Por Petruvska Simne/Tiberíades.
Pasa a mi lado una sonrisa
y me detengo a conversar con ella.
A una señal convenida
–pues todos los encuentros son convencionales–
despejamos, escrupulosos, la incógnita callada,
y juntos asumimos las mejores maneras
que suelen confundir al desaliento.
Pío E. Serrano
Petruvska Simne
La poesía de Pío Serrano revela -y enseña- que la vida puede ser valorada en cada mínimo detalle, en cada sutil gesto, en cada mirada precisa. En sus poemas prevalece la mirada del viajero que no pertenece a ninguna ciudad permanente y muestra la fragilidad y la inestabilidad de todo lo que nos rodea y al mismo tiempo el sorprendente milagro que la vida y el ser humano protagonizan.
Poesía que evoca el espíritu que subyace en la naturaleza, en la lluvia, en un amanecer y que se caracteriza por sus imágenes precisas cargadas con la potencia que cada palabra, particularmente escogida, genera.
Pío E. Serrano convirtió su pasión por la lectura en un oficio que lo llevó a crear la editorial Verbum, dándole cabida a poetas y escritores hispanoamericanos, y asiáticos, descubriendo y vertiendo, especialmente, la literatura coreana al español.
Nació en San Luis, Cuba, 1941. Estudió en la Universidad de La Habana, donde luego fue profesor de filosofía. Es poeta, ensayista y editor. Hasta su jubilación, en 2012, fue director de la madrileña editorial Verbum. En 1996 fundó, junto al novelista cubano Jesús Díaz, la revista Encuentro de la Cultura Cubana y también formó parte del consejo de redacción de la revista de la Fundación Hispano-Cubana. Entre sus libros de poesía figuran: ‘A propia sombra’ (Barcelona, 1978), ‘Cuaderno de viaje’ (Madrid, 1981) y ‘Segundo cuaderno de viaje’ (Madrid, 1987). Ese mismo año el Instituto de Cooperación Iberoamericana publicó sus tres libros bajo el título ‘Poesía reunida’ (Ediciones Cultura Hispánica). Poemas posteriores los ha publicado en varias antologías aparecidas en España, Portugal, Corea y América Latina. Como antólogo publicó, en 2014, “Poesía completa”, de Gastón Baquero, para conmemorar su Centenario.
– ¿Cómo vivió su infancia?
– En general, tuve una infancia feliz. Todo lo feliz que puede ser una criatura de clase media baja. Mi padre era empleado de una empresa de autobuses y mi madre, nacida en Canarias, era hija de campesinos canarios emigrados a Cuba, poseedores de suficientes áreas de cultivo como para dar de comer a sus tres hijos y cuatro hijas, donde pasaba mis vacaciones de verano. Lo mejor de la finca de los abuelos es que se encontraba en una zona abrupta de la provincia de Oriente, de difícil acceso, adonde no llegaban la electricidad ni el agua corriente, pero que no le faltaba la luz, suplida por los variados quinqués, algunos provistos de tubos de cristal pintados con sorprendentes motivos florales, a veces como flotando sobre la cortina de humo que imprimía su interior; ni agua, que se acarreaba desde un cercano pozo. Sí, allí aprendí la soledad acompañada de la vida rural, los misterios de la noche cerrada, las inobjetables sorpresas que te depara la naturaleza y la dócil compañía de los animales domésticos. Luego, los nueve meses restantes en la costumbre mansa de un pueblo del interior de La Habana.
– ¿Cómo fue su etapa de adolescente?
– De una primera experiencia de íntima religiosidad, ya en los grados intermedios del bachillerato -los dos años finales de la dictadura de Batista-, adquirí, digamos, una incierta conciencia social puesta en práctica en una célula juvenil de resistencia, cuyo mayor desafío al régimen consistió en correr delante de unos pocos policías que disolvían las manifestaciones estudiantiles de protesta. Por lo demás, rechazo a las matemáticas y el corazón sucesivamente destrozado por lindas compañeritas, salpicadas sus mejillas por la insolencia del acné. Y la amistad juramentada para toda la vida de un pequeño grupo de amigos, hasta que nos disolvimos por caminos distintos en la universidad.
– ¿Quién leyó sus poemas iniciales?
– Durante mucho tiempo he sido renuente a agredir a mis amigos con espontáneas lecturas de poemas. Por pudor, decoro o timidez no compartí mi escritura hasta los primeros años de Facultad, cuando algunas revistas me invitaron a publicar.
– ¿En qué momento supo que la poesía sería su destino?
– Nunca. Siempre he considerado la poesía como una compañera, desagradecida las más de las veces; generosa, pocas.
– ¿Cómo fue el proceso de la escritura de su primer libro A propia sombra, publicado cuatro años después de su exilio?
– Antes de partir al exilio se publicaron poemas míos en varias revistas literarias, en antologías y un libro quedó secuestrado en los talleres de impresión. Algunos de estos poemas ‘cubanos’ integraron este primer libro, a los que se añadieron unos pocos escritos y publicados en España, y otros que permanecían inéditos. Un proceso que solo respondía a la nostalgia y a las todavía frescas revelaciones…
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Gracias Zoé por dejarnos saber.
Gracias Pío E. Serrano por tanto de gran poeta, por tus versos, por tu memoria, por todo.