Por Chicho Porras.
«Las leyes injustas son la telaraña a través de la cual pasan las moscas grandes y las más pequeñas quedan atrapadas». Balzac.
Había abierto sus puertas de par en par la junta de la alcaldía. Hoy, marzo 25, como todos los años se ofrecen nuevas prebendas para los ciudadanos de la edad media, retirados y deshabilitados; cursos en pintura al aire libre, corte y costura, cocina e idiomas muertos. También se darían lecturas sobre temas diversos con invitados conocedores de la materia.
Se abrió la primera puerta. Berenice, no empujes, niña, que aquí hay para todos. No soy yo la que te empujó, Rosa, fue tu amiguita, la que tú siempre defiendes porque no la conoces a fondo. No hables de Lorenza Lima, que esa no le hace nada a nadie. Es una santa. Entra, entra y déjate de tanto bla, bla, bla.
Mira quién está casi en la entrada. Ay, señor. No otra que la Fela, Nena, ¿me oyes? Es Fela Montes de Oca, ella misma delante de todo el mundo. Se hace la que no me conoce. Si no es la primera es una de las primeras. ¿Cómo habrá llegado allí? ¡Qué descarada esa vieja! Está aquí haciendo fila desde la madrugada o sabe Dios qué. Como no tiene ni marido ni hijos. Sola solita para hacer lo que le da la gana. Déjense de hablar tanta bobería y traten de entrar. ¿Boberías de qué, Tirana López? Yo prefiero tener toda mi familia que ser como esa vieja.
Nena, oye, Fela, estás bien posada sobre la puerta, niña…Pareces una tojosa bananera. Jajajajaja. Ay, ya dejen de empujar y no sean tan impertinentes que me duelen todos los huesos. ¡Qué gente tan animal! Ni que estuvieran regalando medallas de oro en este cuchitril.
Al fin, llegamos, Rosa. ¿Estás segura de que estamos adentro o este lugar es la antesala del infierno? Estamos dentro, Lorenza. Mira, caminemos hasta aquel mostrador para inscribirnos antes de que estas brujas nos tomen la delantera. ¿Dónde está esa vieja narizona? ¿Quién, niña? Olvídate de la gente y concéntrate en lo que tienes que hacer, por Dios. Después nos sentamos tranquilas antes que la mole nos aplaste.
¡Mira qué sorpresa, Rosa! Nada más y nada menos otra vez la Fela Montes De Oca. Niña, ¿qué número te tocó que estás tan tranquilita ahí sentada ya? Te vimos dando empujones como una desquiciada allá afuera, Fela. No fastidies, Lorenza Estupiñán, que no estoy con ganas de boberías. Aburres con tus tonterías pasadas de moda. Perdóname querida, solo dije lo que vi. Además, como ser humano que soy y, sobre todo, tu vecina, quería saber si te habían hecho daño en el molote a la entrada. Porque lo que vi eran patas y bocas acabando con todo.
Estoy perfectamente bien, Lorenza Estupiñán. Me alegro mucho. ¿Y qué limosnas vienes a pedir? A pedir nada, vengo a exigir, que para eso pagamos bien los impuestos en este antro de pueblo con gente tan cínica. Nena, cálmate que no hace falta insultar a todo el pueblo. Fíjate que Rosa y yo vamos a inscribirnos en un curso de cocina mexicana, para aprender a hacer Frijoles con Veneno, Rabo de Mestiza y Chocholos…
Nena, ya por favor, que cuando te da por algo. No digas eso, Fela, que me … Nada de nada, Rosa Mogollón, lo que nos enseñen aquí te tiene que gustar o te vas a un burdel a aprender a ser madama nocturna. Cállate, vieja arisca, que contigo yo no me meto.
Si todo lo que ustedes hacen para sus maridos en casa es Cochinilla pibil con elote. Así que gocen de los nuevos cursos de la Junta y silencio que tengo jaqueca. A ver si un día de estos abrimos un cuchitril para vender tacos de todo tipo tú y yo Lorenza. No está mala la idea, Rosa. Entre tú y yo sería para envenenar hasta todas estas viejas.
¡Qué bueno que a esa edad de ustedes les queda esperanza! La esperanza, querida, es lo último que se pierde. Marina Monje, ¿ya entraste? ¿No lo harías por una puerta de atrás? Nosotros no te vimos. No, me puse dichosa que Agustina me guardó un turno. ¿Un turno? ¿Y el molote del Amazona te dejó entrar? A nosotros casi, casi nos hacen puré de culantro…Bueno, sigue para aquel mostrador donde está la vieja con la cara de pingüino; ella te va a dar un número. Yo ahora de verdad. ¿Qué hablas Lorenza? Pensaba en cerrar los ojos y soñara con los angelitos en vez de estar metida en todo este amasijo. Paciencia, nena, paciencia, que pronto nos llaman.
