Por Ariel Montoya.
Desde el 2018 cuando estalló la insurrección interna en la que se dio una mezcla entre determinados sectores políticos y agrupaciones cívicas que desde ya vivían y viven el goce pleno del discreto encanto de la llamada Sociedad Civil “Opositora”, estas organizaciones civiles han demostrado muchos colmillos y pocas garras, queriendo en su afán por el Poder suplantar a la clase política realmente opositora, desacreditandola y ofuscandola, queriendo ella autoimponerse, lo que al no haberse hecho desde una inteligencia emocional —y no artificial—, la ha arrastrado a un fracaso monumental más que evidente, desde el mal llamado Diálogo Nacional en ese mismo año hasta el dia de hoy.
Este culebrón telenovelesco del fracaso, concentrada sobre todo en la agrupación “Monteverde” en Costa Rica, con tantos errores, dimes y diretes y descalificaciones entre bandos y asociados del albur de la Sociedad Civil, coincide con otro planteamiento, aún más inquietante y preocupante, el de que estas oenegés han trabajado de tal forma, con tanta ineficacia y falta de visión contextual política, que le han dejado el camino libre al régimen de Daniel Ortega para hacer y deshacer, y para sostenerse en el Poder. Lo que también ha contado con la benevolencia de una gran parte de la Comunidad Internacional y la Donante.
El Sandinismo en general sabe que no cuenta con bases electorales capaces limpiamente de ganar unas elecciones libres y transparentes, por eso es que los sandinistas caviar (como se le dice internacionalmente a las izquierdas light, y donde coinciden algunas mentecatas cabezas pequeño burguesas y hasta capitalistas sin identidad para defender sus estatus y procedencia), se han refugiado en estas comunidades impositivas de las fundaciones y asociaciones.
Anteriormente lo hicieron, en el caso de Nicaragua, para trasegar ahí sus pérfidos robos de la descomunal “Piñata Sandinista”. En efecto, después de la derrota electoral de 1990 surgieron centenares de ellas.
Ahora estas sirven para acampar billeteras donantes y propiciar el glamour mediático; para confundir y manipular conciencias ciudadanas desde el punto de vista de la historia y de la holística, (le llaman “ultra derecha” a cuantas personas critican o mencionan sus colosales robos y crímenes desde los tiempos de la guerrilla sandinista, hasta sus fechorías aprobadas por el Gobierno de Transición de la Unión Nacional Opositora y el Protocolo de Transición en 1990), y tratan a toda costa de ganar popularidad ciudadana con sus discursos post revolucionarios de tolerancia, perdón, olvido, democracia y tantas palabras bonitas con pajaritos preñados y tantas otras auscultaciones para ganar adeptos. Lo que no les vale de nada y para nada pues ya la memoria corta nicaragüense dejó de existir.
De forma que, esta dizque Sociedad Civil “Opositora” ha demostrado su incapacidad total desde sus inicios en dicho primer diálogo en esta etapa que irrumpe en el 2018, cuando algunos de estos asaltaron sillas y se auto proclamaron líderes de una lucha que no les pertenecía, jugando como niños en una pila de tiburones, remarcando su incapacidad en el fracasado diálogo de 2019, siendo reafirmado dicho comportamiento en el de 2020; rematando con sus pretensiones electorales presidenciales y a otros cargos, sin haber llegado siquiera a acuerdos mínimos, ni a reglas claras ni a ninguna negociación de ningún tipo para las elecciones del 2021, cuando casi una docena de estos presidenciales de oenegés, pensaron que sería fácil tronarse a Ortega con un par de gritos y unos cuantos dólares en la bolsa.
Ortega, que en realidad se asustó en el 2018 tras la insurgencia de los tranques, y que estuvo dispuesto a ceder y quien quizás hasta habría abandonado el Poder, olfateo inmediatamente que dichos liderazgos eran virtuales y de papel, y entonces reforzó los cierres de oenegés con diversas finalidades, orquestó su cacería infernal carcelaria, alteró las amenazas a la Propiedad Privada, incrementó las violaciones a las libertades ciudadanas y de prensa, canceló personerías jurídicas de los partidos políticos, se autoimpuso nuevamente la banda presidencial y en el 2023 desnacionalizo y sacó del país a presos políticos, a sacerdotes y obispos de la Iglesia Católica, desplumando cualquier indicador de la institucionalidad.
Mientras que por el otro lado, la opípara Sociedad Civil “Opositora” continúa sus sueños de opio y fantasía pensando salir de la Dictadura desde sus cómodos albergues internacionales. Debatiendo a pañuelazos si “Monteverde”, es ideológicamente de Izquierda o de Derecha.
Se han gastado decenas de millones de dólares provenientes de la donación estadounidense y europea, más unos 30 en camino sin contar con los 25 de George Soros, el transfuga judío capitalista. Pero la pregunta es la misma: ¿En qué y para qué han servido esos fondos en la recuperabilidad de la democracia en Nicaragua?: En nada y para nada.
Nicaragua no debe seguir apostando a una realidad política inexistente, manipulativa y sin una visión política partidaria. Es aberrante continuar con esta parasitaria institución que no siendo política ni partidaria, pretende hacerse con el Poder y salir, ilusamente, del régimen de Managua. Y lo que es peor, viviendo el dulce y discreto encanto de una Sociedad Civil “Opositora”, desarticulada en sus propios cimientos, orígenes y estructuraciones, que no posee ninguna credibilidad ni visión política, siendo muchos de ellos gentes que siempre han vivido de los erarios públicos, no importandoles a muchos de estos que ahora dichos fondos provengan del propio imperio norteamericano al que tanto atacaron y que, para colmo de males y como saben que no poseen ninguna base social sólida, se promueven desde las oenegés y de paso, permitiéndole a Ortega seguir haciendo y deshaciendo, a sus anchas, la desgobernabilidad de Nicaragua.
Ariel Montoya es poeta y escritor nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Columnista Internacional y fundador del Partido OPA de Derecha.