Por Juan Abreu.
Háblanos de ti, ¿cuándo supiste que querías hacer cine?
Yo vengo de una casa donde había muchos libros. Se vivía alrededor del libro. Mi madre era diseñadora y editora y estoy casi seguro que en la adolescencia, por rebeldía, le di la espalda a la lectura y salí a buscar otra cosa. Como el barrio es muy importante, sobre todo para esos primeros años de la vida, del barrio me vino la oportunidad. A unos pocos metros de mi casa vivía el director de cine Juan Carlos Tabío y en la sala de su hogar era muy fácil encontrarse el catalogo de un festival de cine, una revista de cine español, un libro sobre John Ford… Aquello era como una luz en el medio del periodo especial cubano. Un aire fresco. Algo distinto que no se encontraba ni en la escuela ni en la calle. Poco a poco Juan Carlos me empezó a invitar a sus rodajes. Mis notas escolares eran pésimas y había estudiado pintura, música, artes marciales; y en todo era bastante malo. Mi única posibilidad era el cine. Todas las historias que no me leí las encontré en el cine. Lo jodido era que sabía que quería hacer cine, pero en la escuela la carrera que me tocó fue profesor de secundaria básica.
Influencias. Formación.
Yo siempre pienso que no soy el más talentoso, pero si uno de los que más trabaja. Después de ir a par de rodajes y empezar a leer sobre cine y ver muchas películas, muchas, necesitaba algo más; pero no sabía que rumbo tomar. De repente, abre por primera vez la escuela diurna de la Facultad de Cine del Instituto Superior de Arte, y logro aprobar las pruebas hablando de Mullholland Drive de David Lynch. Mi sueño se cumplía. Tenía tantas esperanzas. Tantas ganas. Pero bueno, como todo en Cuba: la facultad era un desastre. La ilusión me duro solamente unos meses. Los profesores, a no ser por Gustavo Arcos y dos más, eran ignorantes y mezquinos. Éramos un grupo de veinte y había dos amigos negros y a los dos los botaron por nada. Por racismo. Era un horror. No había tecnología. No había nada. Era un asco.
Decido dejar la facultad e irme un año a mi casa a escribir. Mi madre no creía lo que estaba viendo. La familia se pensaba que estaba cometiendo un grave error. Ese año empecé a escribir un guion sin tener idea de nada. Se lo llevaba a Tabío y el me decía: no tiene conflicto. Y yo ni sabía lo que era el conflicto. Trabajando duro. Solo.
Ese año logré escribir un guion que fue lo que me ayudó a avanzar. La historia le gustó a Humberto Solás y la quiso dirigir. El libreto también lo escogieron en una beca en España y entonces me llamaron de la escuela de cine de San Antonio de los Baños y me dejaron entrar a estudiar guion. La primera vez que hice las pruebas no aprobé. Ese guion al final nunca se llevó a la pantalla, pero fue la semilla.
El cine para mí es trabajo, trabajo, trabajo. No entiendo a esas personas que no le prestan atención al guion. Mientras más trabajo el guion, después me es más fácil hacer la película. Por cada guion que llega a la pantalla hay cinco o seis en la gaveta que no ven la luz.
Mis influencias cambian, pero en su momento fue importante Buñuel, Rohmer, Los hermanos Dardenne… Luego descubrí a Hitchcock y fue la cosa más linda que me pasó. Luego Delfín Prats en Holguín me enseñó la trilogía turca Huevo, Miel, Leche. Tu mismo me recomiendas cosas nuevas… así va variando mi gusto…
Pero últimamente lo que más me interesa es leer. Leo más y veo menos películas. A Tabío le pasaba lo mismo y yo no lo entendía en aquel entonces. Ahora sí: el mundo del cine está tan podrido que es importante poder refugiarse en otro sitio.
¿Cómo es hacer cine en Cuba?
Hacer cine es algo muy difícil, así que imagínate en Cuba. Ahora, no es lo mismo hacer cine para mí que para un viejo comunista del ICAIC. No es lo mismo lo que me pasa a mí, que lo que le pasa a Miguel Coyula que hace cine prácticamente solo. Es muy jodido, muy duro. A veces pienso que si no hubiera nacido en Cuba tuviera más películas. Yo estoy trabajando todo el tiempo y en Cuba para lograr algo se pasa mucho trabajo. No hay pan, no hay pollo, imagínate como es hacer una película. Yo he hecho tres: Melaza, Santa y Andrés, Vicenta B… las tres buscando dinero fuera de Cuba. Las tres con cierta ayuda al principio del cine estatal, pero luego nos han maltratado, reprimido, etc… Cada mañana desde hace un tiempo para acá pienso lo afortunado que soy con esta nueva vida que tengo lejos de todo ese lodazal.
