Política

El “Caballo” y el socialismo real en Cuba

Por Carlos M. Estefanía.

A medida que desaparece la generación fascinada por Fidel Castro, también se desvanecen muchos de los apodos con los que fue bautizado. Uno de los más emblemáticos fue “el caballo”. El sobrenombre no era casual: en la cultura popular cubana, el caballo representa fuerza, resistencia y liderazgo, atributos que sus seguidores proyectaban en Castro durante los primeros años de la Revolución y su extenso mandato.

La conexión va más allá del simbolismo. En la charada cubana —un tradicional juego de azar— el número 1 representa al caballo, y Fidel fue, durante décadas, “el número uno” del sistema. Lo que nunca imaginaron los castristas de corazón es que ese “caballo” simbólico acabaría convirtiendo la carne de dicho animal en un lujo reservado a privilegiados… o cuatreros, que a veces eran los mismos. Comer un tasajo de caballo en Cuba se ha convertido en un lujo al alcance de pocos. Así lo señalé recientemente en un foro digital latinoamericano.

Todo comenzó con un acalorado debate en una lista de discusión por correo electrónico, donde participaban intelectuales y activistas de todo el continente. El tema inicial era la pobreza alimentaria en Perú, cuando el poeta y profesor peruano Winston Orrillo lamentó que, debido a la derecha, muchos niños peruanos se vieran obligados a alimentarse con carne de caballo ante la escasez de otras proteínas. Entonces intervine: “En Cuba la dictadura de izquierda ha convertido la carne de caballo en un lujo que ya quisieran comer sus niños.”

El intercambio dejó al desnudo un contraste doloroso: mientras que en Perú comer carne equina es signo de precariedad, en Cuba representa un privilegio. Una ironía profunda del llamado “socialismo real”.

¿Intelectual comprometido o cómplice silencioso?

Winston Orrillo (Lima, 1941) no es un desconocido en el ámbito cultural latinoamericano. Doctor en Literatura, exdirector de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, ha viajado por el mundo en misiones culturales. Fue jurado del célebre concurso literario de Casa de las Américas, una institución estrechamente vinculada al aparato ideológico del Estado cubano.

Ha visitado Cuba en múltiples ocasiones, ha sido tratado como intelectual afín y su obra ha sido traducida a varios idiomas. Por ello, sorprende su aparente ceguera ante las penurias cotidianas del pueblo cubano. Más que ignorancia, su actitud parece una elección: la de callar o justificar los fracasos del sistema en nombre de una revolución que hace tiempo dejó de alimentar bocas para nutrir discursos. Cuando fue confrontado por mis palabras, respondió con una descalificación automática: “voces de reaccionarios contrarrevolucionarios”. A lo que respondí: “Pregúntenle a cualquier cubano qué sabor tiene la carne de caballo y verán que, para la mayoría, es un manjar inalcanzable.” Fin del diálogo.

El caballo como síntoma del colapso

Durante el mismo intercambio, otra participante, Ivonne Cortés, intentó reforzar la postura de Orrillo compartiendo un artículo publicado en Rebelion.org, portal afín al castrismo. El texto, titulado “Contrapunteo revolucionario de la vaca y el caballo”, presentaba como logro del socialismo cubano el aumento del número de caballos por habitante. Según sus datos, Cuba estaría solo por detrás de Mongolia en proporción equina: un caballo por cada diez cubanos.

Pero una lectura atenta cuenta otra historia. El aumento del ganado equino no es resultado de una política ganadera exitosa, sino del colapso del sistema que regulaba la cría de ganado vacuno. Mientras el número de vacas cayó de más de 4 millones en el año 2000 a poco más de 3.5 millones en 2022, los caballos pasaron de 414,000 a casi 908,000 en el mismo período.

¿La razón? Criar vacas en Cuba está extremadamente regulado. Se requiere poseer ciertas extensiones de tierra, y hasta hace poco solo el Estado podía comprar o vender ganado vacuno. El comercio entre particulares era ilegal. En cambio, para adquirir un caballo bastaba con una autorización del Ministerio de Agricultura o demostrar infraestructura mínima. Así, muchos campesinos optaron por criar caballos, no por conveniencia, sino por pura necesidad.