PARTE DOS.
La señora de un moño enorme rematado con un lazo nacarino sobre la ancha frente comenzó a llamar los nombres. Enunciaba con cierta rapidez nombre y apellidos apuntados en una libreta abierta en sus manos. Viryiniaca Porrón. Moscatela Sánchez, Amarga García… ¡señor que nombres los de estas viejas! Parece que los escogieron de un vertedero de desechos.
Marta Luzca, y no aparece ni una sola por todo esto. Es que están sordas y no ponen atención a mi llamado. Lo único que crean en todo lugar que se afloran es puro caos que quiere decir lo mismo que el hacernos perder tiempo día y noche. ¿Habrán marcado turno por gusto? Bueno, con mirar esas caras pellejudas se da uno cuenta de que estas viejas ya viven por gusto.
Rosa Socollón, Lorenza Estupiñán, Marcela Rupián, Lola Lombardo, Casta Libertad, soy yo, señorita, soy yo Lorenza Estupiñán… Serena Majuelo, Vilma Lillo, Norberta Luz. Flor Fosaseca…señorita, por amor al cielo, le digo que soy yo y usted sigue llamando nombres, y nombres y cosas que solo Dios todopoderoso entiende…Sonia Fumeteo, Gabriela Morocho….que ya usted me llamó, señorita, y salí de aquel banco corriendo enseguida como una bala en el momento que dijo la primera letra de mi nombre: Lo y dije esa soy yo. ¿Se da cuenta? Renata Vizcaíno… Señorita, voy a tener que gritarle y de malas ganas. Por favor, comprenda de una vez y para siempre que soy Lorenza Estupiñán. ¡Qué cansancio me da hablar por gusto!
¿Quién es usted, si se puede saber? Le digo no, le he dicho hace más de unos minutos, desde que salí como una loca corriendo de aquel lugar sentada junto a mi amiga; ¿no ve allí a mi amiga Rosa esperando también por su turno. Usted llama y llama y llama nombres sin parar.
¿Quién es usted, señora? Le pregunto por última vez. Y baje la voz que yo no soy ni sorda ni esclava de nadie. Soy una empleada del maravilloso municipio comunal Por eso le vuelvo a repetir porque soy muy amable: ¿qué quiere de mí con esa desfachatez anticuada que le acompaña?
Mire, señorita, le estaba explicando que usted llamó ya mi nombre, o sea, que lo leyó en esa libretica suya, porque yo, lo oí clarito, y hasta mi amiga Rosa lo oyó también y me dijo, lánzate Lorenza que te llamaron. Usted, perdone lo que tengo que decirle de nuevo, sin escuchar mis suplicas siguió llamando nombres sin parar.
¿Cóóóóóóóómmmooooo? ¿Qué dice insulsa? ¿Qué yo no sé hacer mi trabajo? ¿Es usted la vieja superdotada que se la sabes todas? ¡Dígame la verdad antes de que empiece a botar babas negras por esta boca!
No, no, no quise decir eso. Jamás. Lo que quiero explicarle es que usted me llamó ya y por eso estoy aquí frente por frente a su persona.
¿Quién es usted? Y quiero que sepa que la próxima vez que tenga que preguntarle quién es usted la voy a mandar a limpiar todas las ventanas de este edificio que son más de cincuenta, ¿qué le parece? Usted es muy falta de respeto para ser tan vieja y venir aquí a obligarme a hacer lo que a usted le plazca.
Es que yo soy Lorenza Estupiñán. ¿Lorenza, qué? Estupiñán. La que usted acaba de llamar. ¿Yo la llamé a usted? Jamás.
