Relato Mundial

El Cementerio De Pitágoras   -cuento vs. teorema

Por Gloria Chávez Vásquez.

 Lucas no se explicaba la antipatía que sentía su amigo por la geometría. Al estudiante de arquitectura le parecía muy simple, por ejemplo, la relación fundamental entre los tres lados de un triángulo rectángulo: El área del cuadrado cuyo lado es la hipotenusa, es igual a la suma de las áreas de los cuadrados de los otros dos lados.

Pero Iván estaba bloqueado. Y con esa alergia por las matemáticas, no había podido pasar de ese concepto desde el bachillerato. Aunque tenía mucho talento, no le hablaras de fórmulas o números, que se ponía esquizofrénico, bipolar.  Por tanto, se había dedicado a estudiar arte.

–La geometría insiste en colarse en mis pinturas. Es una intrusa. Hasta en eso se las da de sagrada e inescapable, – se quejaba, no sin ironía, el artista.

Ahora tenía una asignación ineludible y debía hacer las paces geométricas con el viejo de sus pesadillas. De lo contrario fracasaría en su proyecto. Sus maestros insistían en que la pintura, (en un lienzo enorme), a todo color, para la facultad de matemáticas, debía regirse por el purismo pitagórico.

 

En medio de una ronda de cervezas, en la fonda de Luiggi, Lucas le recordó a Iván que Pitágoras estaba considerado como el primer matemático puro. Como si fuera poco, el sabio griego había legado a la humanidad, grandes avances matemáticos, astronómicos, musicales y filosóficos.

–¡Si! Ya sé. Que fue el santo de esa hermandad que se llamó Pitagórica, donde dotaron a los números de cualidades místicas y espirituales. ¡Es tu evangelio!

–La hermandad era una sociedad exclusiva. La mayoría de sus descubrimientos permanecieron secretos –recitó Lucas como si con ello pudiera convertir al incrédulo.

 

Después de la tertulia y los sifones a Iván se le ocurrió –¿Por qué no vamos al cementerio? – era el lugar donde, desde el colegio, ambos deducían la inspiración de sus mejores ideas.

Lucas estuvo de acuerdo. La arquitectura del Campo Santo siempre le había resultado admirable.

 

La entrada principal estaba cerrada, y los jóvenes accedieron al cementerio por la ruta más larga, un camino que a Lucas se le antojaba la hipotenusa del gran triangulo que era el parque central del cementerio. En los cuadrados que se formaban de sus catetos, estaban los lotes de las bóvedas, las lápidas y las tumbas. En el lote más extenso, los mausoleos, réplicas reducidas de castillos o monumentos; dentro del triángulo, muy simétricas, las bóvedas, los estantes de la gran librería humana, tomos ya leídos y cerrados; en el centro del triángulo, la fosa común, para los anónimos. Por último, en el cuadrado más limitado, un campo no tan santo, los suicidas, criminales y condenados.

 

– Estamos justo encima de la ecuación del teorema –exclamó Lucas. El cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos.

–¡No friegues! –comentó Iván burlonamente.

–¿Y es aquí dónde te inspiras? – replicó Lucas, con sorna.

– Y es quizás donde pudiera entender mejor la razón de los teoremas–afirmó el artista.

–¿Ves ese mausoleo? –preguntó Lucas, señalando la maqueta medieval, con torres, vitrales, puertas de hierro y con cadenas

– ¿El del dueño de El Palacio? Ese tipo es un tirano. ¡No dejó terminar el bachillerato a su hija! – exclamó Iván, recordando a la muchacha de ojos melancólicos de la que se había enamorado en el cuarto de bachillerato. Fue ese mismo año en el que se peleó con el álgebra y la geometría. Por el que fracasó en los exámenes, por el que repitió el curso, por el que se fue del colegio y se marchó de la ciudad. Por el que se refugió en el arte.

 

–Desde aquí la acústica es fenomenal– observó Lucas gritando su nombre.

– Yo solo veo espíritus y fantasmas– añadió el artista, para sí.

–Bah! –exclamó Lucas descartando las palabras de su amigo. Solo son gases en combustión que despide la materia orgánica.

– Recuerdas cuando los muchachos de la barra de los monos pasaron aquí la noche?

–¡Si! Eso fue durante los exámenes finales del tercero, en la secundaria.

– Yo vine con ellos, pero no me quedé porque se pusieron a tomar y a fumar marihuana–Iván, imaginaba aun el susto de sus excompañeros de clase, al presenciar por primera vez un fuego fatuo.

– Corrían como alma que lleva el diablo. Es más, algunos de ellos siguen corriendo por la vida. No hay quien los convenza de que no eran los espíritus de los muertos vigilando sus tumbas o estancados en este mundo, esperando resolver algún entuerto.

 

Tras su reflexión y una larga pausa de los que pareció desprenderse una epifanía, Iván cuestionó a su amigo:

Oye, ¿no te parece que en el cementerio hay demasiada geometría?

 

De la serie La Costra Nostra 2023.

 

Gloria Chávez Vásquez escritora, periodista y educadora reside en Estados Unidos.

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