Un sistema que castiga al productor y premia al evasor

Aunque los caballos requieren cuidados costosos —desde atención dental hasta control de parásitos—, su tenencia es menos fiscalizada. Irónicamente, son utilizados para el transporte público en condiciones infrahumanas, sin abrevaderos ni infraestructura básica. Las caídas, colapsos y muertes por agotamiento son frecuentes.

¿Por qué entonces prospera el caballo y no la vaca? Porque el caballo ha escapado del radar ideológico del Estado. Mientras Fidel Castro centró su cruzada ganadera en el vacuno como símbolo de progreso, el caballo fue relegado como «rezago capitalista». Esa indiferencia institucional permitió una crianza con menos trabas burocráticas, convirtiéndolo en una opción viable —aunque precaria— para los campesinos.

El artículo de Rebelion.org, sin quererlo, lo admite: buena parte de la carne equina en Cuba se consume de forma ilegal. No se trata de un logro del socialismo, sino de un efecto colateral de un sistema ineficiente y punitivo.

La escasez como normalidad revolucionaria

La falta de carne en Cuba es uno de los rostros más visibles de la crisis alimentaria que asfixia a la isla. La producción porcina, antes la principal fuente de proteína, cayó un 93 % entre 2018 y 2024. Otras fuentes, como el pollo, el huevo y la leche, también han sufrido descensos dramáticos. El Estado, que prometió cinco kilogramos de proteína animal por persona al mes, apenas garantizó 347 gramos en la primera mitad de 2023.

Mientras tanto, los precios en el mercado informal se disparan. Una libra de cerdo puede superar los 1,000 pesos cubanos. ¿Y los salarios? Muy por debajo de esa cifra. Aunque desde 2021 se permiten importaciones privadas de alimentos sin límite ni aranceles, esta posibilidad solo beneficia a quienes tienen familiares en el extranjero o recursos para viajar. Una élite, en resumen.

El cubano de a pie sobrevive como puede, atrapado en un sistema legal que criminaliza el sacrificio y la venta de ganado mayor, incluso si fue criado legalmente. Las cárceles se llenan de campesinos, mientras la «neoburguesía» importadora raulista, cena todo tipo de proteína animal, en buena parte traída de Estados Unidos, el presunto enemigo visceral del castrismo.

El fracaso de una utopía burocrática

Es cierto que, en los primeros años de la Revolución, se alcanzaron cifras récord en ganadería bovina. Es cierto también que el crecimiento actual del ganado equino demuestra que se puede producir más dentro del sistema. Pero el problema no es técnico: es político y burocrático. El aparato inmovilista que controla la producción y distribución impide que cualquier mejora se generalice. La trampa no está necesariamente en el modelo socialista como proyecto imaginario, sino en cómo aquel ideal ha terminado sistemáticamente secuestrado por una casta que no quiere —ni puede— soltar el control.

Alban Bonilla, otro participante del debate, desde un flanco liberal que también podría debatirse, se refirió al modelo imperante en Cuba con las siguientes palabras:

El socialismo consiste en distribuir sin producir. El resultado: miseria y falta de libertades. El capitalismo, con todos sus defectos, al menos da oportunidades. El socialismo, no… El socialismo consiste solo en distribuir sin producir (estorbar los sistemas productivos) = miseria y falta de libertades. El capitalismo consiste en producir sin distribuir = miseria (puede o no convivir con la democracia y la libertad). La socialdemocracia parte más bien del principio de que hay que producir mucho (apoyar a la empresa privada) para tener mucho que distribuir = bienestar, democracia y libertad.

Parafraseando a Churchill: “El capitalismo es el peor de los sistemas económicos sociales, excepto todos los demás.”