Ay, por Dios y por todos los santos de cielo y del más allá, señorita, revise su libretica que yo oí mi nombre, clarito, clarito. Hasta aquella vieja que está sentada allí con las gafas de ciega lo oyó. Ella es Rosa, mi amiga y lo oyó también y me dijo: lánzate, Lorenza que te están llamando. Yo vine, no corriendo, sino volando, y usted en ese momento seguía leyendo más nombres…
¿Ah, ¿sí? ¿Cuál es su nombre que usted tan descaradamente dice que yo ya lo llamé? Soy Lorenza Estupiñán. Lorenza, ¿qué? Es tu pi ñán. Como si fuera a destupir algo, pero primero con la E. ¿Qué habla, señora? Si está loca, váyase y tómese sus pastillas o ingrese en un manicomio para que pueda importunar a otros seres enajenados como usted y no a los empleados de la municipalidad comunal. Y no me mande a hacer mi trabajo que yo llevo veinte años de empleada en esta municipalidad sirviendo al público y tengo más de cien premios y medallas…Ahora, cierre la boca y déjeme ver si ese nombre tan antiguo siquiera existe…aquí está: Lorenza lo que sea. Mire, qué casualidad, aquí mismo está y sepa que yo la llamé hace más de una hora y usted con su sordera o chismeando con su amiga no me oyó. Pero bueno…
Mire, señorita, no hace ni cinco minutos… Oiga, Estuparajo, o como sea, ¿quiere o no quiere nuestros servicios? Que, dicho sea de paso, son todos gratuitos que son como les gusta a todos ustedes. Deje de hablar tanta gansada que esta muy veterana para hacerme perder el tiempo.
Soy toda oídos, señorita, y perdone. Nada de perdón y cierre la boca que por lo único que puedo ver son los pocos dientes que le quedan. Debe ser de tanto darle a la lengua. Pena debía darle. Pero bueno, usted ahora tiene que ir inmediatamente hasta aquel escritorio. ¿Lo ve allí? Ahí está esperando Estrella Doralisa, que es una de nuestras mejores representantes. Ella le dirá qué tiene hacer son su gastada vida.
PARTE TRES
En ese mismo momento, Estrella Doralisa, una mujer gorda y de cara ancha con dientes postizos, barría con una escoba los alrededores de su escritorio. Soy Lorenza Estupiñán. Me mandaron aquí. Mario, mi amor, ya te puedes llevar la escoba y el recogedor. Odio los lugares sucios. Yo tengo el presentimiento que de noche por aquí entran seres de otros mundos a ensuciar todo, todo lo empuercan. Te encuentras escupitajos, babas, hasta aceite de carretones por los pisos; son bestias. Mario, gracias, niño mío. Mario querido, tú no tendrás un poquito de agua de colonia para echar por este piso. Aquí esto huele a babosas fritas, mijo. No lo soporto. Le decía que yo soy Lorenza Estupiñán.
¿Yo le pregunté a usted algo, señora? Que yo sepa, yo no me metí con usted. Yo solo andaba limpiando un poco este piso alrededor de mi escritorio porque daba asco y de pronto oigo su voz, que no es la voz de Mario, el conserje, sino, la suya, bastante carrasposa y gastada que me interrumpe lo que estaba haciendo con tremendo descaro. ¿Comprende mi queja, siñouraaa?
Es que a mí me han mandado de allí para acá…Sí, señora, no diga. Se puede saber, ¿quién la mandó acá? Porque yo solo atiendo a las personas del público que me envía aquella señorita de allá que está sujetando una libreta en sus manos. Esa misma, esa misma. Fue ella la que me envió acá. ¿No se llama usted Estrella Doralisa?
¿No diga? ¡Hasta mi nombre se sabe! ¿Tengo que creerle? ¿Trata usted de impresionarme? Ustedes los viejos mienten en proporción a sus arrugas y por lo que yo veo, usted no se queda atrás.
Pues, señora Doralisa, perdone si la ofendo, pero esa señorita misma, la de la libretica en las manos me dijo que viniera acá a su escritorio.
¿Cuándo la mandó acá? ¿Hace un año? Jajajajaja. Permítame reírme. Se lo puedo jurar, ella misma me envió y no hace un año, sino unos minutos. Fíjese que yo no quiero casi nada para mí, nada de nada. Un cursito de cocina para poder…Óigame, señora, parece un papagayo con esa voz de trapo. Mientras más habla menos le creo. Pero bueno, déjame ver en esta pila de papeles que- dicho sea de paso- lleva meses aquí sobre este escritorio si encuentro algo para usted… ¿Cuál nombre me dijo? Yo soy Lorenza Estupiñán. Eso parece nombre de mono. ¿Está segura de que no es nombre de mono?
Bueno, puede que sí, pero me imagino que ese es mi nombre o el que me dio mi marido que en gloria esté. Oiga, señora, no se haga la tonta. ¿Es o no es ese su nombre? Sí, sí, lo es. Déjeme revisar con calma y cierre la boca. Lo sabía de solo olerlos, estos papeles son de hace diez años o más…Mario, por favor, tráete un pote de basura para botar estos papeles viejos…Yo necesito trabajar con todo limpio a mi alrededor. ¡Mire usted! Esta otra pila es del verano pasado, ¿qué le parece? ¿Estará su nombre ahí?
