Por Ramón Pérez-Maura/El Debate.
En la insuperada trilogía de «El viento de la tarde» de mi admirado Jean D’Ormesson, antiguo director de Le Figaro, miembro de la Academia Francesa y ganador del Premio Luca de Tena, cuenta cómo un dictador paraguayo obligó a todos los embajadores besar el pie de su amante, que era conocida por su vida anterior algo más que disoluta. El embajador de Su Majestad la Reina de Inglaterra y Emperatriz de las Indias no pudo escabullirse y se sometió a la humillación. Cuando llegó la noticia a la Reina Victoria, ella enfureció y ordenó enviar a la flota a bombardear Paraguay. Nadie tuvo el valor de informarle de que el Paraguay carecía de costa para permitir la acción bélica.
Lo de Napoleonchu ayer con Argentina es casi igual de patético, pero mucho más grave. No hay por dónde coger la reacción al discurso de Milei en Madrid. Napoleonchu deja a España a un paso de la ruptura de relaciones diplomáticas.
El presidente argentino estaba en visita privada y la ofendida, según nos han recordado reiteradamente es una señora privada, que carece de cargo público. ¿Por qué tiene que reaccionar el Gobierno de todos los españoles con un ataque como el que ha lanzado a la República Argentina?…
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