Usted encuentra países capitalistas exitosos y fracasados, democráticos y totalitarios. Pero no encuentra un solo país socialista, ni en el pasado ni en el presente, exitoso ni democrático; todos son dictaduras empobrecedoras. Y eso es así porque el capitalismo permite reformas; el socialismo es irreformable, como lo demostró Gorbachov en la URSS. Y peor aún, como quedó demostrado en el intento de Dubček de instaurar un “socialismo con rostro humano” en Checoslovaquia, que terminó invadido por el Ejército Rojo. ¿Qué hacen los países comunistas para salvarse? Emigran su economía hacia el capitalismo, como hicieron China y Vietnam.

Hay países capitalistas fracasados, indudablemente, como Haití, Bangladés, Afganistán, Sudán del Sur, Sierra Leona, Malawi, Madagascar, República Centroafricana y Burundi, pero los hay exitosos como Islandia, Noruega, Dinamarca, Finlandia, Suecia, los Países Bajos, Bélgica y Nueva Zelanda, que tienen altos estándares sociales. El capitalismo da oportunidades; el socialismo no. Hay dictaduras capitalistas y democracias capitalistas, pero solo hay dictaduras socialistas y comunistas.

En síntesis: con el socialismo tenemos garantizadas dos cosas: pobreza y represión. Con el capitalismo tenemos oportunidad de progreso y libertad.

A lo escrito arriba, me parece oportuno agregar que eso que se ha conocido como “socialismo” a lo largo del siglo XX, con sobrevivientes en el XXI, ha sido, en realidad, la aplicación —sobre los hombros de los cubanos y otros pueblos del mundo— de un modo de producción explotador que negaba en la práctica todo lo que proclamaba en teoría. No hablemos ya en su propaganda.

Cuba, donde el pueblo disfraza cáscaras de plátano como carne mientras la élite cena filetes, es prueba dolorosa de esta verdad. Hasta la carne de caballo, antaño alimento de emergencia, se ha vuelto símbolo de privilegio. Y quienes aún defienden esa “revolución” deberían, al menos, tener la decencia de mirar la realidad de frente, en lugar de lanzar acusaciones banales contra quienes denuncian lo que su pueblo padece.

Post scriptum: Llama la atención que el autor del artículo «Contrapunteo revolucionario de la vaca y el caballo», publicado en Rebelión, sea el disidente y periodista independiente José Gabriel Barrenechea, actualmente preso político en Cuba. ¿Se trata de un descuido o de un cambio de postura? ¿Estará Rebelión rebelándose, al fin, contra la misma dictadura que durante años ha defendido su redacción?

Carlos M. Estefanía es un disidente cubano radicado en Suecia.

”La vida es una tragedia para los que sienten y una comedia para los que piensan”

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Nota de ZoePost: Hasta los poetas sudamericanos cayeron en eso, como pueden ver aquí…

Fidel
Por Juan Gelman
Del poemario “Gotán” (1962).

dirán exactamente de fidel
gran conductor el que incendió la historia etcétera
pero el pueblo lo llama el caballo y es cierto
fidel montó sobre fidel un día
se lanzó de cabeza contra el dolor contra la muerte
pero más todavía contra el polvo del alma
la Historia parlará de sus hechos gloriosos
prefiero recordarlo en el rincón del día
en que miró su tierra y dijo soy la tierra
en que miró su pueblo y dijo soy el pueblo
y abolió sus dolores sus sombras sus olvidos
y solo contra el mundo levantó en una estaca
su propio corazón el único que tuvo
lo desplegó en el aire como una gran bandera
como un fuego encendido contra la noche oscura
como un golpe de amor en la cara del miedo
como un hombre que entra temblando en el amor
alzó su corazón lo agitaba en el aire
lo daba de comer de beber de encender
fidel es un país
yo lo vi con oleajes de rostros en su rostro
la Historia arreglará sus cuentas allá ella
pero lo vi cuando subía gente por sus hubiéramos
buenas noches Historia agranda tus portones
entramos con fidel con el caballo

Fuente:
Gelman, Juan (2003). Pesar todo (Antología). La Habana: Fondo Editorial de Casa de las Américas. Pág.51

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