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Elección presidencial indefinida: el sueño húmedo de todo dictador 

Por Minervo L. Chil Siret.
El parlamento salvadoreño, totalmente dominado por el oficialismo, reformó recientemente la constitución de ese país centroamericano, con el voto favorable de 57 de sus 60 diputados, sin mediar siquiera un debate parlamentario previo. La polémica reforma constitucional aumenta el período presidencial de cinco a seis años, elimina la segunda vuelta electoral en la elección presidencial, por lo que para ganarla ya no será necesario obtener la mayoría absoluta sino mayoría simple, y permite la reelección presidencial sin límites.
De esta manera le abre las puertas a una nueva reelección al presidente Nayib Bukele, quien ya en 2024 se juramentó como presidente por segunda ocasión, tras ganar una contienda electoral a la que la constitución salvadoreña le prohibía expresamente presentarse, pero lo hizo gracias a una controversial decisión de la Corte Suprema de Justicia, que dispuso que el mandatario sí podía reelegirse.
Los políticos, especialmente los que ocupan puestos de poder gubernamental, debían entender que nadie es imprescindible ni irreemplazable. Ningún gobernante trabaja solo, sino con un equipo de gobierno. Si durante su mandato hace un buen trabajo, debiera fomentar y promover dentro de su equipo, nuevos líderes que continúen y profundicen su programa de gobierno. Si el pueblo considera que su labor ha sido exitosa y cree en su proyecto, probablemente votará a favor del candidato que le dé continuidad al mismo.
Quienes ejercen el poder por tiempo prolongado, generalmente terminan por endiosarse y corromperse. Alguien dijo una vez que los políticos y los pañales debían cambiarse con frecuencia, y por las mismas razones. La elección presidencial indefinida consagrada constitucionalmente es el sueño húmedo de todo dictador y de todo aspirante a serlo.
El personalismo y el caudillismo acompañados de una insaciable hambre y sed de poder, solo conducen a una dictadura, aunque se disfrace de democracia y de nobles ideales, y tenga muchos seguidores. No son pocos los gobernantes que han llegado al poder legítimamente por vías democráticas y han terminado, amparados en su popularidad, concentrando todo el poder en sus manos y convirtiéndose en dictadores. Que se tenga un amplio respaldo popular no significa que todo lo que se haga sea necesariamente bueno, justo y legítimo. Adolf Hitler, Benito Mussolini, Kim Il Sung, Fidel Castro, Augusto Pinochet, Hugo Chávez, entre otros dictadores, también tuvieron amplia simpatía y apoyo de una buena parte de sus pueblos. Sin embargo, nadie en su sano juicio dejaría de señalarlos y condenarlos por lo que realmente fueron, vulgares asesinos y dictadores.
No se pueden analizar y juzgar las decisiones y los acontecimientos con doble rasero, en función de si provienen de un aliado o de un adversario político o ideológico. No existen dictadores buenos y dictadores malos, sino únicamente dictadores. Porque como bien dijo Oswaldo Payá, «tampoco las dictaduras tienen color político, no son de derecha ni de izquierda, son solo dictaduras».

Minervo L. Chil Siret.

Miembro de Secretariado Ejecutivo MCL.

 

 

«Nayib Bukele’s September 2024 Twitter profile picture (cropped)» by Casa Presidencial El Salvador is licensed under CC CC0 1.0
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