Por Carlos Carballido.
Vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo diciéndome: Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas.
Apocalipsis 17
Hasta los años 90 en Miami existía un exilio pujante, radical, contestatario y con una definición política clara aunque nunca faltaron aquellos “lights” que preferían la tibieza o el concilio con la tiranía para pedir migajas.
Sin embargo, las organizaciones anticastristas y sus líderes tenían muy definido al enemigo y en consecuencia, tanto los medios de prensa como los políticos cubanoamericanos de la época sentían la presión y por ello solían ser muy cuidadosos y frontales con el tema Cuba.
Con la llegada del nuevo milenio, la tiranía sabiendo que las reglas del juego podían cambiar de un momento a otro tras una década sin la Unión Soviética, se dedicó a inundar al exilio con un tipo de cubano ignorante políticamente, chanchullero, amante de la pacotilla y el fullerismo quienes a la postre han sido verdaderos comodines, por ignorancia o complicidad para la permanencia del castrismo. Nadie como el maestro del periodismo contestatario, Andrés Pascual, pudo definirlo en un nombre a la medida: Kubanoides. Y lo hacía con K porque en su fuero interno, decía Pascual, no eran más que komsomoles soviéticos pero muy a lo caribeño.
A través de la historia, el problema que ha lastrado la libertad de Cuba es precisamente esa especie de esperanza patológica que por lo general ha calificado al llamado <nuevo exilio>. Una esperanza al estilo de La Gran Ramera que nos habla el Apocalipsis bíblico. Tan patológica y letal es, que impide entender que para resolver el problema de la ínsula no puede haber más solución que el radicalismo o lo que es lo mismo, la fuerza bruta y brutal, para decirlo de alguna forma. Pero ¿por qué luego de 62 años de haber experimentado todo tipo de iniciativa, ninguna ha dado fruto? La respuestas son disímiles pero todas confluyen en lo mismo, demasiados cómplices en esta historia, desde el expresidente Kennedy cambiando por compotas a los patriotas que fueron a liberar a la patria, hasta esa legión de faranduleros Kubanoides de hoy que cada vez que defecan inventan, ahora sí, el show que acabará con la dictadura.
Estos tipos de espectáculos circenses están casi siempre acompañados por la peor de las maldiciones y que no es otra que la maldita esperanza de confiar en toda esta parafernalia que nos desenfoca de la presión política y paramilitar que como exilio hace mucho debimos acometer.
Los hechos no me dejarán mentir. Como nación esperamos que en 1959 las cosas serían mejor y nos equivocamos. Luego nos esperanzamos en que los vuelos de la comunidad ayudarían al cubano a ser libre y nuevamente el equivoco
Más adelante nos volvió la esperanza en la oposición pacífica creyendo que traería cambios y libertad. Más tarde, la esperanza que mientras más dinero y pacotilla enviáramos a Cuba más rápido se caería aquello.
Más recientemente, también creímos que el 11 de Julio pasado las protestas pacíficas nos llevarían al final de la tiranía porque los represores al final escaparían al extranjero. El furor fue tal que hasta algunos pícaros, como es la costumbre, se subieron en ese tren para sus 5 minutos de fama y algún dinerito por monetización de redes sociales. Y así sucesivamente el circulo vicioso que nunca termina.
Ahora, a casi un mes de que una parte importante del pueblo cubano salió a la calle dispuesto a lo que fuese, la nueva Gran Esperanza cae sobre reguetoneros que no podrían ni cantar a capella, influencers que no sabrían ni mencionar el 4to presidente de la República y en aprendices de caudillos que luchan el Grant de cada año gracias al dolor y la miseria del pueblo dentro de la isla.
Estamos asistiendo a un acto prosaico de la historia. De un plumazo se ha borrado todo el esfuerzo serio del exilio cubano que por años estuvo haciendo lo imposible para presionar al gobierno de los Castros. Lo han deconstruido dejando un asunto tan importante como la libertad de Cuba en manos de cantantes sin talento para brillar, canciones que mendigan patria y vida sin mencionar libertad y lo peor abriendo las puertas del Congreso y la Casa Blanca a supuestos líderes que NO representan ni al exilio ni mucho menos al pueblo que sufre. Y lo afirmo porque hasta hace solo 6 meses, ninguno de estos protagonistas hablaba de política ni mucho menos llamaba dictador a Díaz-Canel porque todos ellos lo consideraban presidente legítimo. Hoy, en una metamorfosis más acelerada que una bola de billar, son capaces de hacernos creer que piensan de otra manera. Y lo peor…. Tienen un público.
Tras bambalinas en esta ecuación de traiciones están los intereses creados por el Departamento de Estado y sus gobiernos de turno. Son ellos los que mueven los hilos y fabrican ídolos que se apagan y activan en dependencia de los intereses que se estén moviendo. Cualquiera de ellos viene bien, siempre y cuando sean manipulables, faranduleros y con un par de neuronas oxidadas porque pensar por sí mismos basados en las convicciones morales y patrióticas es como pedirles peras al olmo. Son estas rameras políticas las piezas de cambio factibles para asesinar la credibilidad de anticastristas serios y de probada trayectoria, de movimientos serios y con sólidas plataformas que lograron simpatía y hasta apoyo en la arena internacional como fue el caso de Oswaldo Payá Sardiñas y de Guillermo ‘Coco’ Fariñas para citar solo dos ejemplos. Hay que silenciar a los intelectuales y artistas serios y comprometidos y nada mejor que está gentuza para lograrlo.
¿Cuántos shows más tendremos que presenciar en esta carrera maratónica que solo da segundos aires a la tiranía? No sé. A quienes aún nos consideramos anticastristas verticales solo nos queda denunciar a La Gran Ramera y no solo una sino a muchas en este juego y sobre las aguas que impiden un cambio genuino en Cuba para llevar finalmente la libertad a su pueblo.
Por un instante pensé que lo de 62 mil milenios era un mal chiste pero a este paso parece que será real.
Carlos Carballido es periodista y Vicedirector de ZoePost.
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