Por Raudel Ávila Lozada.
Los collares, amigos, y las cadenas, esos adornos que se llevan al cuello, y que usan las mujeres, los hombres, los perros, e incluso hasta los pueblos, Cuba lleva la suya.
El pasado año, los chilenos (independientemente de la ideología que los motivó) se volcaron todos a las calles y avenidas de las principales ciudades empezando por su capital, Santiago de Chile, y poco les faltó para que incendiasen el mismo Palacio de La Moneda. La causa: un insignificante aumento de la tarifa en el metro.
Ese pequeño aumento en el transporte público fue la pequeña chispa y el detonante que hizo estallar el polvorín y despertar el volcán dormido, principalmente de los jóvenes chilenos.
Ahora la cúpula gobernante del régimen en Cuba, declara el escalofriante y abusivo aumento en la tarifa de la electricidad, y los isleños, aunque insatisfechos, sólo optan por bajar sus cabezas, murmurar, aplaudir, hacer PERFORMANCE o SILBAR.
Siguen aún sin importarles, ni preocuparles su verdadera libertad; les pasa como aquel esclavo que acaricia su cadena como si estuviera enamorado de ella, y besa al mismo tiempo a la mano que los maltrata. O, como el pájaro encerrado, resignado y sumiso, que le canta a los alambres de su jaula.
Raudel Lozada Ávila, es exiliado político cubano debido a su Oposición al Régimen en la región Oriental del país. Vive actualmente en Des Moines, Iowa, EEUU.