Por Alfonso Ussía/El Debate.
Bergamín, cuando sintió que la creación poética le agobiaba, se refugió en Fuenterrabía, en la casa de Alfonso Sastre y de su mujer Eva Forest, condenada por el atentado con bomba en la calle de Correos de Madrid. Fue amnistiada, y acogió al Bergamín de los últimos tramos de la vida, que fue enterrado entre mensajes de odio y banderolas terroristas de la ETA y Herri Batasuna. Y también en Sábado Gráfico compartí página con el genial poeta satírico y republicano Juan Pérez-Creus, natural de La Carolina, Jaén, extraordinario porta epigramático, capaz de escribir un poemario en gallego As derradeiras Pombas do Serán –Las últimas Palomas del Atardecer–, por algo tan simple como maravilloso. Se enamoró con locura de una mujer gallega. Sus libros de poemas satíricos son auténticas joyas del talento. En Diario 16 mi columna «Feria de las Vanidades» la ubicó Pedro Jota Ramírez en estrecha vecindad con la de Federico Jiménez Losantos, con el que escribí también a su lado en ABC. Con Federico, Jaime Campmany, José María Carrascal, Alejandro Muñoz Alonso, Antonio Burgos, César Alonso de los Ríos, y demás escritores, que comparados con Marhuenda, pertenecen al montón. Y en La Razón, con David Gistau, Ángela Vallvey, Martín Prieto, Alfonso Rojo, Abel Hernández, y otros insignes columnistas discípulos de Marhuenda. Pero con esa competencia, a duras penas, pude compartir páginas y me sentí muy orgulloso por ello. De ahí, que al conocer la decisión de Marhuenda de dividir mi página con su firma, y dado el malestar que sentía en el periódico con los medios audiovisuales de Atresmedia, me rendí. Porque se puede compartir página con los grandes escritores, pero no con el mejor. Y Francisco Marhuenda es el mejor columnista de España, quizá excesivamente pepero por una deuda –no moral– contraída en el pasado cuando fue jefe del gabinete de Mariano Rajoy, pero pelillos a la mar. La prosa encendida, valiente, fluida, cristalina y enloquecedora de Marhuenda habría convertido mis artículos en textos grises, prescindibles y lejanos a cualquier tipo de interés. Y no me atreví a asumir el reto. Como si al poeta murciano don Pedro Boluda le hubieran obligado a compartir página con Pemán, Dámaso Alonso o Vicente Aleixandre. Boluda era valiente y lo habría intentado, pero yo, no…