ira, y desconocer la verdad de la historia, sin lograr nunca una solución a los problemas sociales. Se cuestiona además, ¿Qué es lo que incita a jóvenes que parecen normales, a enamorarse de un símbolo detrás del cual solo se encuentra un hombre irresponsable, inmoral e inconsecuente como Karl Marx? Estos jóvenes, en apariencia normales, destellados por una falsa doctrina, se convierten en zombis u hombres-lobos que (sacrificando su individualidad) actúan como jaurías.

Tratando de explicar la fórmula del perfume que sumerge a la juventud en la teoría de las contradicciones, Massie dice que es una alquimia mezcla de debilidad, padres negligentes que no creen en la disciplina, ni en los absolutos como la verdad o la mentira. Chicos que son víctima de una plétora de traumas infantiles, malas compañías y un sistema escolar que ha fracasado desde el comienzo o que fue diseñado expresamente para entontecer y controlar a las masas. Estos muchachos pasan del hombre real al mito y de la curiosidad de una obra popular al adoctrinamiento.  Pocos leen a Marx y los que lo hacen no lo entienden, pero se someten ciegamente a los predicadores de su “evangelio”.

Lo que no saben, o se niegan a aceptar, los prematuros fanáticos del marxismo, es que desde un principio, los propagandistas marxistas se vieron en la necesidad de olvidarse del desastroso ser humano que fue Marx para crear un personaje de ficción, más atractivo. En su biografía “Karl Marx: Una vida”, Francis Wheen lo describe como al candidato menos adecuado para ese fenómeno de culto de la personalidad que se da hoy en día. Un personaje totalmente fabricado. Marx era “un tomador de tiempo completo, fumador en cadena, sucio y desorganizado” que vivía de pedir prestado a sus amigos y que le fue infiel a su esposa con la criada y otra mujer ¡al mismo tiempo!  Era un individuo “amargado, acosado y enloquecido por sus fantasmas” que achacaba su mala suerte a otros y específicamente a un sistema político y económico del cual no se sentía parte. Sufría además de terribles forúnculos genitales que le atormentaban e impedían sentarse a escribir.

Lo curioso es que Marx era un burgués que disfrutaba de la comodidad y el exceso. Nació en Tréveris, Alemania en 1818, de familia adinerada, era, como Hitler, de raíces judías, nieto de rabino; se casó por dinero y vivió para gastarlo, nunca para ganarlo, pues era incapaz de mantener un trabajo fijo. Sus vicios le llevaron a arruinar a su familia. Friedrick Engels, su mentor y protector, que también era rico, asumió su manutención, llegando a comprarle casa y pagar sus deudas. Sus gustos eran tan burgueses y su carácter tan anti dogmático que antes de morir le confesó a su yerno: “Lo cierto es que yo no soy marxista”.  En 1848 y tras un corto periodo como periodista radical, tiene que escapar de Alemania después de una fallida revolución. Se refugia en Francia de donde también es expulsado y luego en Londres, donde se dedica a escribir su retórica revolucionaria con el apoyo de Engels, autor de muchos de los artículos que Marx firmó. Su letra es ilegible y su esposa tiene que reescribir y corregirle.

En Das Capital y El Manifiesto Comunista los lectores más avispados chocan con un método “anticientífico”, Según el filósofo austriaco Karl Popper, contradicciones justificadas con otros errores; una prosa arrogante y complicada revela el intelecto de un hombre temerario y hábil, con delirios de grandeza, que jamás dudó que escribía para el futuro. La lucha de clases, la urgencia de una revolución, el sueño de una sociedad justa, son temas perennes e inherentes en el ser humano.  El hecho de que Marx fue el foco de esas ideas y las publicó en varios volúmenes lo colocan sin embargo, en puesto prominente como filósofo, en la historia. Pero son los sucesos históricos de su época lo que dan relevancia a su doctrina. La primera guerra, que acabó con el prestigio del viejo orden, hizo que los revolucionarios vieran a su profeta en Marx. Especialmente en Rusia donde el poder monárquico cayó en manos de las masas representadas por los bolcheviques. El marxismo en acción. Desde la revolución rusa del 17 a la caída de la Unión Soviética, un régimen tras otros trataron de poner las ideas revolucionarias en práctica con resultados tenebrosos.

Marx murió en la oscuridad sin un centavo, en 1883. Solo 11 personas asistieron a su entierro, entre ellos Engels, que pagó los gastos del sepelio y se encargó de crear una nueva personalidad para la historia. Los mitos de su erudición reemplazan la oscura verdad. En el reportaje “Titanes del Terror” un inventario de las consecuencias del comunismo alrededor del mundo publicado por el Daily Mail en los 200 años del nacimiento de Marx, Dominic Sandbrook señala que la izquierda se niega a culpar a Marx por los millones de muertes en su nombre, cuando “el llamado a la violencia está en el corazón de su filosofía”.

 

Gloria Chávez Vásquez es escritora y periodista, pintora.

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2 Comments

  1. Carmen Somoza

    Excelente articulo!!

  2. Heidys Yepe

    Informativo articulo, se aprecia mucho en estos tiempos. Gracias.

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