Política

El yin y el yang de la polarización

 

Por Gloria Chávez Vásquez.

 

Hacer ver la sensatez y responsabilidad como un “extremo”,

es la forma de vendernos la idea que, para terminar una confrontación,

debemos aceptar el falso e inmoral punto medio.

Juan David Valencia Escobar.

 

La polarización política, como la polarización de la luz, es un fenómeno que nos permite descubrir secretos. En el caso de la luz, los secretos ópticos se descubren utilizando lentes o filtros que causen reflexión, refracción o difracción. La polarización política puede ser útil para ver más allá de las ideas, dilucidar lo que no es aparente o para mejorar la perspectiva o visión social.

Respondiendo al tema, el comentarista político de “El colombiano” Juan David Valencia, dice que la polarización es señal de vida de un país, y advierte que “el punto medio” es un sesgo cognitivo erróneamente difundido como señal de prudencia, pero en realidad se trata de una tontería descomunal y peligrosa.

De acuerdo con el periodista, los tramposos y delincuentes suelen establecer un extremo absurdo y artificial para anclar la negociación, y, esgrimiendo un supuesto ánimo conciliador, arrastran al oponente a aceptar el “punto medio”. Si sabes que la sangre es roja y tu oponente insiste en que es blanca, con tal de no debatir, ¿te transarías diciendo que es rosada?

Los que proponen como solución al “centro”, se creen moralmente superiores a quienes no tienen dudas sobre cuáles son los principios básicos y la firmeza que sustenta la viabilidad de una sociedad con posibilidad de mejorar. Los “centristas” catalogan a quienes no tienen grietas éticas ni son maleables moralmente como “polarizadores”, cuando en realidad es al revés.

 

Los estados polarizados

 

Por tercer año consecutivo, la Corporación Carnegie de Nueva York solicitó propuestas de académicos y expertos, ofreciendo grandes sumas de dinero y el prestigioso título de Carnegie Fellow a quien de una buena razón por la cual la sociedad estadounidense se ha polarizado.

La abogada y educadora Laura Hollis, ofrece su propia explicación en su más reciente artículo en WorldNetDaily: El asesinato de Charlie Kirk es solo el último ejemplo de la larga letanía que explica por qué Estados Unidos está tan polarizado.

La división de un país es, en esencia, entre aquellos que quieren la verdad, quieren saberla y quieren poder decirla, y aquellos que creen que con el poder viene el derecho a decidir cuál es la verdad y a sustituirla por una «narrativa», que se adapte a sus propósitos.

Hollis no cree que el concurso de corporaciones como la Carnegie produzca una respuesta real y práctica porque, como muchos, ella cree que los periodistas, académicos o legisladores no quieren escuchar a alguien que no esté de acuerdo con ellos.

La comentarista concluye que los estadounidenses se han polarizado debido a que, en su  mayoría, se sienten traicionados, manipulados, explotados y engañados por las instituciones: el gobierno, la profesión médica, el sistema de justicia, el sistema educativo, los medios de comunicación, la industria del entretenimiento.

Estados Unidos está polarizado porque las personas e instituciones en las que deberíamos poder confiar nos mienten como algo natural para su propio beneficio, y porque cualquiera que intente llegar a la verdad y llamar la atención del público –de hecho, cualquiera con una opinión que vaya en contra de la de las élites es este país– es acusado de teórico de la conspiración, un chiflado, una amenaza para «nuestra democracia», para la «salud pública» y para la existencia misma de algunas personas.

Hemos visto miles de artículos de noticias– ilustra Hollis– funerales elaborados, un ataúd de oro, y políticos llorando para destacar la muerte de un drogadicto, pero poco o nada se dice de una joven ucraniana inocente asesinada por un criminal en el transporte público. Esa retórica incendiaria está completamente separada de la realidad y fomenta la violencia. Lo vemos cada día. Y, sin embargo, incluso cuando se enfrentan a las consecuencias de sus exageraciones y mentiras, quienes las crean y amplifican no dan marcha atrás. Se duplican. Culpan a la víctima. Tratan de confundirnos más aún. Las redes sociales están llenas de publicaciones que proclaman que los conservadores y los partidarios de Trump merecen morir.

El conferencista y autor de Como pez fuera del agua: La búsqueda del significado de la vida (2021) Eric Metaxas, señala que uno de los elementos más negativos en la polarización en Estados Unidos es la degradación del partido demócrata.

¿Cuáles son las bases del partido demócrata ahora?

Hoy en día, la izquierda demócrata representa nada más que poder y placer y cada vez cae más bajo. Se han convertido en un partido de narcisistas irresponsables que quieren libertad total para tener sexo, para su placer y gratificación personal sin consecuencias. Y si hay consecuencias, quieren el derecho a asesinar legalmente esas consecuencias. Si algo se interpone en su camino, ya sea un bebé inocente en el vientre materno o un joven brillante como Charlie Kirk que con sus palabras les hizo ver el horrible vacío en que han caído, los fanáticos de la izquierda apelan al asesinato.

Metaxas espera, sin embargo, que el impacto internacional que ha tenido la muerte de Kirk despierte y haga reflexionar a muchas personas y ayude a algunos de ellos a ver en la clase de seres en que se han convertido.

 

Una buena señal

 

Escuchar a diario que países como Estados Unidos, Colombia o España están polarizados por las ideas de Donald Trump, Álvaro Uribe o Santiago Abascal es uno de los clichés de la izquierda. Como explica Juan David Valencia, en el caso de Colombia, como nunca pudieron derrotar a Uribe en el campo de las ideas ni de las ejecuciones, los tramposos y los mediocres impusieron una postura, esa si extrema y absurda, según la cual los delincuentes y narcoterroristas eran incomprendidas víctimas de las maldades del sistema, que merecían impunidad total. Para eso crearon la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) su propio sistema de justicia al estilo de la Ley Sharía de los musulmanes.

Las ideas de Trump, de Uribe o de Abascal nunca han sido extremas. Garantizar la seguridad no es de derecha ni de izquierda. Es cuestión de irrefutable sentido común. Defender la idea que quienes incumplan la ley deben ser castigados y no premiados no es extremismo, es simplemente “civilización” y la más poderosa forma de garantizar “confianza”, la base de cualquier construcción social.

Al inventarse un extremo opuesto indecente, pero disfrazado de bondad y superioridad moral, se introdujo la venenosa idea de que lo que siempre fue prudencia y coherencia, era extremismo, e incluso debíamos sentir vergüenza por creer en ello.

Son los “nini-políticos”, esos que no son ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario, que son humo con aroma de decencia, filosóficamente tibios y vacíos conceptualmente, que intentan convencer a la gente que como esos supuestos extremos son el problema, entonces la solución es votar por el irreal punto medio, concluye Valencia Escobar.

 

Gloria Chávez Vásquez escritora, periodista y educadora reside en Estados Unidos.

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