Por Lucimey Lima Pérez.
El tema del sexo o del género es de gran complejidad, ayer y hoy, no pretendo conceptualizar porque respeto las individualidades, pero no los exabruptos. Explico, dentro de lo que se encuentra en lo funcional se introducen conductas y posiciones algo exageradas y carnavalescas, no soy juez.
Me referiré con clara y simple visión a identidad y a orientación sexuales consideradas hace unos años por las Clasificaciones autorizadas y trabajadas por expertos, además, basadas en la evidencia estadística o anecdótica.
La identidad sexual ilustra el auto concepto, el hecho de sentirse hembra o varón, incluso desde muy temprana edad. Podría citar muchos ejemplos. Me referiré a un caso que resultó ser trans-género en sus 50-60 años de edad, luego de haber estado casado y tenido hijos entre los 20 y los 30 años, pero que se sentía una niña y quería vestirse como tal desde los 4 años. Hoy está muy clara con su propio ser.
No todos pueden tener esa visión diáfana de su identidad a tan temprana edad, es natural y comprensible el sentirse confundido en el proceso de identificación. Tampoco es preciso identificarse con uno de los dos géneros, existe variedad, tal como la neutralidad, ni hembra ni varón, no se trata de una escogencia, incluso ni de una condición definitiva, pues el propio conocimiento ayuda a la definición. No es tampoco materia a recriminar, qué palabra tan absurda en este contexto, ya que reencontrarse puede ser también un camino. Están descritos más y más los casos de clara identificación sexual, esto es, hombre XY genéticamente y ningún interés sexual. Algunas poblaciones, fundamentalmente de hombres, como se ha descrito en Japón, sobrepasan los 40 años y nunca han tenido interés en establecer ningún tipo de relación sexual. Documento con propiedad en la práctica que una persona XY puede considerarse una mujer, incluso llevar a cabo todo el proceso de cambio de sexo, hasta incluir el proceso quirúrgico y luego tener una pareja XX, una mujer, porque su orientación sexual es homo. Nada puede parecernos extraño, a menos que se maneje en el campo de las parafilias, lo cual es otro tema de discusión.
Los aspectos de la sexualidad y el género se sobreponen en ciertos conceptos. Una persona no identificada en su sexualidad puede no tener ninguna dificultad con su género. Esto es una mujer cómoda con su cuerpo puede sentirse más masculina que femenina, o puede sentirse femenina y tener preferencia por personas de su mismo sexo. Nada de estos pensamientos y sentimientos, ni las actitudes están reñidas con patrones de funcionalidad normales.
La orientación o la preferencia sexual se refiere a la atracción o no, emocional y física hacia personas de otro o del mismo sexo. Así tenemos: homosexuales, heterosexuales, bisexuales y asexuales. Durante la adolescencia, cuando suceden múltiples modificaciones hormonales, ocurren repercusiones sobre la función cerebral que conllevan tanto a la identificación como a la orientación en la sexualidad. Por lo general no son bien comprendidos por la familia, ni por la sociedad que intenta etiquetar sin ¨consultar¨ con la persona etiquetada. Si bien la identificación puede guardarse como un ¨secreto¨, lo es mucho más difícil con la orientación, obviamente porque existe una conducta implícita que se podría manifestar discreta o abiertamente.
No tomaré en cuenta las siglas LGBTQ, usadas para señalar lesbianas, homosexuales hombres, bisexuales, transgénero y raros, en el caso de orientación sexual. Me concentro en la homosexualidad como puro deseo por el otro o la otra, alguien del mismo sexo con o diferente identidad en relación a su genética. Parece muy complicado, porque realmente lo es cuando tratamos de explicarlo, pero no lo es cuando lo hemos percibido, atendido y aclarado por parte del ser involucrado. Tampoco hay conflicto en aquel o aquella que ya lo ha digerido en sus pensamientos y en sus sentimientos, por lo cual la conducta no es una mayor dificultad.
Rosa. Atiendo a Rosa desde julio del 2020 cuando tenía 17 años. El motivo de consulta fue ansiedad desde la infancia y ¨arrancarse los vellos de cejas y pestañas¨. Su familia nuclear, especialmente su madre, están muy de acuerdo en que consulte y Rosa ha desarrollado una buena relación terapéutica. Es una chica muy competente. Durante el estudio y el manejo del caso, fue abordada la ansiedad y la tricotilomanía (la conducta de halar los vellos o los cabellos), como una forma de pérdida de control de impulsos. Trabajamos fuertemente sobre varios escenarios y Rosa, una chica brillante ya de 18 años, realizó todas las tareas cognitivas con brillantez, las cuales fueron discutidas en sesión. Los avances resultaron parcialmente satisfactorios, ya que hubo control de impulsos, claridad en su visión de futuro, y otras modificaciones relacionadas con su ansiedad anticipatoria y con su sobre-exigencia (estudios y trabajo). En varias sesiones hablamos sobre sus enamoramientos temporales con chicos de la escuela, con desabrimiento de su parte. A veces la ¨luz terapéutica¨ ilumina, y ante una chica muy bonita y extraordinariamente femenina me atreví a preguntar con el respeto que merece el consultante si sentía atracción por personas de su mismo sexo, lo hice porque observaba un vaivén que no me convencía. Su respuesta, en llanto, fue positiva. Un reto.
Lucimey Lima Pérez es Psiquiatra, Psicoterapeuta, Máster y PhD en Neuroquímica.
Gracias por este trabajo. Se necesita mucha información al respecto.
Excelente artículo. Gracias.