Tus dos películas anteriores, Melaza y sobre todo Santa y Andrés, tienen un fuerte acento contestatario. Podría decirse que se trata de un cine de denuncia. Qué problemas, si los hubo, te trajeron estas obras desde un punto de vista profesional y personal. ¿Las autoridades culturales cubanas intentaron censurarte o coaccionarte de alguna manera?
Con Melaza empezó el horror. Nosotros le dimos un crédito de agradecimiento al ICAIC y ellos nos llamaron amenazándonos para que le quitáramos el crédito ese a la película. No querían tener nada que ver con nosotros. Imagínate una serie de realizadores y cineastas con poder en el instituto maltratando a dos jóvenes acabados de graduar.
Ya con Santa y Andrés se sobrepasaron. Fue tanta la jodienda que me dio para escribir un libro donde narro las peripecias del rodaje y el ambiente represivo que padecimos: Ni Santa, ni Andrés (Editorial Verbum, Madrid). Censuraron la película. Los policías del ICAIC me mandaron a la verdadera policía. El ministro Abel Prieto me dijo que si escribía un texto diciendo que Fidel era intocable él me pagaría la próxima película. La policía secreta me molestó por dos años y medio. Muchos artistas cubanos, famosos, se prestaron para el juego y gracias a eso hoy tienen mejores condiciones en la isla.
La seguridad me siguió a Punta del Este. Abel Prieto con tres más llamaron a NY a tratar de censurar la película.
Por solo hacer una película. Así y todo, te digo: salí bien porque si hubiera sido un artista negro de Centro Habana ahora estaría preso.
En su última película, Vicenta B. se evidencia un cambio de tono, un vuelco hacia un cine más intimista. ¿Es esto cierto? Cómo definiría usted esta película en relación a su obra anterior.
Mira, era la última película que iba a hacer en Cuba. No estaba seguro de esto, pero tenía esa sensación. Entonces me dije: tienes que ir a algo más profundo. Pensé en mi abuela que era una echadora de cartas. Pensé en lo duro que era para una persona negra en Cuba, con un don, salir adelante. A mi me gusta mucho el mundo femenino. En todas mis películas el personaje que cambia es el personaje femenino. Dejé a un lado la critica más directa y obvia, pero al mismo tiempo siento que Vicenta B es una película muy dura. Donde los jóvenes o se matan o se van. No hay esperanza. Vicenta queda más sola o igual que Santa. Es muy jodido ese país de donde venimos. Es la pudrición total. Uno nunca puede olvidarse del todo de la isla, pero yo creo que con Santa y Andrés dije bastante de lo que pensaba de esa gentuza; así que no quería encasillarme ni ser un tipo lleno de odio. No les iba a dar ese gusto. Entonces me reinventé un poco y ahora soy muy feliz. Un amigo decía: la mejor manera de combatir el comunismo es siendo feliz. Es duro, pero tiene su cosa ese pensamiento.
Vicenta B es de mis películas la que más me gusta.
¿Quién es Vicenta B?
Vicenta Bravo es una mujer negra con mucha fe, que está rodeada de una realidad muy muy jodida. Vicenta B retrata un poco un momento de todos nosotros. Un momento en el que creemos que todavía podemos hacer algo en ese horrible país y el entorno nos va sacando y sacando y la realidad te pega a una pared y te golpea duro. Vicenta es una mujer que pierde a su hijo, se va quedando sola y ya está cansada de tantos viejos y muertos a su alrededor. O sea, es casi todos los cubanos.
¿Por qué Vicenta B?
Por que somos un país negro, mestizo y en nuestro cine siempre se trata la religión o a los afrocubanos con cierto paternalismo y sentimiento falso. Quería hablar de fe como lo hacía Bergman, pero desde lo mío. Cero folclor. Cero distancia. Tenía ganas de estar pegado a la cara de una mujer así todo el tiempo. Ver sus emociones.
Cómo se hizo
Se hizo en el peor momento de la pandemia. Filmamos en condiciones muy duras. Teníamos el apoyo de varios fondos internacionales y el fondo de fomento del cine cubano que había abierto su convocatoria por primera vez. Todo el rodaje fue antes del 11 J. No me imagino haciendo esta película después. Ese país cambió, para peor. Ahora es imposible crear nada autentico desde allí.
Hicimos la película gracias a un grupo de mujeres fuertes que me acompañaron. Muchas ganas y amor de gente linda. Gente de verdad.