Por Lucimey Lima Pérez.
La huella abusiva que persiste a lo largo del tiempo, es ineludible, pero ciertamente es posible tratarla como un entendimiento de lo que sucede, o como un ajuste a lo inevitable. Sin embargo, en la mayoría de los casos las adversidades vividas tempranamente en la familia de origen no surgen hasta muchos años después, el silencio parece ¨proteger¨ al afectado, sin embargo, solo consolida su trauma. Los aspectos a analizar han sido numerosos, porque realmente son muchas veces inimaginables. Y no estamos refiriéndonos al acoso en general, sean abuso físico como castigo, ni al asalto sexual por parte de los mismos padres, ni siquiera a la atención diferencial e injusta hacia los hijos. Algunos estudios señalan que la mayoría de las consecuencias se develan entre los 35 y los 49 años de edad, con menores manifestaciones entre los 50 y los 74. ¿Puede esto ser vivido por tanto tiempo? Tristemente sí. Lo cual no significa que se ha vivido un paraíso y que súbitamente aparecen los efectos de las adversidades. Los resultados constatan que el tiempo no disipa las situaciones vividas y que se refleja en las relaciones con la familia extendida (padres, hermanos, abuelos, tíos, primos) y hacia la fundada o nuclear. Incluso, varios síntomas somáticos, como el dolor crónico, pueden ser el resultado de abuso temprano en la familia.
A pesar de la existencia de múltiples organizaciones e instituciones dedicadas a la vigilancia en el cuidado de los hijos, especialmente si existe un reporte sobre el abuso, el problema continúa. Considero dos aspectos relevantes: i) los padres abusados, por lo general, resultan abusadores; ii) las frustraciones del adulto repercuten en la crianza de los hijos. Dos situaciones diferentes y seriamente deletéreas. Lo lamentable en la inmensa mayoría de los casos consiste en que el menor, en niñez o en adolescencia, es el consultante, pero los padres, solo son los que buscan ayuda porque sus hijos ¨tienen problemas¨.
Puede que un caso ilustre la triste realidad del maltrato en la infancia perpetuado aún en la adolescencia.
Alicia es una chica de 18 años que está a punto de terminar su Educación Secundaria y tiene expectativas universitarias. Es la hija mayor y tiene tres hermanas de 15, 12 y 8 años. El padre es un buen proveedor, aunque la madre también trabaja. Ambos se separaron por un tiempo, cuando tenía 13 años, aparentemente debido a la ¨apatía¨ de él, pero decidieron reunirse de nuevo. Provienen de un país muy semejante al cual donde habitan, aunque no tienen otros vínculos en el mismo. Alicia ha sido muy consecuente con la psicoterapia y se ha comunicado fluidamente, pero durante 6 meses no ha habido progreso considerable. Finalmente decidí referirla al centro indicado para administración de un antidepresivo, el cual fue incrementado recientemente. Ella tiene amigos, un novio y va bien en la escuela. Pero en casa la situación es la siguiente: el padre llega del trabajo y comienza a tomar alcohol en la misma silla siempre y sin conversar con las hijas; la madre se queja con Alicia y le dio una posición ¨parental¨ que no ha adjudicado a ninguna de las otras hijas. El descuido paterno y su persistente ¨ausencia¨ son dolores emocionales poderosos. La sobrecarga que la madre, también descuidadamente ha dado a su hija mayor, es otra gran pena afectiva. En varias oportunidades he invitado a la madre, en primer lugar, para que asista a las sesiones, pero ¨está muy ocupada¨, mucho menos el resto del sistema familiar. ¿Cuál ha sido la mejoría, si alguna? Alicia duerme mejor, interactúa más con sus amigos en ejercicios, natación, pero vuelve a convertirse en la ¨otra¨ una vez que llega a casa. De acuerdo con escalas de mejoría que se usan para el seguimiento terapéutico, Alicia estaba en 2/10 (0 mal y 10 excelente) y hoy se encuentra en 5/10. No es suficiente y seguiremos estudiando, dándole soporte y aplicando las técnicas debidas para el caso. Descuido y sobrecarga, qué combinación tan destructiva.
Un brillante profesor que tuve hace años comparaba el trauma afectivo con un absceso purulento que no debería drenar poco a poco, sino con ¨bisturí¨ y que mientras tuviera contenido el dolor sería persistente. Me pregunto, si la fuente de infección no se soluciona, el absceso se drena y se produce alivio temporal, pero si la fuente del pus lo se sigue produciendo, volverá a acumularse el contenido indeseable. Arduo.
Lucimey Lima Pérez es Psiquiatra, Psicoterapeuta, Máster y PhD en Neuroquímica.