No creo, señora, yo he venido hoy por primera vez a inscribirme en los cursos y no creo que regrese de nuevo ¿De qué cursos habla? Y perdóneme que le pregunte para informarme; los viejos que entran aquí saben más que nadie. De los cursos que ofrece la alcaldía para las personas de tercera edad. Oh, esos cursos. Gracias, Mario, por llevarte toda esta pila de papeles llenos de cochinillas. Déjame ver qué curso queda por aquí. No hay muchos cursos ya en este semestre. Ya la gente que vino antes que usted se los llevó todos. Nos habían dicho que comenzaba la inscripción hoy por primera vez.
¿Primera vez? Señora, estos cursos son más viejos que Matusalén. Vamos a ver ahora que encuentro por acá: tal vez se ponga de suerte y haya algo más interesante. Aquí mismo lo dice. ¡Qué suerte la suya! Fíjese que queda un asiento para un curso intensivo dónde se aprender a domesticar jirafas, ¿le gustaría? Espere, espere un segundo. No se me desespere. También tenemos otro curso muy atractivo aquí para aprender a ser mamporrera de una finca colindante a esta ciudad, ¿le gusta uno de los dos?
Señora, Doralisa, perdone, ni sé qué es eso que me ha ofrecido, con todo su respeto. Yo quería otro curso diferente: un curso sencillo de cocina nada más.
Escuche, señora funesta y ya bastante vieja para no faltarle el respeto, el oficio de mamporrero no es solo bien pagado sino ambicionado por muchas personas: por ser simple y decente. Todo lo que tiene que hacer es ayudar a que sujeten a un toro para que le corten sus partes privadas y así hacerlo más sumiso a su dueño. ¿Qué tiene de malo ese oficio? Dígame. Entre paréntesis, le tengo que decir con mucha disgusto de que usted llega a aquí a mi escritorio, como si nada, sin una gota de respeto y comienza a pedir esto y aquello.
Ahora pregunto yo: ¿qué me trajo usted a mí de regalo? ¿Qué le trajo a Estrella Doralisa? Ni una librita de carne molida, ni una penca de bacalao, si tan siquiera unas ristras de ajo que son tan buenos para la indigestión. ¿No ve usted lo gordita que soy y que necesito mucha comida diariamente? Ustedes los viejos se creen que la vida es fácil porque ustedes ya la vivieron y dicen con sus bocazas abiertas de par en par: que se jodan los demás y yo le digo que no debe ser así. Además, para terminar este tejemaneje le informo que la señorita de la libreta en las manos la envió al escritorio equivocado. Lo siento mucho. Usted busca un curso o lo que sea. Aquí yo solo atiendo a las personas buscando empleo, ¿me oye bien, siñuuurraaaa? Ahora váyase de vuelta a la señorita de la libretica y pídale que la mande al lugar apropiado.
PARTE CUATRO
Ay, San Genaro, cuando esta mujer de la libretica me vea de vuelta, me mata. Yo que lo que venía a buscar era un cursito de cocina, de esos baratos, de nada de nada. ¿Cómo le habrá ido a Rosa con los seres crepusculares de este lugar? ¿Me acerco o no me acerco? Ya me vio. Gloria al padre, al hijo….
No, no, no, no, no, no. ¿Usted de vuelta? La verdad que ni desapareciendo usted le hace un bien a la humanidad. No me diga que quiere algo de mí, porque soy capaz de suicidarme aquí mismo delante de todo el mundo. Tengo la navaja sevillana en este mismo bolsillo; ¿la quiere ver?
Ay, por amor a los espíritus divinos, señorita. Es que me, me, me. ¿Me qué, vieja? Acabe de hablar. ¿Necesita una ambulancia? ¿O un chamán? La señora de allí, Estrella Doralina dice que-en primer lugar- tengo que volver aquí porque allí no era donde debía ir.
¿Quién dice eso? La señora entradita en carnes sentada en el escritorio que usted me mandó. ¿La gorda Estrella Doralina? Esa misma. Esa vieja me tiene hasta el copete; se pasa la vida limpiando el escritorio y lo menos que hace es trabajar. Lo siento que le haya tocado un ser tan inútil que no ayuda a nadie. Todo el mundo lo sabe. Es vaga, cicatera, y hasta dicen- estoy no me lo crea porque no me gusta el chisme entre compañeros de trabajo-que le apestan sus partes. ¿Qué le parece? ¿No es eso un asco para un ser tan gordo y feo como ella? Pidiendo siempre que le regalen comida para ese barrigón que tiene.
