Es muy probable que el hombre de 24 años, Hadi Matar, agresor del escritor Salman Rushdie mientras impartía una conferencia en Chautauqua, nordeste del estado de New York, nacido mucho después de la publicación de ‘Los Versos Satánicos’, no haya ni siquiera abierto el libro con intención de leerlo, para al menos conocer el origen de ese acto de odio que trajo como consecuencia el atentado contra la vida del escritor de origen hindú. Matar sólo obedeció mediante la ira a la orden sacrílega que le fue encomendada desde lo supuestamente impoluto y sagrado. Eso tiene el fanatismo, es puro odio, aversión iletrada.
Hadi Matar, de New Jersey —los medios se apresuran a aclarar—, o sea, estadounidense, con toda evidencia de religión e ideología islámico-radical, acuchilló al autor de otro gran libro ‘Hijos de la medianoche’, debido a la fatwa dictada por el ayatolá Jomeini en Irán, a raíz de la publicación de ‘Los Versos Satánicos’ en 1988, en el que se cuestionan mediante una interpretación estrictamente literaria tres suras del Corán. Por cada sura interpretada de forma, insisto, literaria, el autor fue amenazado de muerte: tres millones de dólares por su cabeza. Salman Rushdie declaró entonces que debió de haber sido más duro con ese libro… El 12 de agosto un criminal casi cumple con la sentencia.
Una religión que, no nos ceguemos, hace constantes llamadas a la violencia y las lleva a cabo
El multipremiado Salman Rushdie, a la hora en la que escribo este artículo, se encuentra en estado de gravedad, lucha por su vida. Le fueron asestadas entre 14 y 15 puñaladas. Es probable que pierda un ojo, la movilidad de un brazo, y su hígado también está seriamente comprometido. El odio asestó duro, haciendo honor al apellido del asesino, golpeó a matar, como casi siempre golpea la cólera de los islamistas radicalizados mediante una religión que, no nos ceguemos, hace constantes llamadas a la violencia y las lleva a cabo, bajo cuyo distintivo se ahorcan a homosexuales, se lapidan a mujeres, o se tirotea a inocentes como recién ha ocurrido en una manifestación en Afganistán, también contra mujeres que sólo suplicaban mínimos derechos.
La izquierda es cómplice de este espanto, se comporta cuando menos mirando hacia otro lado, cuando más, escribiendo comentarios indecentes como el que hizo, nada más y nada menos, el ministro de Cultura de España, Miquel Iceta Llorens, en Twitter, y que acompañó con las imágenes del vídeo en el que Salman Rushdie se desangra en el suelo del escenario, en el que como escritor perseguido y amenazado, compartía sus conocimientos sobre DDHH.
El obsceno comentario del ministro fue el siguiente: “Como dijo la Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú: el respeto a la diversidad es un pilar fundamental en la erradicación del racismo, la xenofobia y la intolerancia”.
Las faltas de puntuación son las suyas… Me pregunto qué habrá bebido o fumado este señor ministro de la Cultura en España.
¿Sugiere el ministro Iceta que Salman Rushdie fue acuchillado por racista, xenófobo e intolerante?
En primer lugar, Rigoberta Menchú, a la que le escribieron su libro testimonio (se lo escribió la franco-venezolana Elizabeth Burgos), recibió el premio Nobel de la Paz como mismo lo recibió Barack Obama, como obsequio u ofrenda por no hacer nada, o por mentir. En segundo lugar, su libro, plagado de falsedades, fue ampliamente cuestionado hasta exigir que se le despojara del Nobel, lo que no ocurrió. Rigoberta Menchú no era la persona que pretendía ser en ese libro; pero, para colmo, Menchú, mujer mestiza, es otro pobre muñecón roto en manos de los narcos y cocaleros izquierdistas.
Francamente, no entiendo, ¿a cuál respeto se refiere este siniestro ministro? ¿Al que no tuvo ni la misma Menchú por los mestizos indígenas y por su diversidad individual? ¿A qué racismo alude? ¿Sugiere que Salman Rushdie fue acuchillado por racista, xenófobo e intolerante? ¿Por qué nadie exige a este insensible ministro que dimita de inmediato ante semejante burrada y falta de respeto contra un escritor que ha probado, no solamente lo grande que es como escritor, sino además que posee el coraje que le falta a este ignorante del bailoteo y el espectaculucho que ninguna significación cultural tiene como no sea la del exhibicionismo gratuito y fleteril?
Qué pena que España haya pasado del extraordinario ‘Rayo que no cesa’ de Miguel Hernández, testimonio del amor y admiración del poeta por la gran pintora surrealista Maruja Mallo, a este bayusero de cabaretucho mediocre de a tres por quilo, sin título y con mucho beneficio, sólo por ser un radical social-comunista de la ideología del odio que todo lo politiza, que todo lo acuchilla y hiere y de ninguna manera en nombre del amor, sino bajo los designios malvados del más extremo odio.
Sólo desearía que España volviera al ardor y a la belleza de estos versos de Miguel Hernández:
“Un carnívoro cuchillo
de ala dulce y homicida
sostiene un vuelo y un brillo
alrededor de mi vida.
Rayo de metal crispado
fulgentemente caído,
picotea mi costado
y hace en él un triste nido…”
Y que, si alguien tuviese que morir, fuese de amor, metafóricamente, y de ninguna manera acuchillado por el odio que no cesa de expandir el Gobierno español actual.