Cultura/Educación

Flotante en la literatura. Vigencia de Marguerite Duras

Por Julia Escobar.

Decía Proust de Flaubert –y no sé si es bueno o malo– que todos sus libros se podían titular de la misma manera: “La educación sentimental”. Con Marguerite Duras ocurre algo parecido, todos sus libros se podrían titular “…, mon amour”, Lol. V. Stein, mon amour; Emily L., mon amour, etcétera. Porque todas sus novelas giran en torno a ese gran tema central, resumido en la frase más amenazadora que existe: “Te quiero”. Sus héroes y heroínas lo conjugan en todos los modos y voces posibles. Pero también gira en torno al tiempo, tema que está indisolublemente ligado al anterior. Marguerite Duras, más que una persecución o una búsqueda del tiempo perdido, que implica una labor casi arqueológica de reconstrucción del pasado, emprende una huida del tiempo que, para ella, más que pasar, se desvanece, se diluye. Resulta así una prosa hecha de transparencias y sobreimpresiones, de temas recurrentes: el perro aplastado en la carretera por la incuria oriental, en una de sus novelas, lleva a la infancia desgraciada y amenazada, del mismo modo que la omnipresencia del mar contiene toda la desdicha del mundo.

Dentro del panorama no excesivamente boyante de la literatura francesa contemporánea a Duras, ésta sigue estando en el candelero, tan nueva como siempre. Su literatura, surgida como la de los otros novelistas de su generación (¿recuerdan el nouveau roman?) como reacción al excesivo énfasis que los existencialistas habían puesto en el significado (eso que se llamaba “el mensaje”) en detrimento del significante, es una exploración de los recursos más profundos del lenguaje y de los otros modos de comunicación lingüística –formas, figuras y demás poderes generadores de la escritura-. Beckett primero, Nathalie Sarraute después, en los años cuarenta, continuando su exploración de la vía abierta por todos los novadores del pasado –desde Cervantes hasta James Joyce- levantaron la veda de un caza de las palabras que pronto encontraría en Robbe-Grillet y Michel Butor sus más entusiastas teóricos.
Marguerite Duras, desde su primera novela hasta la última, ha demostrado con tesón la prolijidad y los resultados de tan áspero camino. Gracias a ello, esta escritora merece todavía el enorme y posiblemente bien merecido privilegio de no tener que contarnos nada, o quizá sea mejor decir en su caso que no contar nada hace falta.

Julia Escobar es poeta, novelista, y ensayista; nació en Madrid, estudió filología clásica y se dedica desde entonces a la traducción en todas sus facetas, destacando, sobre todo, sus traducciones del francés. Tras haberse dedicado a la poesía, en 1999 publicó su primera novela Nadie dijo que fuera fácil con la que demostró sus cualidades como narradora.

Foto de Marguerite Duras.

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