Pero, le digo, usted es también la culpable, señora, por tener esa cara de “yo no fui” que a veces -y perdone la fraseología porque soy una mujer empleada de una institución municipal muy sincera- usted da su asco. Se para aquí delante después de que yo la había llamado mil veces y comienza a reclamar. Por gente como usted el mundo está como está.
Bueno, no perdamos el tiempo. Volvemos a buscar su nombre y veremos que sale de este mejunje diabólico, porque esto es como una lotería siniestra, aquí no se sabe nada, y cuanto más usted quiera algo, más se lo negarán. ¿Me dijo que su nombre era? Lorenza Estupiñán. Almas del Purgatorio, y ¿quién le puso ese nombre tan horrible? Parece nombre de babosa. Usted debe haber sufrido mucho toda la vida con ese nombre tan grotesco. Sí, una de mono y otra de babosa.
¿Qué dice, señora querida? Nada, nada, pensaba. Aquí lo veo, aquí está. Lorenza lo que sea. Perdone, pero usted debía haber ido ir al escritorio número 200, o sea, aquel de más allá, casi al lado de la puerta de salida de emergencia. ¿Ve aquellas pancartas en color verde bosque? Ande por ahí mismo en línea recta que llegará sin problemas. Allí la atenderán como se merece, y si no fuese así-por casualidad- aquí no vuelva a molestar que me está provocando una jaqueca horrible y yo, en realidad no puedo hacer ya nada ni por mí, ¿qué voy a poder hacer por una señora tan vieja como usted?
PARTE CINCO
Sí, sí parece ser que este es el escritorio número doscientos. Señor, qué lejos lo pusieron. Yo creo que llevo caminando como veinte minutos. ¿Qué fila tan larga? Señora, es usted la última en esta fila para los cursos de cocina? Porque veo allá a lo lejos lo que parece ser el número 200 en un cartel.
¿Habla usted conmigo? Sí, por favor. Quería saber si estoy en el lugar donde me enviaron. ¿Usted quiere saber, qué? Soy Lorenza, mucho gusto. Me mandaron para este escritorio, creo yo, el número 200, cerca de la salida de emergencia y bueno, como ando buscando un cursito de cocina, de cosas así mexicanas y de otros países, sencillito, ¿comprende?
Señora, no se gaste el tiempo en hablar conmigo. Yo no sé absolutamente nada de este lugar. Es más, en el molote a la entrada me dieron tantos empellones y codazos que yo no sé ni para qué vine a este maldito lugar. Lo que tengo son ampollas y moretones po
r todo el cuerpo. Mire esas piernas mías. ¿Las ve? Me sacaron pedazos de carne viva a mordida limpia. Porque la gente que viene a este lugar es parte bestia, parte demonio. Así que déjeme a mí con mi sufrimiento y pregúntele a otra persona.
O mejor, vaya hasta allí delante y acérquese al escritorio para preguntarle a ese señor joven allí sentado. Joven señor, ¿es este el escritorio número 200? ¡Otra tarada más para la fila! Sí, señora. Pero no se ponga los tacones ni el blusón tipo chemise años cuarenta todavía, que aquí le queda al menos 20 días más para llegar a mí. Yo estoy muy ocupado, como puede ver, y solo atiendo a 10 personas diarias. Como usted misma puede ver, aquí hay 200 personas en la fila o más. Así que acomódese en el piso…que esto va para largo, ¿me oye? Ya veo que no trajo ni colcha para taparse ni una bolsita con alimentos. Pobre de usted, con lo vieja que esté necesita su alimentación adecuada….
Lorenza, Lorenza, niña, despiértate que te has quedado dormida por más de media hora. ¿Dormida? Claro, y haz hablado, peleado y hasta eructado varias veces con un olor a amoniaco que pensé que estabas muerta, pero te dejé descansar. Parecías muy cansada. Pero, me parece que la señorita aquella con el libro en la mano, te está llamando. Ay, no, ay, no Rosa, no…Por amor al cielo, no y no. Yo no, no quiero nada de este lugar…adiós, adiós. Tú no sabes lo que te espera entre la señorita de la libretica en la mano y el escritorio número 200. Es peor que morirse en vida. Ay, me voy y al carajo los cursos de cocina…
Mujer, ¿qué te pasa? Te dije que ya me fui.
Chicho Porras es poeta y escritor.
Jijiji, lo leo y me parece estar escuchando al maestro Luis Carbonell en una de sus estampas. Me gustó