Por Régis Iglesias Ramírez
Treinta y dos años habrán pasado el próximo 8 de septiembre, Festividad de la Virgen de la Caridad, Patrona de Cuba, desde que Oswaldo Payá, Ramón Antúnez, Santiago Cárdenas, Fernando Avedo y Dagoberto Capote fundaron en la Habana el Movimiento Cristiano Liberación (MCL)
Para sus gestores era la respuesta necesaria a la falta de derechos, la opresión y la ausencia de un proyecto de presente y futuro para las nuevas generaciones de cubanos, hastiados de las falsas promesas y el inmovilismo de un régimen mantenido por el terror.
Oswaldo, educado en la fe católica e inspirado en el espíritu liberador del Evangelio, siempre dijo, tomando las referencias de la transición española, la chilena e incluso la polaca, que la solución menos traumática para el pueblo sería la que naciera de iniciar un camino de diálogo y ejercicio de soberanía popular, a partir de resquicios constitucionales en la draconiana ley impuesta, para llegar a la nueva Ley inclusiva y democrática que el propio pueblo debería demandar y conquistar. Pero advirtiendo que nunca se pueden traspolar literalmente las diferentes realidades históricas, políticas, sociales y económicas, cuando no religiosas y culturales de cada pueblo para aplicar sus recetas en otros.
Alguna vez he escuchado durante todos estos años que Oswaldo no favorecía la protesta cívica en la calle como método de lucha contra la tiranía.
Oswaldo no intentó nunca encauzar al MCL en la dinámica de gestos mediáticos aunque heroicos y testimoniales que para muchos han sido la manera de intentar despertar al pueblo y para no pocos una vía de solucionar visado de refugiado o ganarse el sustento y timar desprevenidos.
Pero el líder asesinado del MCL, los profetas tienen pocos oídos en su propia tierra de sordos y ciegos por los celos, si era una amenaza para las fieras que defienden y sostienen la tiranía. Ellos sabían que el valor sereno y la estrategia definida, la visión con que este apóstol diseño el proceso de liberación de los cubanos era más radical, porque va a la raíz del problema que es la imposibilidad de decidir los ciudadanos por más de 60 años de dictadura comunista y no la «línea dura» de la que presumen sobrevaloradamente algunos.
Todas la iniciativas desde 1990, promovidas por el Movimiento Cristiano Liberación han tenido como eje central la participación protagónica de los ciudadanos en la demanda de sus derechos. Y no ha sido precisamente sentados en nuestras casas, estén en La Habana, Miami o Madrid, como se ha logrado movilizar en estos objetivos a decenas de miles de ciudadanos.
Alguien podrá decir que no se ha logrado nada con esto. Tampoco con el martirio de años de guerrillas o con las protestas aisladas y poca participación ciudadana se ha logrado la libertad, mucho menos con las ideas de los «estrategas» que en Washington deciden si aplican embargos o lo contrario, a qué supuesto disidente sientan con el presidente norteamericano de turno y dan todos los recursos para que no hagan nada útil y a quien desechan o marginan por no seguir el trillo marcado.
Somos nosotros los primeros en notarlo, pero también que hemos podido llegar y concienciar a más cubanos cuando sin recursos hemos recorrido cada rincón de la isla buscándoles para convocarles y compartir juntos la misma suerte. El éxito no es el triunfo, el éxito es intentarlo, recorrer el camino coherente y no esperar retribuciones por el esfuerzo.
Larga y difícil ha sido la lucha. Ha pasado mucho tiempo desde que en el parque de la calle B, en Lawton, Ernesto Martini, Félix Rojas, Pedro Morales y yo junto a Dagoberto Capote esperábamos llegara Oswaldo para conocerle personalmente y sentados en un viejo banco conocer de primera mano la visión que para Cuba tenía aquel hombre en sus treinta y tantos con bigote a lo Walesa que por ser trigueño le asemejaba más a Emiliano Zapata.
Este Movimiento, que ha resistido el aislamiento, la segregación, traiciones, persecución, represión, cárcel, destierro y el asesinato de sus lideres, que ha trabajado sin mas recursos que la dignidad de sus hombres y mujeres por amor a Cuba, por compromiso con la libertad de nuestro pueblo y por la fe que nos sostiene, continuará el camino hasta ver conseguidos los sueños por los que han trabajado y entregando sus vidas muchas personas dignas, honradas y consecuentes.
No importa quién se canse, no importa quién olvide o traicione, siempre habrán Eduardo Cardet, Tony Díaz, Jesús Mustafá, Manuel Robles, y muchos otros que continuarán denunciando el fraude, las maniobras disociadoras con las que quieren mantenernos enajenados a los cubanos. Siempre habrá uno de nosotros para proponer soluciones beneficiosas para el pueblo y siempre habrá uno de nosotros para como decía Oswaldo, «el día, próximo, que los cubanos, rompiendo sus cadenas, salgan por sí mismos, a las calles para reclamar sus derechos y conquistar su libertad, nadie les meterá nuevamente en sus casas, porque no regresarán, los que vivan, hasta que puedan decir a sus viejos y a sus niños: ¡hemos triunfado, ya somos libres!»
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